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Leemos. Grupo Leo

El primer día después de Navidad

¿No sabéis qué es un Ardena? Pues un hada que cuida todo lo que os gusta a los niños

El primer día después de Navidad

Todo el mundo odia el primer día después de Navidad. Es raro levantarse de la cama y sentir que está próxima la vuelta del colegio, y ver a tus padres empezando a desmontar el Nacimiento y el árbol adornado...

Después de comer, mi madre nos dijo que nos arreglásemos bien para salir con la abuela. Mi hermano, que es algo guarrete, protestó cuando le restregaron las orejas, pero al final quedamos los dos bastante presentables. Yo llevaba un vestido de cuadritos que me habían regalado. No me gustaba mucho, pues tenía un lazo en la cintura y otros dos más pequeños en los hombros y, en conjunto, resultaba bastante cursi, para qué nos vamos a engañar. Fui a verme en el espejo grande del salón. Cuando iba a entrar, escuché a mamá y a la abuela. Tenían ese tono de voz que ponen los mayores al hablar de cosas que son importantes.

-Debéis regresar a las ocho y media.

-Sí, no te preocupes.

-Y recuerda lo que me has prometido: nada de trucos.

«Nada de trucos. Nada de trucos». De golpe recordé lo que mamá había dicho aquella tarde, mientras yo estaba escondida detrás del sillón. «Nada de trucos». ¿Qué significaría? Me di la vuelta despacio para que no me oyesen, y me marché de puntillas sin mirarme en el espejo. Total, ya sabía que mi vestido era una auténtica cursilada.

En el pasillo me crucé con Nacho, que tenía las orejas coloradas de tanto como se las habían frotado.

-¿Por qué andas así?

-Porque me da la gana.

No pensaba decirle a mi hermano nada de lo que había escuchado. Nacho es un pesado, siempre está incordiando y acusando, así que si esperaba que le iba a contar todas las cosas emocionantes que habían dicho mamá y la abuela, iba listo. Mira que es mala suerte que Nacho sea así, con lo estupendo que sería compartir los secretos más secretos con un hermano como es debido...

La tía Melinda nos abrió la puerta. Era una mujer chiquitita y muy delgada, de piel blanca y enormes ojos verdes. Llevaba el cabello negro peinado con una trenza que le caía por la espalda, y vestía una especie de túnica de color rojo salpicada de chispas de oro. La abuela, las Tatinas y ella se besaron y abrazaron entre gritos de alegría: llevaban muchos años sin verse, y estaban felices como perdices por volverse a encontrar...

-Bueno, antes de empezar debemos aclarar un par de asuntos... Primero, a partir de ahora vais a ver cosas extraordinarias...

-¡Melinda! -gritaron a la vez la abuela y las tatinas.

-No os preocupéis -la tía miró muy seria-. Está todo previsto. Como os iba diciendo, niños... quiero que la tarde que paséis aquí sea la mejor de vuestras vidas. Pero todo lo que ocurra debe ser un secreto entre vosotros y yo. Nunca podréis hablar a nadie de lo que habéis visto ni de lo que habéis hecho en mi casa.

La tía abrió una puerta muy grande que daba a un pasillo largo lleno de puertas más pequeñas.

-Vamos a ver... -Melinda parecía dudar sobre cual de ellas abrir-. Podríamos pasar al cuarto de la merienda, pero no creo que tengáis hambre todavía. Creo que es mejor que empecemos por la habitación de los juguetes. ¿ Dónde habré colocado la llave? ¡Ah, aquí está!

La tía Melinda separó una enorme llave de un enorme manojo que llevaba colgado en la cintura y abrió una puerta. Mi hermano y yo nos asomamos, y ante nuestros ojos apareció un cuarto grandísimo, repleto de cuantos juguetes os podáis imaginar... Mi hermano y yo entramos en aquel lugar maravilloso...

Más tarde, Melinda sacó otra llave del llavero y abrió una nueva puerta. Allí estaba la tienda de dulces más increíble del mundo... Y ahora vamos a otra habitación que os va a gustar mucho...

¿Otra habitación? ¿De verdad todavía nos esperaban más sorpresas? Salimos de la tienda de dulces, y tras cerrar la puerta cuidadosamente, Melinda abrió otra con una nueva llave.

-A ver qué os parece ésto. Es el cuarto de los disfraces. Tratad de imaginarlo.

Más puertas. Jardín de Invierno, Jardín de Primavera, Jardín de Verano y Jardín de Otoño... y esa puerta que veis ahí da al mundo de la Navidad Eterna...

-Es un Ardena quien se encarga de abrir esta puerta una vez al año. ¿No sabéis qué es un Ardena? Pues un hada que se encarga de cuidar todo lo que os gusta a los niños. Cada primero de diciembre, un Ardena coge la llave mágica y abre esta puerta para que lo más bonito de la Navidad se reparta por el mundo. La puerta permanece abierta hasta el primer día después de la Navidad. Entonces todas esas cosas tan especiales vuelven a su sitio, y se quedan detrás de esa puerta, bien guardadas hasta el año siguiente. Y hay que tener mucho cuidado en cerrar bien la puerta de la Navidad Eterna y guardar la llave en un sitio seguro... porque si los Wolgan llegaran a apoderarse de la llave y pudieran entrar y salir por esa puerta, tendríamos más de un problema...

Extraído del libro «La primera tarde después de Navidad»

Autora: Marta Rivera de la Cruz

Ilustrador: Rafael Vivas

Editorial Anaya

1.- ¿Puedes compartir con tus compañeros qué cosas especiales te gustaría que se repartieran por el mundo?

2.- ¿Cómo te imaginas que es un Wolgan y cómo crees que se comporta?

3.- Imagina que abres una puerta y descubres un lugar. Descríbelo a través de un relato y envíalo, acompañado de un dibujo y junto con todos tus datos personales (nombre y apellidos, colegio, curso, dirección, correo electrónico y número de teléfono) al Concurso Literario del Grupo Leo. Apartado de Correos 3.008, 03080 Alicante.

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