Nadie da un euro por cómo estará los once kilómetros de la carretera nacional entre Guardamar y Torrevieja este verano que acaba de comenzar a tenor de cómo se encuentran a día de hoy los trabajos que comenzaron en noviembre de 2007. El proyecto, que tiene un presupuesto de 22,3 millones de euros, tiene que entregarse, a priori, el próximo mes de octubre -faltan sólo cuatro meses- y la opinión generalizada es que ni para entonces estará en condiciones por los problemas con que se ha encontrado desde Semana Santa la adjudicataria; especialmente, en el gran cruce en que se convertirá el Moncaio, y por el retraso que han sufrido las obras en el municipio de Guardamar del Segura, donde hasta hace dos meses no se pudieron ocupar los últimos terrenos expropiados y eso gracias a una orden judicial y con intervención preceptiva de la Guardia Civil.

Esta semana las máquinas pesadas de asfaltado han vuelto al tramo de Torrevieja, que prácticamente estaba acabado desde el invierno, por lo que nadie entiende los motivos por los que ha seguido cubierto de conos que sólo permitían utilizar aún un carril en cada sentido, ni tampoco por qué no han concluido los trabajos en sus tres rotondas, que precisan de un acabado final y de la colocación de la decoración.

Plantones

Estas obras, según diversas fuentes consultadas ayer por el periódico, podían haberse realizado en primavera -de hecho se puso hasta en la mediana los plantones florales que ya tienen más de medio metro- y no ahora, cuando la densidad del tráfico se ha multiplicado porque muchas familias, con el final de los colegios, han comenzado a dejarse caer por Torrevieja para pasar el estío en un periplo que no abandonarán hasta los últimos días de agosto o principios de septiembre. La primera consecuencia son las colas que, de forma puntual, se están produciendo y que no serán nada comparada con lo que espera a los vecinos y turistas a partir de dentro de una semana, cuando llegue julio y con él el primer gran éxodo turístico. El problema más grave se centra en Guardamar del Segura donde a lo largo de cinco kilómetros los conductores se ven obligados a realiza un constante zig-zag para salvar la antigua carretera en la que esta misma semana se ha desmontado la pasarela aérea que desde la década de los 90 permitía a los vecinos salvar la distancia entre el casco urbano y el Cementerio. El Ayuntamiento, según confirmó un portavoz municipal, ha puesto en marcha un servicio de autobuses porque en estos momentos es literalmente imposible cruzar de un lado a otro, excepto por un único paso subterráneo que, además, está en obras.