¿Sobre qué habló en la ponencia inaugural?

Sobre la evolución del Diccionario de la Academia en el siglo XIX, concretamente entre 1817 y 1852. Forma parte de un proyecto del ministerio en el que participo junto a varios investigadores y que se dirige desde la Universidad Autónoma de Barcelona. Se trata de estudiar todos los cambios y modificaciones tanto del léxico como de los elementos descriptivos a lo largo de toda la historia del diccionario. Lo interesante de este periodo es que en la edición de 1817 se introducen muchas modificaciones sobre la definición lexicográfica y la ortografía, que la Academia siempre ha tratado de simplificar, aunque tampoco se puede revolucionar porque supondría una catástrofe.

¿De qué parte se encarga?

Me ocupé de las reformas que afectan a las palabras que son lo que entonces se llamaba «voz familiar» que sería hoy el lenguaje coloquial. En esa reforma entraron las palabras de disciplinas como la Medicina o la Marina, muy importante en el siglo XVIII. Es mucho trabajo porque hay que leer diccionarios enteros y ver las palabras que se incorporan y las que se eliminan.

La Real Academia siempre era tachada de inmovilista, pero parece que en los últimos años ha ido cambiando.

Sí, pero ya ese diccionario de 1817 eliminaba palabras anticuadas. Ahora la gente se queja de que el diccionario recoja palabras como 'almóndiga' o 'asín', pero es que se dicen, lo que hace la Academia es alertar de que se trata de una palabra vulgar. Un diccionario bien hecho, que aspire a recoger la lengua española debe introducir esas palabras pero debidamente calificadas. Ahora hay más medios para hacer la revisión. Es verdad que a veces el diccionario tarda en recoger palabras porque espera a que su uso se defina y se asiente porque hay modas cortas que una vez que se acaban se acaba la palabra. Carroza en el sentido de anticuado tardaron tanto en incluirla que ya no se usa. De la gramática no opina casi nadie pero del diccionario sí, es difícil acertar. En diciembre se presentó la versión digital 23.1 con la lista de palabras nuevas introducidas que incluye algunas tan recientes como posverdad. A partir de ahora las modificaciones se realizarán online, en el momento y de forma más ágil. Hay más interés por tener el diccionario al día e incorporar por ejemplo las cuestiones de género porque antes se pensaba sólo en masculino.

Como catedrática, ¿cree que los alumnos llegan con una buena base de lenguaje?

Hay de todo, no se puede generalizar, pero ahora son muy dependientes de las nuevas tecnologías, se manejan muy bien buscando información, pero les falta cultura de escribir. Adolecen de una cultura más letrada y de reflexión. Ahora prima la cultura de la imagen.Los iconos son como escribir en jeroglífico y los jóvenes se entienden perfectamente. Eso no quita que haya alumnos y alumnas que escriben perfectamente. La revolución tecnológica ha traído cosas muy buenas, hay que adaptarse a los tiempos.

El WhatsApp y las redes sociales ¿enriquecen o empobrecen el lenguaje?

Ofrecen muchas posibilidades para el aprendizaje. La gente que escribe mal lo hará mal en WhatsApp y en un cuaderno porque les falta formación, aunque es verdad que el factor ejemplarizante de la escritura se difunde rápidamente. Es otra manera de escribir, con iconos y abreviaturas, pero hay quien sabe utilizar esa posibilidad con el lenguaje propio de esos medios que necesitan tanta inmediatez. Todo lo que contribuya a fomentar la comunicación y derribar barreras es positivo.

Continúa el debate sobre el plurilingüismo, ¿ve positivo el modelo?

Creo que hay que potenciar y fomentar las lenguas de cada comunidad y que los nativos la tienen que aprender igual que se aprende el castellano en el ámbito escolar para evitar lo que ocurría antes, que se hablaba el valenciano en casa y el castellano era considerado como la lengua culta. Era un modelo pésimo y castrador, todas las lenguas son importantes y hay que conservarlas. Pero el modelo de hacer inmersión en una lengua, normalmente en la minoritaria o minorizada y que el español se aprenda en la calle y en los medios no me parece bien. Deberían aprenderse en igualdad y que se repartan las horas de enseñanza fomentándolas a la par. Hay que lograr un equilibrio en los lugares donde hay lenguas propias, porque propio también es el español. En una Europa plurilingüe cuantas más lenguas se manejen mejor. La base lingüística que da el bilingüismo es muy importante porque potencia luego que el aprendizaje de una tercera y cuarta lengua sea más fácil, no hay que excluir ninguna lengua. El plurilingüismo es una opción estupenda siempre y cuando se aplique de una manera compensada. Y sobre todo respetando la opción de las familias.