Cuando Malala era niña en Pakistán quería tener un lápiz mágico. Lo usaría para poner un pestillo en su puerta y que sus hermanos no la molestaran, detener el tiempo para dormir una hora más cada mañana y borrar el olor del basurero que había cerca de casa. Pero con el tiempo, su mundo cambió. Su derecho a ir a la escuela se vio amenazado porque era una niña. En vez de un lápiz mágico cogió uno de verdad, y sus palabras llegaron a gente de todo el mundo. A partir de 6 años.