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Giménez: «Hay urbanizaciones que son ratoneras ante un incendio»

Las características del clima mediterráneo hacen que la vulnerabilidad ante fenómenos naturales como lluvias, sequías o incendios sea mayor

Giménez: «Hay urbanizaciones que son ratoneras ante un incendio»

¿Qué misión tiene el Máster en Prevención de Riesgos Naturales que coordina usted?

Pretende dar un enfoque genérico sobre los riesgos naturales a los que nos podemos enfrentar, aunque damos mucha importancia a la cartografía y, cómo no, prestamos una especial atención a fenómenos como los seísmos, las inundaciones, los incendios y los corrimientos o desprendimientos de tierra.

¿Cree que tiene más razón de ser ese tipo de máster aquí que en otros lugares, por las características climáticas?

Sí, el ámbito mediterráneo es más variable en ese sentido, y por eso recibe también una mayor atención en el máster. Aquí tenemos un riesgo de sequía casi estructural, para el cual estamos relativamente preparados, pero además el clima condiciona las características de los incendios, los episodios de lluvias torrenciales o los deslizamientos de tierra.

Si son fenómenos de la naturaleza, ¿cómo prevenirlos?

En el máster enseñamos a desarrollar estrategias de adaptación a los factores, vemos cómo se han afrontado históricamente los problemas y cuáles son las políticas que se pueden llevar a cabo.

¿Piensa que desde la administración se siguen políticas adecuadas en este sentido?

A nivel general sí, en las últimas décadas la legislación ha incorporado el contexto de riesgo natural; un ejemplo de ello es el Patricova, el plan de prevención de inundaciones de la Generalitat. Sin embargo, a escala local vemos que todavía no se ha atendido con suficiente interés un problema que está ahí, que es estructural y que a pesar de todo aún no conocemos bien. A escala de detalle aún faltan diagnósticos más ajustados y, en concreto, echamos en falta una cartografía específica, que es una de las herramientas de prevención más eficaces porque nos permite conocer a fondo los condicionantes de cada territorio.

Durante la década pasada asistimos a un crecimiento urbanístico exponencial en muchos puntos, que ahora se encuentra sin embargo bastante detenido. ¿De qué manera cree que ha repercutido esto sobre la preparación ante los riesgos?

Los cambios de uso y cobertura del suelo, que en algunas zonas han sido muy importantes, han incrementado la vulnerabilidad. Llevado esto a la práctica, digamos que con el «boom» inmobiliario se han creado nuevos espacios de riesgo al ocupar con viviendas o caminos zonas potencialmente peligrosas. Hay urbanizaciones que ante un incendio son auténticas ratoneras, porque tienen unos accesos muy precarios, y lo mismo ante un eventual deslizamiento de tierras.

El incremento de población que esto ha conllevado también supondrá un riesgo añadido...

Así es. Pero no es únicamente el aumento de la población en sí, sino que, además, en gran parte de estos núcleos surgidos durante la expansión urbanística viven muchas personas mayores y extranjeras, en las cuales al factor de la edad se une el de no conocer el idioma ni tampoco el clima. ¿Y qué quiere decir esto? Que desconocen la facilidad de propagación del fuego en el entorno mediterráneo y, por lo tanto, la rapidez con la que tienen que huir del fuego.

¿Hay algún otro riesgo asociado al desarrollo urbano?

Sí, y esencial. Cada vez tenemos un problema más grave con lo que se conoce como «interfaz urbano-forestal», es decir, las zonas de transición entre espacios urbanos y forestales. Aumenta de manera progresiva el número de personas que viven en espacios arbolados, con el riesgo que ello conlleva tanto para la población como ante una eventual extinción de un incendio. ¿Por qué? Porque a donde primero van los bomberos, como es lógico, es a las áreas habitadas, porque lo primero es proteger a la población. Y la superficie forestal que mientras tanto puede arder es mayor de lo que podía ser hace unos años. En la provincia de Alicante, por cierto, todavía no disponemos de una cartografía que refleje al detalle estas zonas de interfaz.

¿Teme que ante un eventual repunte de la actividad urbanística se puedan repetir errores?

Sí tenemos un cierto temor de que vuelva a haber una cierta dejadez en torno a los riesgos naturales, especialmente por parte de los ayuntamientos, que es donde más errores se cometieron en los años del «boom». En cambio, desde la administración autonómica vemos que se vela más por el territorio y los factores de riesgo.

¿Hacen falta más recursos para la prevención?

Sí, porque un bosque menos vigilado es más vulnerable ante un incendio. Pero además hace falta más concienciación, saber que no se pueden realizar actividades de riesgo como quemas de rastrojos o barbacoas campestres.

El máster abordará también el abandono del medio rural...

Sí, porque es un factor que también influye. La ganadería es la mejor desbrozadora del monte y se ha dejado, igual que el aprovechamiento tradicional de la vegetación forestal o de ribera. Es inviable a nivel ambiental recuperar actividades como la de hacer carbón, pero sí se podrían aprovechar los recursos madereros.

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