Año y medio trabajando en urgencias generales y, por fin, he tenido mi primera guardia en urgencias de pediatría. He pasado 17 horas atendiendo a niños de entre 0 a 14 años, con padres, madres, abuelos, tíos de todo tipo. Eso sí, todos preocupados. Y me he dado cuenta de que, en estas fechas, por lo que más consultan es por infecciones respiratorias.

De entre éstas, me gustaría hablar de la que más preocupa a todos, la bronquiolitis. Se trata de una infección que ocurre en niños muy pequeños, habitualmente tras un período de catarro común con mocos y tos, incluso fiebre, que finaliza en un cuadro de dificultad respiratoria que da lugar a una serie de ruidos que se originan en el pulmón y que, en ocasiones, son audibles sin necesidad de utilizar el fonendoscopio.

Llamamos bronquiolitis, por tanto, a la primera infección respiratoria con afectación bronquial en el lactante menor de 2 años. Tras esta primera infección, podremos llamar a las siguientes «bronquitis», igual que en el adulto.

Es importante saber que, en un 90% de los casos, la infección está causada por agentes víricos, siendo innecesaria la utilización de antibióticos para el tratamiento.

Los bebés menores de 3 meses con los síntomas antes mencionados deberán ser valorados por un pediatra en urgencias hospitalarias. Esto es debido a que ser menor de 3 meses se engloba como factor de riesgo de gravedad para esta enfermedad, entre las que se incluyen también el ser prematuro (haber nacido con menos de 37 semanas), tener alguna patología inmunitaria y/o cardíaca, y haber pasado alguna otra enfermedad pulmonar.

En el caso de presentar un empeoramiento clínico con una importante dificultad respiratoria (se le marcan las costillas en el pecho o respira más deprisa), o lo encontramos más somnoliento de lo habitual durante el día, o le cambia el color de la piel a un tono azulado o morado, el niño deberá ser valorado por un especialista en un centro sanitario inmediatamente.

En cuanto al tratamiento no existe un tratamiento específico. En general, se trata de una infección autolimitada, con una evolución favorable. Lo más aceptado para el tratamiento son las medidas generales de soporte que incluyen las siguientes recomendaciones:

Mantener al niño en una posición semi-incorporada utilizando, por ejemplo, alguna almohada colocada bajo el colchón. Esta posición le ayudará a respirar mejor.

Mantener su hidratación ofreciéndole líquidos con frecuencia.

Fraccionar la alimentación en pequeñas tomas durante el día.

Mantener el ambiente libre de humos.

Podemos recurrir, además, a un tratamiento sintomático que ayude a aliviar los síntomas que sufra. Pudiendo realizar lavados con suero salino fisiológico y aspirando las secreciones nasales, y administrando paracetamol si tuviera fiebre.

Debemos pedir a los padres mucha calma y tranquilidad porque la infección puede llegar a tener una duración máxima de 28 días, siendo la duración media unos 12 días.

Por último recordar que todos deberán ser valorados por un pediatra, tanto como para el diagnóstico, como para el tratamiento y el seguimiento.