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Eurolito

Aurelito es un niño muy raro... ¡en vez de caca, le salen monedas de euro por el culito!

Eurolito

Desde que nació, a Aurelito, en vez de caca, le salen monedas de euro por el culito. Es una cosa inexplicable, pues come lo de todos los niños y debería hacer caca como ellos, pero tal es la realidad y para describirla he escrito este cuento.

La primera vez sus padres se extrañaron muchísimo, pues, al retirarle el pañal que le habían puesto en el hospital, descubrieron tres monedas nuevecitas, como recién acuñadas, en lugar de la primera caquita negra y pastosa que les habían dicho los médicos (meconio o algo así la llamaban). Aquella primera vez la mamá creyó que era una broma del papá, pero al final hubo de admitir que se equivocaba, pues, al levantar las piernecitas de su bebé para inspeccionarle el culito, oyó como un clic, y es que los peditos de Aurelito, en vez de sonar como los de otros bebés, producían un ruido metálico.

Antes del nacimiento de Aurelito solían decirles que su hijo venía con un pan debajo del brazo, pues al papá, que llevaba mucho tiempo en el paro, le había salido un trabajo de repartidor de paquetes con una furgoneta. Pero no: de pan, nada. Aquellos eran euros contantes y sonantes. Y no debajo del brazo precisamente.

El señor Aurelio leyó en internet todo lo que pudo sobre las heces de los bebés, pero no encontró nada ni remotamente parecido. Sí se decía que un niño había expelido una aceituna, otro una canica, otro una pieza de veinte céntimos, otro un dedal, otro un boli, otro un dinosaurio de plástico, otro una armónica, otro un rosario con cruz y todo, otro un ramillete de flores frescas, otro un violonchelo, otro una lavadora, otro un bicicleta de carreras, otro una enciclopedia Espasa con su suplemento, otro un alcornoque con ciruelas, otro una locomotora del AVE Madrid-Sevilla, otro un Airbus A380 y cosas así, pero monedas de euro, lo que se dice monedas de euro, limpias y sin estrenar y prácticamente cada día, ninguno. Así que, como Aurelito no parecía sentirse molesto, pues ni necesitaba hacer esfuerzos ni sentía dolor alguno, el señor Aurelio y su mujer decidieron no hacerse más preguntas.

Con el tiempo se acostumbraron y aceptaron aquel misterio como cosa natural, pues, tomara lo que tomara Aurelito, fuera leche de su mamá cuando era bebecito, y luego papillas, purés, potitos, zumos, y después plátanos, bollitos rellenos de chocolate, patatas fritas, chuches, espaguetis, pizzas, hamburguesas, etcétera,el resultado era siempre el mismo: monedas de euro, en cantidad proporcional a la comida que hubiera ingerido.

Los pañales de Aurelito servían solo para absorber el pis, pues la parte de atrás quedaba siempre tan limpia como cuando se los ponían, aunque abultada con unas monedas de euro limpias y resplandecientes. Y, cuando fue creciendo y ya no usaba pañales, iba al aseo solo a hacer pis y las monedas caían en una redecilla que su mamá había dispuesto expresamente de una parte a otra de la tapadera de la taza.

Tras hablarlo largamente, los papás decidieron que lo mejor era no contarle nada a nadie, sino guardar aquel misterio como secreto de familia. Y, aunque el sueldo del señor Aurelio no era gran cosa, decidieron también no usar las monedas, pues consideraron que era mejor guardárselas a Aurelito para cuando fuera mayor que arriesgarse a abrirle una cuenta bancaria en la que ir depositando sus ahorros. Hay que decir que, incluso cuando las deposiciones del niño eran particularmente generosas, su producción diaria raramente alcanzaba los 75 gramos de vil metal, es decir, unos 10 euros.

Además temían que, si trataban de usarlas para comprar alguna cosa, quizá se metieran en líos, ¿pues quién iba a aceptar un número considerable de ellas, todas nuevas y relucientes, sin sospechar algo? ¿O cómo podían estar seguros de que no eran falsas? ¿Y si se enteraba la policía?

Con esta preocupación en la cabeza entró un día el señor Aurelio en un banco y dijo que necesitaba monedas de euro. Por un billete de veinte euros y otro de cinco le dieron un cartucho con veinticinco monedas totalmente nuevas.

Se fue a casa, las comparó con las que expulsaba su hijo y vio que no se diferenciaban en absoluto: el número 1 y el mapa de Europa en el círculo plateado central y las seis cuerdas de guitarra sostenidas por las doce estrellitas en la corona dorada del exterior eran iguales. Y en el anverso la cara del rey era idéntica, aunque, mirando con muchísima atención, podía percibirse una ligerísima sonrisa en los euros de su hijo. Y el metal parecía el mismo y el color también. No cabía duda: los euros de Aurelito eran legales. El señor Aurelio le dijo a su mujer:

-Teníamos que haberle puesto Eurolito- y se echó a reír como un payaso.

La vida prosiguió su curso, el señor Aurelio repartiendo paquetes, su mujer ocupándose de su casa y Aurelito yendo al cole e incrementando cada día su peculio.

Un buen día, cuando ya había cumplido los siete años y sus padres atesoraban un montón de kilos de monedas (más de 20.000 euros) en el suelo del armario empotrado del pasillo, la empresa del señor Aurelio quebró y lo mandaron al paro. Con el reducido subsidio que recibía no conseguía hacer frente a los gastos de la casa, por lo que la tentación tantas veces rechazada de tocar el tesoro se hizo apremiante.

Extraído del libro «Eurolito»

Autor: Pollux Hernúñez

Ilustraciones: Ángela Romero

Oportet Ediciones

1.- ¿Cuál crees que es la causa por la que Aurelito le salen monedas por el culito? Piensa en una respuesta ingeniosa, ocurrente.

2.- ¿Por qué crees que los papás de Aurelito deciden no contarle nada a nadie de lo que ocurría con su hijo?

3.- En colaboración con tu equipo de trabajo, imagina cómo continúa el cuento. Entre todos, después, contádselo a vuestros compañeros y compañeras de clase.

4.- Escribe un cuento parecido a éste, en el que a un niño, cada vez que estornude, le salgan por la nariz y los oídos billetes de 5 euros. Envíalo, junto con un dibujo original, al Concurso Literario del Grupo Leo. Apartado de Correos 3.008, 03080 Alicante. Indica tu nombre, apellidos, curso, colegio, correo electrónico y teléfono particular.

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