La retinopatía diabética es una de las complicaciones más frecuentes que sufren los pacientes con diabetes. El riesgo de padecer la enfermedad aumenta vertiginosamente según se van cumpliendo años. De esta forma, tras 10 años siendo diabético, el porcentaje de pacientes que puede sufrir retinopatía oscila entre el 40% y el 50%, y a los 20 años puede alcanzar el 90%, por lo que los especialistas insisten en la importancia de las revisiones periódicas. La retinopatía diabética afecta a los vasos sanguíneos de la retina y puede llegar a producir la ceguera total.

Según el doctor Enrique Chipont, director médico y especialista en oftalmología de Oftálica, «cuando la enfermedad aún está poco avanzada (retinopatía diabética no proliferativa), los capilares del ojo se vuelven porosos y dejan filtrar su líquido y sangre hacia la retina, ocasionando visión borrosa». Lo que se conoce como edema macular. En los estados más avanzados retinopatía proliferativa, se produce el crecimiento de nuevos y frágiles vasos sanguíneos dentro del ojo. La sangre procedente de esos vasos porosos puede llegar a enturbiar el humor vítreo bloqueando el paso de la luz y produciendo pérdida de visión.

Según el doctor Javier Placeres, especialista de la Unidad de Retina de Oftálica, «la retinopatía diabética no presenta síntomas, en sus fases iniciales, por ello es importante realizar un control anual del fondo del ojo. Una revisión completa de la vista para llegar a diagnosticar el problema incluye una prueba de agudeza visual, un examen con dilatación de pupila o una tonometría que mide la presión en el interior del ojo». Según el doctor Chipont, «con estas pruebas, se buscan indicios de vasos sanguíneos que goteen, daños en el nervio óptico, de inflamación en la retina, o cualquier depósito anormal que indique que se están produciendo filtraciones de líquido».

Cómo tratarla

El control de la diabetes, de la presión arterial y del colesterol forman parte inseparable del tratamiento de la retinopatía y permiten mejorar el pronóstico. Según el doctor Placeres, «algunas investigaciones sostienen que si se mantienen controlados los niveles de azúcar en sangre así como los del colesterol y la presión sanguínea, se puede retrasar el inicio y progresión de la enfermedad».

Las terapias pueden frenar el avance de la enfermedad pero no pueden curar el daño que ya se ha producido, por lo que los especialistas insisten una y otra vez en la importancia de acudir puntualmente a las revisiones con el oculista y notificar cualquier cambio que perciban en su visión.

La cirugía se utiliza en caso de hemorragias dentro del ojo, o bien para reparar el desprendimiento de retina o las membranas de la retina. En esta operación, el oftalmólogo realiza una pequeña incisión en el ojo para quitar el gel vítreo que está impregnado de sangre, y lo sustituye por una solución salina. El 70% de las personas operadas experimenta una visión mejor tras la operación.

En algunos casos se puede recurrir al láser para cerrar las filtraciones y evitar que los vasos sanguíneos sigan teniendo pérdidas generando el conocido como edema macular, generalmente se asocia al tratamiento inyecciones intravítreas de fármacos antiangiogénicos. En el caso de la retinopatía proliferativa, esta fotocoagulación ayudaría a reducir los vasos sanguíneos anómalos que han crecido. Debido a que se tienen que realizar múltiples quemaduras con el láser suelen necesitarse varias sesiones de tratamiento.