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Leemos. Grupo Leo

Su-Lin

En China se abandona a muchas niñas porque las familias sólo pueden tener un hijo y suelen querer un varón. Su-Lin iba a ser una de esas niñas, pero...

Su-Lin

En un lugar de China, una niña fue abandonada.

A cada matrimonio le estaba permitido tener un solo hijo, y en las aldeas todos deseaban un varón.

En una aldea rodeada de bosques de bambú,, una mujer dio a luz una preciosa niña.

-Abandónala -le pidió su marido-. Diremos que ha muerto, y tendremos un hijo varón.

La madre, Suo-Mo, que así se llamaba, estrechó a la niña en sus brazos. ¡Qué cruel destino le esperaba!

Era muy bonita, con mofletes redondos y rosados. Acababa de nacer y ya parecía sonreír. Y le pedían que la abandonara.

Si la dejara en el bosque las alimañas acabarían con ella.

-Hazlo antes de que nadie sepa que ha nacido -dijo el hombre-. Viaja a la aldea de tus padres, diremos que nació allí, y nadie lo sabrá.

Como vio que la mujer dudaba, insistió poniendo en la voz más acritud:

-La niña será una carga, una boca más que alimentar. Y cuando crezca, casarla nos costará una fortuna. Necesitamos un varón; un varón será bien recibido.

La mujer lloró amargamente. ¿Qué podía hacer? Si se quedaba con la pequeña, no tendrían un hijo varón. Un varón trabajaría la tierra y haría feliz a su marido. Y, llegado el momento, sacaría la hacienda adelante.

La mujer vivía, como solían las mujeres en las aldeas, con la familia de su marido, dos hermanos y sus esposas. Todos le pedían que abandonara a la niña, y ella nada podía hacer contra todos. Y decidió obedecer.

Salió de viaje de noche, a casa de sus padres. Y, al verla su madre, Flor de Otoño, le pidió que no la abandonara. Ella era viuda, en su aldea nadie la echaría de menos si se marchaba para cuidar a la niña en algún lugar desconocido.

Pensaron en un paraje escondido entre las montañas, casi desértico al que nadie solía ir. La gente se pasaba el día trabajando en los campos de coles, sin tiempo ni motivo para visitar el árido paisaje. No quedaba lejos de la aldea donde vivía Suo-Mo. Y, si alguien se perdía y pasaba por allí, no conocería a Flor de Otoño.

Allí llevaron a la niña. Le pusieron de nombre Su-Lin, y entre las dos la criaron en una vieja casa abandonada. Cuando no estaba con ella su madre, Suo-Mo, estaba su abuela Flor de Otoño. Entre las dos la alimentaron y cuidaron, y con las dos aprendió a jugar. Flor de Otoño velaba sus noches, y la niña creció sana. Cumplió seis años, y era muy despierta.

Cuando Suo-Mo la visitaba por la mañana, le gustaba peinarla. Se quitaba del pelo su bonito alfiler de plata, y con él recogía el pelo de la niña. Y le decía:

-Un día será para ti.

También Su-Lin la peinaba a ella. Y, a veces a Flor de Otoño. Y, mientras hacía las dos largas trenzas de su abuela, ésta le contaba historias de los osos bienhechores de los bosques de bambú. Así pasaba el tiempo.

Suo-Mo era la encargada de vender en el mercado las coles que la familia producía. Con el pretexto de que pagaban más en las ciudades lejanas, hacía largos viajes y llevaba a la niña sin riesgo de ser descubierta. Pues nadie viajaba tan lejos para vender sus coles. La escondía en el carro de las verduras y, al llegar a los mercados, correteaba por ellos y jugaba con otros niños. Y con el tiempo aprendió a comprar y vender: lo que algún día podría serle útil.

Hacer esos viajes era lo que más le gustaba a Su-Lin. En ellos se divertía. Y estaba con su querida madre más tiempo. No sabía que tenía un padre, y que dos tíos y dos tías más formaban la familia. No sabía que tenía un hermano de tres años llamado Lao. Ni que todos vivían en la misma casa, no lejos de ella. Ni sabía que fue abandonada por ser niña. Así creció feliz sin que nadie conociera su existencia.

Un anochecer que Flor de Otoño dormía, Su-Lin salió a la puerta de la casa, y quedó fascinada al contemplar en el cielo los colores de la pólvora. Era la Fiesta del Dragón. En la aldea se divertían, y la pólvora sonaba en el cielo formando círculos y estrellas en una explosión de colores.

Su-Lin olvidó los consejos que había recibido, y caminó en dirección a la pólvora. De pronto se encontró en la aldea, en medio de la fiesta. Las calles estaban adornadas con linternas rojas, y los campesinos parecían alegres con sus risas y voces. Le gustó tanto que se quedó entre ellos. Y corrió con otros niños detrás del dragón rojo y verde que serpenteaba las calles.

-¿Cómo te llamas? -le preguntó una mujer que tenía la cara redonda y el pelo recogido con dos alfileres de nácar.

-Su-Lin -respondíó la niña.

-¿Dónde vives?, ¿quién eres?, ¿quién te ha hecho las lindas coletas?

En aquel instante, Su-Lin recordó los consejos de Suo-Mo y Flor de Otoño, y una sombra nubló su corazón. Tuvo la certeza de que algo terrible sucedería, y se alejó de la mujer sin saber que aquel encuentro podía ser su perdición.

Tomado del libro «Su-Lin, la niña abandonada»

Autora: Luisa Villar Liébana

Ilustrador: Jesús Gabán

Editorial: Pearson Educación

ACTIVIDADES

1.- Podrías investigar sobre el destino de muchas niñas nacidas en distintos lugares del mundo. ¿hay diferencias con el tuyo?

2.- Un oso panda se hace amigo especial de Su-Lin. ¿Qué animal elegirías tu como amigo especial? Puedes describirlo, dibujarlo y pensar qué cosas harías con él?

3.- Salir a la aldea ha sido peligroso. Imagínate qué ocurre, escríbelo y envía el texto, acompañado de un dibujo, al Grupo Leo. Apartado de Correos 3.008, 03080 Alicante. Indica tu nombre, apellidos, curso, colegio y número de teléfono particular.

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