Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Leemos. Grupo Leo

La procesión de los mil fantasmas

Cuando el pintor japonés Tonsa Mitsunobu quiso dibujar a los espíritus de los monjes de Shozenji, tuvo una experiencia difícil de explicar

La procesión de los mil fantasmas

En Japón, hace muchos años, el pintor Tonsa Mitsunobu estaba viajando para realizar un cuadro muy especial. Le habían hablado de un lugar mágico y quería verlo con sus propios ojos.

Ya debía estar cerca del sitio. Encontró una anciana al borde del camino, y le preguntó:

-Perdone, buena mujer, ¿cómo llegar al templo de Shozenji?

La anciana se puso pálida como una sábana.

-¡Señor, no se le ocurra ir a aquel lugar! ¡Es un sitio maldito y está embrujado!

-Por eso lo busco. Me han dicho que es el único sitio donde puede verse la procesión de los mil fantasmas.

-¡No lo pronuncie en voz alta ¡Los hyakki yako lo oyen todo!

-Así que es verdad que existe tal procesión.

-Está bien, se lo contaré. Hablo de ello para que no haga ninguna locura. Hace muchos años, este templo estaba habitado por una comunidad de monjes. Se dedicaban a rezar, ayudar a los pobres y a los que solicitaban ayuda. Vivían con austeridad y se alimentaban de rábanos y arroz. Pero en el templo se custodiaba un libro santo de un valor incalculable.

La anciana hizo una pausa. El viajero estaba impaciente por conocer la historia.

-¿Y qué sucedió?

-El templo fue atacado por los ladrones. De noche, con crueldad mataron a todos los monjes, se llevaron el libro y huyeron hacia el norte.

-¿Cómo se sabe hacia dónde huyeron?

-Porque días después los encontraron a todos muertos en un bosque. Otros ladrones los mataron para apropiarse del libro sagrado.

El viajero respiró hondo.

-Vaya. Es una terrible historia,

-Después de la matanza de los monjes el libro está maldito. Cada vez que alguien lo roba está destinado a morir. Lo mismo pasa con el templo. Jamás han venido más monjes.

-Entonces el edificio está encantado por los fantasmas de los monjes...

-Así es. Muchas noches se les oye chillar, llorar y gemir. Todo en vano.

El pintor era valiente, pero la historia le estaba inquietando.

-Me han dicho que los fantasmas son algo digno de verse. Quisiera hacerles un retrato.

La anciana se llevó las manos a la cabeza.

-¡Qué locura ! ¿Cómo va a resistir la visión de unas almas en pena?

El pintor estaba decidido y después de discutir consiguió que la anciana le dijera el camino del templo.

Cuando por fin llegó al templo de madera, estaba cayendo la noche. El lugar se hallaba desierto. El silencio era absoluto. No se oía ni el ruido de los grillos.

El pintor se escondió en una esquina, se cubrió con una manta, empezó a rezar mientras esperaba a que llegara la procesión de los mil fantasmas: los hyakki yaho.

El sol se puso completamente y hacía cada vez más frío. O eso, o el pintor temblaba de miedo pensando en las cosas terribles que podía contemplar en aquel maldito lugar. Tenía preparado un papel y un pincel para dibujar lo que viera, aunque dudaba de que fuera a tener el valor suficiente.

De repente, vio un rostro terrible que se acercaba. Temió que le atacara, pero estaba tan quieto que el pintor se atrevió a trazar sus contornos en silencio.

Otra figura aterradora se unió a la primera, pero estaba inmóvil como la otra. La dibujó también. Apareció un tercer fantasma y un cuarto. Ambos grotescos. El pintor se apiadó de las almas en pena y pensó que sufrirían mucho al estar tan corrompidas.

Toda la noche dibujando aquellos terribles espectros. Algunos con patas de araña, otros con cuerpo de cabra y otros en forma de larva. Los había sin nariz o con ojos rojos. Había miradas burlonas que ponían la piel de gallina, y bocas como para masticar insectos.

Cuando empezó a amanecer, el pintor estaba agotado. No había dormido en toda la noche. Y cuando la luz pareció espantar los fantasmas se quedó dormido.

Despertó sobresaltado, cuando el sol se hallaba alto en el horizonte. Abrió todas las puertas y ventanas, iluminando cada rincón del templo.

Vio que las paredes del edificio abandonado, estaban cubiertas de verdín, mohos y hongos que trazaban caprichosos dibujos en la pared. Eran las siluetas misteriosas que el pintor había confundido con los mil fantasmas.

Aquel día Tonsa Mitsunobu aprendió que la imaginación puede brotar de las emociones, de los accidentes y de las casualidades imprevistas. Comprobó que los fantasmas, si es que existen, no tienen muchas ganas de dejarse retratar.

Extraído del libro «Leyendas con poderes mágicos»

Selección y adaptación: Sofía Rhei

Ilustraciones: José María Benítez

Editorial Alfaguara Infantil

1.- ¿Qué quería ver el pintor por sus propios ojos? ¿Qué nombre tenía el lugar que buscaba?

2.- ¿Cómo le llamaban a los fantasmas que aparecían?

3.- ¿Qué había ocurrido en aquel lugar?

4.- Escribe un cuento en el que aparezcan fantasmas. Envíalo, junto con un dibujo original, al Concurso Literario del Grupo Leo. Apartado de Correos 3.008, 03080 Alicante. Indica tu nombre, apellidos, curso, colegio, correo electrónico y teléfono particular.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats