Atípico año el que ha vivido la población de Cañada con su célebre Auto de Reyes Magos. Tras la forzosa suspensión de la representación el pasado jueves a causa de las fuertes lluvias, ayer fue el día elegido, no sólo para poner punto y final a la edición de este año con la huida a Egipto de la Sagrada Familia y la matanza de los Santos Inocentes, sino también para repetir parte de las escenas que ya se vieron el pasado día seis de enero.

Con la configuración de las escenas, que en sí formaron una representación del Auto totalmente nueva, desde las diez de la mañana, la acción comenzó de nuevo en el palacio del rey Herodes. Con el mercurio a unos escasos cinco grados, el público se apelotonó al final de la calle Rambleta para observar la llegada de Sus Majestades de Oriente al escenario. Allí, los tres Reyes Magos se presentaron ante Herodes para informarle de su intención de buscar al rey de los judíos. La acción se trasladó desde allí hasta la cueva donde los tres magos entregaron de nuevo sus presentes al niño, una tierna escena que puso el contraste con el cariz dramático que tomaron las escenas que conforman el cierre del Auto de Cañada.

Pasaban las doce del mediodía cuando dio comienzo la segunda parte de la representación otra vez más en el castillo de Herodes. Allí, el monarca, enloquecido por la amenaza que representa el recién nacido hijo de Dios, ordena buscar a la Sagrada Familia. El carácter itinerante de la representación obligó al público a trasladarse una vez más hacia la sierra, donde se desarrollaron las angustiosas escenas de la huida de la Sagrada Familia a Egipto a lomos de un burro para librarse de las oscuras intenciones del rey Herodes, así como la tragicómica escena pastoril de Jusepe y Rebeca. Los valientes espectadores que aguantaban volvió a recorrer las calles de la población junto a todo el elenco para contemplar la despedida protagonizada por el bandolero Dimas y la Sagrada Familia en las afueras del casco urbano de Cañada. De vuelta otra vez a las inmediaciones palacio del cruel rey judío, se representó la escena más dura del Auto, la degollación de los Santos Inocentes, punto álgido de la representación bíblica que puso, pasadas las dos de la tarde, el punto final a un atribulado año para el Auto Sacramental.