Tal y como está el mundo, hay gestos que asombran, sobre todo los desinteresados. ¿Qué le ha llevado a ceder a la ciudad, sin más, un palacio y 500 obras de arte de pintores de primer orden?
En mi vida son ya cuarenta o cincuenta años comprando piezas. Me gusta el arte y he considerado que le debo mucho a Orihuela, sobre todo por mi familia y por los amigos que he tenido y sigo teniendo, pero también por mis trabajadores y sobre todo trabajadoras. Para mí Orihuela es algo entrañable. Nací aquí y moriré aquí, me quedaré toda mi vida.
- Y la posibilidad de disfrutar de estas obras se la ha dado, a usted que nació en el Rabaloche (una de las zonas más deprimidas de la ciudad), su talento para los negocios en el mundo textil.
Yo pasé hambre cuando era joven. Pasé hambre, no tenía para comer. Cuando acabó la Guerra perdí una beca de estudios y fui carpintero, herrero, mecánico... Hasta que aposté por comprar telas en Barcelona y vender en mercados. Así empecé. Dejé la industria con 61 años y monté otra fábrica de confección que mantiene mi hijo Gonzalo. Toda mi familia ha estado toda la vida trabajando.
- Su colección reúne piezas adquiridas en subastas de todo el mundo. ¿De dónde le vino el interés por el arte?
No he estudiado arte, pero siempre me ha gustado. Cuando era joven, con un amigo, solíamos pintar y competíamos a ver quién dibujaba mejor. Actualmente sigo pintando. Hay un cuadro mío de 5 metros en la entrada de un hotel, y he regalado obras a unas cuarenta empleadas. Tengo piezas prometidas a muchas más.
- Entre los Picasso, Rembrandt, Sorolla, Joaquín Agrasot, Fortuny... Escoja alguna anécdota de las piezas que ha donado.
Recuerdo con mucho cariño un cuadro que me costó una peseta (no recuerdo si tres o cinco) y que le compré personalmente a Castejón. Es uno de los mejores pintores que ha tenido Orihuela. Y no hace mucho, vi en una subasta un cuadro de Estruch. Orihuela ha sido cuna de muchísimos aristas que por desgracia no se conocen. De mi colección saldrán valiosas obras de Orihuela y la Vega Baja.
