Desde el hueso más largo del cuerpo, el fémur, hasta el más pequeño, el estribo. La Facultad de Medicina de la Universidad Miguel Hernández conserva miles de huesos en una completa osteoteca que a lo largo del año utilizan en sus prácticas cientos de alumnos no sólo de Medicina, también de Fisioterapia y Terapia Ocupacional.

Y es que para su responsable, el catedrático de Histología y Anatomía, Francisco Sánchez del Campo, tocar es la mejor manera de que los alumnos adquieran destreza. «Hay otras maneras de estudiar el esqueleto, pero no tan buenas. La primera, a través de soportes multimedia, con los que es imposible hacerse una idea del tamaño real de los huesos y su consistencia. También existen modelos de plástico, pero tienen muchas imperfecciones y son caros».

La mayor parte de los huesos de la osteoteca de la Faculta de Medicina proceden de los osarios del cementerio de Alicante. Una vez en la universidad «estas piezas se lavan bien, se hierven con agua oxigenada para blanquearlos y se barnizan para que sean más resistentes a la humedad», explica Del Campo.

El problema es que los huesos más pequeños son difíciles de conseguir. Para ello, la facultad recurre a los cadáveres que son donados a la ciencia y que emplean en prácticas de anatomía. El tratamiento de estas piezas es más complejo porque previamente hay que descarnarlas con sosa y dejarlas secando durante un periodo de dos años antes de barnizarlas. Actualmente, en la preparación de los huesos que conforman la osteoteca trabajan tres técnicos del departamento de Anatomía.

La osteoteca forma parte de la Facultad de Medicina desde sus orígenes, cuando era el CEU en los años 70 y poco a poco ha ido creciendo en número de huesos para atender el creciente número de estudiantes que pasan por las aulas de la Miguel Hernández, y no sólo del grado de Medicina.

Muchas de las piezas que se guardan aquí son auténticas joyas de la anatomía. «Tenemos manos y pies con todos los huesos montados para que los estudiantes vean como funciona la articulación». También esqueletos completos y cráneos en los que no falta un solo hueso. Algunos son rarezas difíciles de conseguir. «Tenemos hioides, un hueso ubicado en la zona de la garganta y huesos del oído que apenas miden milímetros».

La osteoteca permite a los estudiantes llevarse los huesos a casa, «siempre y cuando los devuelvan». Sánchez del Campo recuerda en este sentido como hasta hace pocos años, a los alumnos les gustaba quedarse con los huesos. «Iban al cementerio a buscarlos y nosotros les dábamos un certificado acreditando que eran estudiantes».

Con el paso de los años esta costumbre se perdió «porque el cementerio ponía cada vez más pegas y a fin de cuentas aquí tienen los huesos que necesitan hasta que terminan la carrera». Sánchez del Campo calcula que este completo osario es utilizado cada año por cerca de 600 estudiantes.

Pero el contenido de la osteoteca no sólo sirve para estudiar el cuerpo humano, también es útil para la investigación. «En estos momentos estamos colaborando con otras universidades en un trabajo científico encaminado a demostrar que el hombre de Neandertal no podía hablar».