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La fobia escolar

Después de casi tres meses de vacaciones y diversión nuestros hijos vuelven a la escuela. Para la mayoría de los niños supone un cambio al que les cuesta adaptarse. Muchos dirán que no quieren ir al cole porque se aburren y porque prefieren las actividades que realizan durante las vacaciones. Puede que se muestren nerviosos, preocupados o inseguros ante el inicio del nuevo curso y todo lo que supone adaptarse a nuevos horarios de sueño, a las prisas del día a día, estar sin padres y enfrentarse a las clases, deberes y actividades extraescolares.

Los padres tenemos que entender que los niños también tienen su propio síndrome postvacacional, es decir, sufren su pequeño duelo porque se acaba un tiempo dedicado casi íntegramente al ocio. Estos cambios generan inseguridad y enfado, que se manifiestan a veces no tanto en palabras como en actitudes de irritación o mala conducta. Los padres debemos comprender lo que subyace en esta actitud y -sin reprimirla- ayudar a los niños a expresar en palabras lo que sienten desde una actitud positiva que potencie nuestra confianza en ellos.

No debemos patologizar este proceso universal en diferentes grados para todos los niños, si bien en casos excepcionales el temor del niño a volver al colegio puede constituirse en una dificultad que le provoque tal sufrimiento como para necesitar ayuda especializada. Son los casos de la conocida como fobia escolar, que suele darse especialmente a la vuelta de los periodos de vacaciones.

Los padres tenemos que tener presente que nuestra actitud de apoyo y desdramatización es fundamental tanto en este proceso de cambio como en cualquier otro de la vida de nuestros hijos. Transmitirles seguridad y confianza mediante una actitud positiva, hacerlos sentir arropados y confiar en sus propios recursos va a repercutir en que los niños se sientan a sí mismos como más capaces de salir adelante y vencer sus propios miedos.

Para nosotros, los papás, también es un momento de cierto estrés. Tenemos que estar más pendientes de horarios, tareas y obligaciones de nuestros hijos y de cómo ayudarlos con el curso escolar que inician. Algunos consejos nos pueden venir bien a la hora de ayudarlos a mejorar su aprendizaje. Los relacionados con salud, sueño y alimentación:

Seguir las revisiones periódicas con el pediatra, descartando cualquier problema de salud que pueda aparecer e interferir en un desarrollo óptimo del niño. Para ello es primordial confirmar siempre que su visión y su audición, por ejemplo, son adecuadas.

Es importante que nuestros hijos duerman bien. La falta de sueño está entre los principales motivos de fracaso escolar por repercutir en la concentración, la memoria y en la gestión de emociones de los niños. En los países más desarrollados se dan tasas más altas de estudiantes que no duermen las suficientes horas, lo cual se ha relacionado con la sobreutilización de móviles, tabletas y otras pantallas hasta altas horas de la noche en el dormitorio de los niños, muchas veces sin que los padres sean conscientes de ello. Diversos estudios han señalado que hasta el 73% de los niños de entre 9 y 10 años y el 80% de entre 13 y 14 años tiene malos hábitos de sueño. Tenemos, además, asegurarnos que la calidad del sueño del niño sea adecuada, descartando despertares frecuentes, ronquido y movimientos anormales que pueden ser el síntoma de determinadas patologías médicas que precisen un tratamiento específico.

Es importante que la alimentación del niño sea adecuada. Con este fin hemos de prestar especial atención a su desayuno. Aunque los médicos señalan que un 25% de las calorías diarias nos las debería proporcionar el desayuno, sólo uno de cada cuatro niños desayuna correctamente. Por esto, y a pesar de las prisas de cada mañana, hay que sacar tiempo para desayunar bien y sin presión. Un buen desayuno debería ser un momento alegre y de encuentro matinal con la familia siempre y cuando sea posible, donde podamos conversar sobre el día que empieza.

Por último, recordemos que es fundamental que los padres mantengamos una estrecha relación con los profesores de nuestros hijos, sobre todo al comienzo del curso escolar con el fin de asegurarnos que los niños se están adaptando sin problemas.

La comunicación con los profesores nos permitirá detectar de forma temprana cualquier problema que pueda surgir en el aprendizaje de nuestros hijos y en su relación con los demás niños que requiera apoyo por parte de otros profesionales.

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