La principal baza para que una ciudad pueda "vender" o poner en valor su patrimonio histórico es que sus vecinos se lo "crean" y que se impliquen realmente en la importancia de la conservación de sus conjuntos históricos, bienes monumentales, la defensa de la trama urbana frente a cambios urbanísticos o las limitaciones, también urbanísticas, que conlleva. Esa es la principal conclusión del IX Seminario sobre ciudades históricas del Mediterráneo. El alcalde de Évora, Victor Dorido, o expertos como Abderraouf Hsaini, Nacer El Kadiri, de la Universidad de Grenoble, incidieron ayer en el Teatro Circo sobre todo en este aspecto y en el hecho de que ese objetivo se cumpla siguiendo un modelo del que aún carecen muchas ciudades que están ubicando los valores de su patrimonio como principal reclamo turístico. Y, lo que es más importante, que es un motor económico para las ciudades a través del cual logran finalmente preservar sus conjuntos históricos y que no sólo sean atractivos para el turismo, también para que resulten habitables para sus propios vecinos. Algo, explicaron algunos expertos ayer en Orihuela, que en algunas de esas ciudades se aprende en la escuelas pública.

En este sentido, los asistentes expusieron ayer cómo reaccionó la ciudadanía oriolana al polémico derribo de la Casa del Inquisidor (un edificio noble de 1725), protegido en el Conjunto Histórico como Bien de Interés Cultural y de cuya demolición se cumplen ahora ocho años. Una minoría de ellos exigió entonces su reconstrucción para recuperar la trama urbana -algo que no ha sucedido a pesar de la orden de la Conselleria de Cultura-, mientras la mayoría se congratuló de contar con la plaza del Marqués de Rafal diáfana.

Bajo el lema "El Patrimonio Cultural Motor de la Economía en las Ciudades Mediterráneas", en este mismo foro intervinieron Mari Carmen Sánchez Mateos, técnico de superior de Patrimonio, y Emilio Diz Ardid, arqueólogo, ambos del Ayuntamiento de Orihuela, que realizaron un amplio repaso por las actuaciones realizadas en la ciudad desde los años 90, como el desarollo del plan especial del casco histórico, la remodelación de los principales templos de cara a la Luz de las Imágenes, en 2003, o las obras abordadas con motivo del Centenario de Miguel Hernández.

Al margen de las delegaciones de las ciudades invitadas, en torno a una veintena de las 51 que están asociadas a esta Conferencia Permanente, la asistencia a los debates -el grueso del foro se celebraba ayer- está siendo reducida.