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La Tiza Musical

La obra orquestal de Ruperto Chapí

Con su leyenda, Chapí ha dicho la última palabra en lo referente a la música pintoresca. Cuantos traten de iniciarse en este género dentro y fuera de España, tendrán que recurrir necesariamente a «Los Gnomos de la Alhambra». Ese es el tipo acabado de poema sinfónico; esa es indudablemente la obra maestra de Chapí. Color deslumbrante, dibujo de maestro, ideas de gran poeta, ciencia musical inmensa. Creo que todo esto reunido puede recibir el nombre de genio. (Félix Borrell)

Chapí siempre se mostró predispuesto a componer obras de concierto. Sin embargo, fue víctima de las circunstancias. España apenas contaba con antecedentes sinfónicos y camerísticos, géneros que, además, proporcionaban pocos ingresos. Con todo, nunca renunció a la escritura de este tipo de piezas. Su gusto por ellas se descubre en sus zarzuelas, en las que coloca deliciosos preludios e intermedios.

Compuso sus principales obras sinfónicas, «Fantasía morisca», «Sinfonía» y «Los Gnomos de la Alhambra», antes de cumplir los 40 años. La Fantasía la escribió inicialmente para banda y en forma de suite en cuatro movimientos. El primero, «A Granada», incluye una parte elegante y noble a la que sigue una «marcha al torneo», más inmediata y vivaz. El poético segundo, «Meditación», es seguido por la incisiva «Serenata». El «Final», que vuelve sobre la idea de la Marcha al torneo, concluye con un eficaz crescendo.

La «Sinfonía en Re», compuesta en París, se la relaciona con su pensionado en Roma. Se estrenó en el madrileño Teatro y Circo del Príncipe Alfonso dentro de la programación de la Sociedad de Conciertos, orquesta dirigida por Tomás Bretón. Hasta esa fecha solo se habían estrenado algunas sinfonías, como las del mallorquín Miguel Marqués y la primera de Bretón, pues la composición orquestal se debatía entre el academicismo y el pintoresquismo, del que forma parte, precisamente, la Fantasía morisca.

Estructurada en los cuatro movimientos clásicos, el primero nos recuerda a Beethoven y Mendelssohn. El segundo es el más largo. El tercero es atractivo y chispeante: su tema más significativo se pasea prácticamente por toda la orquesta. En el último predomina una juguetona melodía. Encantado con la unidad estilística de la pieza, el crítico Peña y Goñi dijo que la «Sinfonía» era el prometedor trabajo de un joven compositor, notable por su riqueza armónica, su variedad tímbrica, la originalidad y grandeza de sus motivos, y por la inteligencia de los efectos instrumentales.

La leyenda en tres movimientos «Los Gnomos de la Alhambra», inspirada en el poema de Zorrilla, es su última partitura orquestal. El segundo movimiento, «Conjuro. El séquito de Oberón y Titania», que describe la evocación del rey de los gnomos a genios y espíritus, es quizás el más interesante. El recordado Luis G. Iberni dice que en estos compases el villenense entronca con el mundo sonoro de Mahler y el Cesar Frank de la «Sinfonía», asimilando así el lenguaje imperante en esos momentos en Europa. Ya no compondría más obras sinfónicas.

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