«Uno tiene que luchar por lo que cree y por lo que siente y mi madre siempre creyó en mí sin ponerme cortapisas por mi condición, así que me lancé a vivir esta oportunidad siendo consciente de que podía ser útil para mí y para los demás». Con este espíritu emprendió la investigadora del departamento de Didáctica general y didácticas específicas de la Facultad de Educación de la Universidad de Alicante Laura Soler la aventura de pasar un mes en Chile. Su cometido fue asesorar a las universidades de Viña del Mar y Magallanes sobre cómo gestionar la discapacidad en los campus. Este proyecto forma parte de uno más amplio cuyo objetivo es crear centros de apoyo a discapacitados en seis universidades americanas -las dos chilenas citadas, la de Colima y la Tecnológica de Monterrey en México y la de Rosario y la Universidad Nacional del Litoral de Santa Fe en Argentina- en el que la UA es de referencia junto a Bolonia y Coventry.

«Estas universidades están como estábamos nosotros hace 20 años en accesibilidad y apoyo al estudiante discapacitado, están ahora montándolo todo y yo podía aportar mi experiencia directa», explica Soler.

El viaje no fue sencillo. Cogió seis vuelos. La amiga que normalmente la acompaña no pudo ir en el último momento, pero Soler contactó con la italiana Anita Fontana quien no dudó en «cruzar el charco» con ella. Su silla de ruedas eléctrica no se puede plegar, por lo que tuvo que desplazarse en una manual «que volvió a Alicante para tirar».Y durante la primera semana en Viña del Mar se cayó al levantarse de la cama y se hizo una microrotura en la muñeca derecha. Sin embargo, todos estos contratiempos quedaron sobradamente compensados con la experiencia. «Nunca había viajado sola y durante tanto tiempo tan lejos, así que fue todo un reto pero muy gratificante tanto a nivel personal como laboral», afirma.

Para Soler este proyecto es muy importante, no sólo porque puntuará de cara a convertirse en ayudante de doctor en la UA, sino porque «la universidad funciona como referente para la sociedad y puede cambiar las cosas sin recelos políticos. El hecho de que los estudiantes disfruten de una vida normalizada repercutirá para que la tengan también en la ciudad y mejore la vida de todo el colectivo», argumenta Soler.

Para ello, ofreció conferencias, se reunió con los rectores, arquitectos, fisioterapeutas y técnicos e impartió clases a los alumnos. «Le hablé desde la perspectiva de mi trayectoria profesional y política -Soler fue concejal socialista entre 2007 y 2011- y también de la adaptación en el hogar y cómo manejarse en el día a día». Soler también se reunió con diferentes organismos implicados en la discapacidad y con políticos de ambas ciudades porque «si no realizan un trabajo de sensibilización al colectivo para ir cambiando la imagen y potenciar la autoestima va a ser difícil». «En un mes sólo vi tres sillas de ruedas incluyendo la visita a Santiago de Chile, están avanzados en algunas cosas pero apenas se visibiliza a los discapacitados», concluye.