Con más de tres mil vecinos (1.300 de ellos empadronados en Orihuela) la urbanización Entre Naranjos es precisamente una de las que más en falta echa servicios municipales como limpieza y recogida de basuras o mantenimiento de instalaciones. Por eso algunos de los residentes recurrieron ayer al partidos socialista (en la oposición) para quejarse amargamente de que la alcaldesa, Mónica Lorente (PP), les hiciera a finales de mayo su primera visita desde que asumió el cargo hace tres años sólo para nombrar al pedáneo y para limitarse a prometerles que celebrarían una fiesta en julio, al menos así lo cuentan ellos. El guateque, quizás para abstraerse del abandono municipal del que se sienten víctimas, "es una poca vergüenza" para la edil del PSOE Rosa Martínez y ha indignado a parte de los vecinos, que son en su totalidad extranjeros y en su mayoría ingleses.

Antes de bailar hasta la madrugada, en este residencial que ha cumplido ya la década quieren solventar cuestiones prioritarias, como por ejemplo que no tienen siquiera una entrada a sus casas directamente desde la carretera: O bien conducen tres kilómetros de más en dirección a Los Montesinos y dan la vuelta, o bien cometen una infracción de tráfico al saltarse una línea continua. No se libran los que no usan coche, porque tampoco disponen un servicio público de autobuses, pese a que el centro médico más próximo es el consultorio de Torremendo (a unos 12,5 kilómetros, tres menos de los que tienen hasta llegar al casco urbano de Orihuela).

La edil socialista Rosa Martínez ha asumido sus reivindicaciones y pidió al pleno hace unos meses la apertura de un consultorio médico auxiliar, aunque el edil de Sanidad, Antonio Ortiz (PP), aseguró que no hay saturación que lo justifique. Tampoco tienen servicio de "farmacia botiquín", tal y como subrayó Martínez, ni les recogen la basura diariamente (sólo entre semana y los puntos limpios una vez al mes), ni tampoco les limpian las calles, según aseguran, ni siquiera el constructor les construyó la depuradora prometida en 2002. Sin embargo, sí pagan sus impuestos y lo que sí tienen son cables de luz o tuberías de agua al descubierto por las calles, cajas de electricidad a la altura de los niños, baches en las calles y "un solar lleno de maleza, suciedad y escombros, que fue aceptado por la Conselleria de Asuntos Sociales para levantar un centro de día para enfermos mentales, pero hasta hoy, ocho años después, nada se sabe".

Ante todo esto, lo último que quieren -al menos el grupo de vecinos que quiso contactar ayer con la prensa- son fiestas. Su realidad es como la de muchas otras urbanizaciones no ya de Orihuela, sino de muchos puntos de la comarca. Al menos sus casas sí tienen cédulas de habitabilidad (o licencias de primera ocupación), pues hay incontables residenciales inacabados, cuyos urbanizadores se esfumaron y les dejaron con el agua y la luz de obra, o teniendo que terminar de su bolsillo las zonas comunes para completar los mínimos exigidos para que sus viviendas fueran recepcionadas. Bastante lejos de lo que soñaron cuando decidieron vivir allí.