Unas 150 bolilleras (y tres bolilleros, uno de ellos médico, puntualizan las señoras) de doce pueblos de la comarca de la Vega Baja se dieron cita ayer en Rojales para compartir su afición por el encaje de bolillos, pero también para exponer las virguerías que son capaces de hacer y defender que "sería una lástima que esto se perdiera". Carmita Gras y Eloína Ortiz son profesoras de encaje de bolillos del pueblo, de este arte centenario que "antes hacía todo el mundo y se enseñaba por generaciones", pero que hace unas décadas comenzó a perderse poco a poco.

Sin embargo, ahora puede volver con fuerza, "hay mucho auge", sostienen. No en vano, el año pasado se reunieron en Onil unas mil bolilleras decididas "a intentar que esto se recupere". Una de las claves puede ser que es "muy relajante", y si bien el ritmo actual de vida amenazó con extinguirlo, también podría ser un motivo para recuperarlo.

El encuentro se iba a realizar en una carpa municipal, pero el frío lo trasladó a un salón de la iglesia. Allí exhibieron sus trabajos, desde cuadros hasta paños o incluso bolsos de fiesta. Carmita, quien recuerda que "hice mi primera puntilla para una camisica a los 6 años, cuando comulgué" sostiene que "me asombro de las cosas que se pueden hacer, el mundo del bolillo es inmenso. Yo ahora estoy con un abanico de seda con piedras".