Había una vez, en un reino, un rey muy sabio llamado Kiwi I. Él pertenecía a la Orden de los Caballeros del Huerto Bien Regado, era tímido y respetado por sus enemigos.
Entre sus caballeros más importantes se encontraban:
Sir Plátano Amarillo, delgado y muy hábil en la batalla. Contaba con su fiel escudero «El Canelas», que siempre le acompañaba.
Sir Manzana Roja, era grande y redonda. A pesar de ello era el mejor espadachín.
Sir Melón Piel de Sapo, era el más grandullón y duro de pelar y era el que más coraje tenía.
Por último, Sir Zanahoria Buena Vista, que era el más alto y el mejor arquero. Inseparable de él era su escudero «El Lentejas». Juntos eran temidos por formar una sabrosa combinación.
Los Caballeros del Huerto Bien Regado siempre estaban luchando contra la poderosísima y temida Orden de Comida Basura, al mando de su Rey Patatas Fritas III.
Contaba con famosos guerreros tales como:
Sir Nuggets Ketchup y su crujiente escudero «Alita de Pollo».
Sir Hamburguesa Roja, que nadie sabía cómo, pero siempre conservaba su aspecto fuerte y jovial.
No podemos olvidarnos de Sir Bacón Cabeza de Panceta, muy apreciado por todos los suyos.
Unos y otros siempre se estaban peleando, pero al final, todas y cada una de las batallas las conseguían ganar los Caballeros del Huerto Bien Regado.
Ésta es la historia, con más o menos detalles, que el abuelo de Eduardo le contó a su nieto, durante la semana que él estuvo con ellos de vacaciones. Antes de irse a la cama a dormir, Eduardo disfrutaba de una hazaña, una contienda, una ventura en la que los Caballeros del Huerto Bien Regado salían victoriosos. A la vuelta de las mismas, ya en su casa, sus padres se extrañaban de que Eduardo no quisiera comer casi nada, no comía nuggets, hamburguesas, pizzas, alitas de pollo y muchas más cosas.
Los padres llamaron alarmados al abuelo y éste, imaginándose la situación, se fue corriendo a su casa y a modo de mago Merlín, con un puchero bajo el brazo trajo una pócima basada en: lentejas, zanahorias, cebollas y tomate. Su olor despertó a Eduardo de su tristeza.
El abuelo, con gran satisfacción, le dijo a su hijo:
-Eduardo conoce una historia de caballería, pedidle que os la cuente.