El despacho de don Liberto era la sala de estar de su apartamento. Él se sentó en el único sillón y los chicos buscaron la forma de acomodarse en el sofá, aunque no había espacio para todos, y puesto que Severina ocupaba más de la mitad del sitio disponible, Amber, Telmo, Jimmy y Tarsio tuvieron que quedarse al final de pie. Don Liberto se entretuvo varios minutos examinando el trozo de papel higiénico, arrugando la nariz y emitiendo una serie de sonidos extraños con la boca.

Bueno, bueno, bueno -dijo, mirando uno a uno a todos los miembros del grupo-. Si este mapa es verdadero, habéis hecho un descubrimiento magnífico. Más que magnífico: un descubrimiento memorable, ¡impresionante!, ¡impensable! Se creía que la Orquídea de los Tiempos se había perdido para siempre. Sabíamos que Leopoldo IV había sido su último guardián, pero el rastro de la Orquídea había desaparecido. Algunos incluso decían que había sido destruida. Y otros, que en realidad nunca había existido. Así que, si este mapa es verdadero, habéis hallado la forma de recuperar la flor más mágica del mundo entero.

-¿Mágica? -repitieron todos casi a la vez.

-Eso mismo -afirmó don Liberto-. Es una flor muy peculiar.

-Pero? una pregunta, papá -dijo Telmo-. Ese edificio que hay ahí dibujado es el colegio, ¿verdad?

-Si duda -respondió su padre, y miró a Leo-. Tu antepasado fue uno de los fundadores del colegio Plaza Mar. De hecho, fue él quien donó este edificio.

-Entonces, esa puerta, ¿está en el sótano?

-Don Liberto frunció el entrecejo y pensó la respuesta.

-Puede que no esté a la vista.

-¿Qué quiere decir?

-Muy sencillo: si la idea era esconder la Orquídea, no tenía sentido dejar a la vista esa puerta. De ser así, cualquiera podría abrirla y encontrar? el tesoro.

-¿Tesoro?

-Desde luego. La Orquídea es un auténtico tesoro.

-¿Por qué? ¿Qué tiene de especial?

-¿No te da una pista su nombre? -dijo don Liberto, y a continuación marcó bien cada una de las sílabas-: «OR-QUÍ-DE-A-DE-LOS-TIEM-POS».

-¿Es una flor que sabe dar la hora? -sugirió Tarsio.

-No, es mucho mejor que eso. Pero, por ahora, quedaos con la idea de que es una flor preciosa, mágica, única? y también peligrosa.

Todos aguantaron la respiración al oír la mención del peligro, y Leo sintió que sus amigos lo miraban de reojo por si se le escapaba una ventosidad.

-Bien -dijo el bibliotecario-, dejadme que haga unas pesquisas.

-Gracias, don Liberto, pero yo no tengo hambre -repuso Jimmy.

Don Liberto lo miró confundido, y luego negó con la cabeza, y dijo:

No, Jimmy, no estoy invitándote a cenar. Lo que estoy diciendo es que me dejéis investigar todo este tema durante unas horas. Mañana volveremos a hablar.

-¿Aquí? -preguntó Severina.

-Sí, aquí mismo. Venid después de clase.

Tomado del libro «La orquídea de los tiempos»

Autor: Daniel Hernández Chambers

Ilustraciones: Óscar Julve

Editorial Algar