Una de cada seis personas en el mundo sufrirá un ictus a lo largo de su vida, según los datos de la World Stroke Organization (WSO). En España, cada año sufren un ictus cerca de 120.000 personas, de acuerdo con los datos del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Estos datos representan la importancia de esta patología y han definido al ictus como una emergencia sanitaria de primer orden. El cerebro probablemente sea el órgano más complejo y apasionante del cuerpo humano, porque bajo su estructura confluyen todos los factores, tanto a nivel físico, conductual o cognitivo, que determinan el comportamiento de una persona y cuya actividad hoy en día, empieza a ser desvelada, aunque aun queda mucho camino por descubrir. El ictus es un trastorno brusco de la circulación cerebral, que altera la función de una determinada región del cerebro y constituye uno de los principales problemas de salud de nuestra sociedad. En los últimos años se han producido avances tanto en el campo de la investigación como en el diagnóstico y tratamiento, que han convertido al ictus en una enfermedad sobre la que se puede trabajar. Estos avances han demostrado que el tiempo tiene un papel fundamental tanto en la reacción tras la detección como en la rehabilitación. En conclusiones del investigador Atte Meretoja, de la Universidad de Melbourne, «cada 15 minutos de retraso en el tratamiento de un ictus con un anticoagulante, roba a los que sobreviven alrededor de un mes de vida libre de una discapacidad», haciendo válida la premisa del «tiempo es cerebro». Muchas de las personas que sobreviven sufren secuelas importantes que les provocan limitaciones en sus actividades de la vida diaria. Su repercusión tanto en el campo familiar, laboral, y social es enorme, lo que convierte al ictus en una de las afecciones que genera mayor gasto económico para los servicios tanto sanitarios como sociales. En la actualidad, gracias al aumento de las campañas en prevención, detección precoz y los últimos avances en la mejora de la atención multidisciplinar especializada, han llevado a una disminución del porcentaje de fallecimientos de estos enfermos. Así mismo, iniciar una estrategia de recuperación tras un ictus es algo que debe hacerse de forma urgente, holística e individualizada, inclusiva y participativa, con un abordaje interdisciplinario, por un equipo con experiencia integrado por profesionales con diferentes formaciones y enfoques profesionales. Éste equipo debe estar formado por especialistas en el campo de la medicina, enfermería, fisioterapia, terapia ocupacional, neuropsicología y logopedia. En el Centro Casaverde Mutxamel, contamos con estos especialistas de dilatada experiencia y realizamos terapias individualizadas, aplicando técnicas innovadoras y tecnología aplicada a la neurorehabilitación, diseñando tratamientos adaptados a las necesidades individuales de cada persona, con el objetivo de alcanzar el mayor grado de independencia y una mejora en la calidad de vida del paciente y la familia. Todos estos datos nos llevan a pensar que hay que ser conscientes de que ante cualquier señal de debilidad o adormecimiento en los brazo/pierna o trastornos del habla, problemas en visión o equilibrio, se debe reaccionar y pedir ayuda inmediatamente. En el ictus, cada minuto cuenta. La sociedad debe ser consciente de la importancia que juega el tiempo en nuestra asistencia sanitaria, tanto en el momento agudo, urgente, como el postagudo y su rehabilitación. Es de vital importancia que tengamos una asistencia temprana, especializada, de calidad con personal y centros preparados para recuperar las posibles secuelas y sus complicaciones, con el objetivo primordial de evitar dependencias, gastos sociales, y graves problemas posteriores en el entorno familiar. Sepamos lo que necesitamos y exijamos lo que no tenemos.

«La vida merece ser vivida con todo entusiasmo y alegría. Es el don más preciado que poseemos»

(Rabindranath Tagore)