El picudo rojo no conoce fronteras y campa a sus anchas por todo el litoral de la provincia. Desde Pilar de la Horadada hasta Dénia, la plaga del Rhynchophorus ferrugineus se extiende sin encontrar barreras eficaces ni coordinación entre las administraciones. Sus devastadores efectos se han hecho visibles en los últimos meses en nuevas poblaciones y ahora llama a las puertas de la capital.

Este coleóptero está presente en la Vega Baja, Medio y Baix Vinalopó, l'Alacantí, la Marina Baixa y Marina Alta y ha afectado recientemente a palmeras de la zona comprendida entre las partidas de La Cañada del Fenollar, Verdegás y El Moralet, en el interior del término municipal de Alicante, entre San Vicente y Agost. A un paso del casco urbano.

Era cuestión de tiempo que el picudo alcanzara Alicante, ya que por ejemplo en San Vicente, Elche y El Campello (en Muchavista, lindando con la Playa de San Juan, se han dado casos este año) está presente, por lo que se teme que en breve pueda hacer su aparición en zonas más céntricas. Por ello la próxima semana el Ayuntamiento de la capital va a presentar una campaña para tratar de frenar su llegada, según informaron fuentes municipales, que destacaron que ninguna palmera pública se ha visto afectada por el momento por la plaga. Anteriormente se detectó un caso en 2006 en el Cabo de las Huertas, pero fue un hecho aislado que afectó a una única palmera.

Desde septiembre el picudo rojo se ha desatado y se está dejando ver de forma evidente en localidades como Elche, El Campello, La Vila Joiosa, Benidorm, Calp, Xàbia y Dénia, además de en gran parte de la Vega Baja. Se trata de una de las épocas críticas y su expansión ha evidenciado que es un problema que se extiende por la provincia. El goteo de casos no cesa y en los municipios se suceden charlas y folletos informativos sobre cómo actuar, pero las ayudas brillan por su ausencia cuando más necesarias son.

En 2010, la práctica totalidad del litoral alicantino está ya afectada por el picudo, coincidiendo con el año en el que las medidas y ayudas de la Conselleria de Agricultura son menores. Los medios son a todas luces insuficientes, y en eso coinciden todos, salvo la Generalitat, que mantiene silencio y ha declinado informar sobre el estado de la plaga. En plena crisis, los costes de su erradicación repercuten en los dueños de las palmeras, ya sean profesionales o particulares, lo que dificulta la lucha. Viveristas y Asaja reclaman la implicación de todas las administraciones para combatir esta plaga y destinar más dinero.

Los dos principales focos se sitúan en Elche y Orihuela, poblaciones en las que más y mejor se ha trabajado para frenar su expansión y donde se dispone de más ayudas por parte de los ayuntamientos, pero su control es difícil y su propagación, imparable por ahora. En Elche, donde combaten desde 2004 contra este insecto que amenaza el mayor palmeral de Europa, se ha detectado este mes el picudo a sólo dos kilómetros del centro, dentro del radio de cinco kilómetros fijado en torno al palmeral histórico y pese a las 2.800 trampas desplegadas.

Hasta el pasado año la Conselleria se hacía cargo de la tala, troceado, traslado y triturado de las palmeras infestadas para evitar su propagación, y además indemnizaba por cada ejemplar suprimido. Ahora ya sólo asume el transporte y posterior triturado -en el caso de los viveristas ni eso-, dejando en manos de los particulares unos costes que pueden ir desde los 80 a los 200 euros, en función de la altura y diámetro del ejemplar. Los palmerales públicos se mantienen en general a salvo de la plaga gracias a los tratamientos preventivos, pero en los particulares o los que están en tierra de nadie, constituyen una plataforma para su expansión.

Los particulares, una vez que tienen infestadas las palmeras, deben hacer frente a costosos tratamientos para intentar salvarla o, si es demasiado tarde, talarla y trocearla, y muchos no están dispuestos o no pueden afrontar esos dispendios.

Gran incubadora

El tratamiento puede rondar los 45 euros y arrancarla supone hasta 200 euros. Pero si no se actúa, esa palmera se convierte en una gran incubadora que multiplica el número de insectos y amenaza a las palmeras de su entorno.

El director de la Estación de Investigación Phoenix de Elche, Michel Ferry, referente en la lucha contra el picudo, arremetió hace dos semanas en una revista especializada contra las administraciones en general. Por una parte, entiende que se ha parado de contribuir a su erradicación, ya que "no aportan ninguna ayuda seria a los municipios, ni a los particulares o viveristas que quieren salvar sus palmeras o protegerlas". Y por otra, se está difundiendo la idea de que erradicarla es imposible, "cuando todos los expertos serios aseguran que contra esta plaga no existe otra opción que erradicarla si se quieren salvar las palmeras".

A la espera de que las administraciones autonómica y estatal reaccionen y pongan más medios, ayuntamientos, viveristas y particulares están solos en plena crisis, con las arcas municipales vacías, las empresas con el agua al cuello y la gente luchando por llegar a fin de mes, para hacer frente a una plaga que sigue expandiéndose y amenaza ya el palmeral de la capital.

Un insecto que pone 400 huevos y vuela hasta 5 kilómetros

La especie del picudo rojo es originaría del sudeste asiático y apareció por vez primera en Europa en 1994, en la localidad de Almuñécar (Granada). Tanto aquella vez como las posteriores introducciones en diversos puntos de Andalucía oriental, Murcia y la Comunidad Valenciana han llegado a través de palmeras infectadas procedentes de Egipto u otros países del norte de África.

Este insecto destaca por su gran capacidad de reproducción y por mantener vuelos sostenidos de hasta cinco kilómetros. En una palmera el picudo se puede encontrar bajo cuatro formas diferentes: huevo, larva, pupa (capullo) y adulto. Las hembras ponen los huevos escondidos en heridas presentes en el ejemplar y no selladas, o entre las bases de las hojas (en datileras preferentemente en hijuelos), resultando muy difíciles de ver debido a su tamaño, de 1 a 2 milímetros. De los huevos eclosionan las larvas, de color blanco marfil a ocre sin patas, con forma de pera que pueden alcanzar los 5 centímetros de largo y viven en el interior del tronco y en las bases de las palmas. Estas larvas, cuando alcanzan su última fase, fabrican un capullo de color marrón hecho con las fibras de la palmera, en el interior del cual se transforman en pupas y, posteriormente, en escarabajos adultos, rojos con las alas rayadas en negro, la cabeza acabada en pico, una longitud entre 2 y 5 cm y que se suelen encontrar detrás de las bases de las hojas.

En nuestro clima, el picudo necesita de tres a cuatro meses para completar el ciclo de huevo a adulto, por lo que se pueden esperar al menos tres generaciones anuales. Su capacidad reproductiva y de colonización es enorme, ya que la hembra puede poner entre 300 y 400 huevos.