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Leemos. Grupo Leo

Virgilio en el bosque de las letras

Los árboles allí tenían forma de A y de H, de B y de N... y también la V, de Virgilio y de Victoria

Virgilio en el bosque de las letras

Virgilio levantó la cabeza. Por encima de los matorrales y las flores, justo detrás del siguiente recodo de la senda, asomaban las ramas de los árboles. Primero no había entendido por qué se anunciaba con tanto detalle la existencia de un bosque. Pero después de ver el letrero que tenía a un lado y vislumbrar esas ramas, fruncía el ceño.

La sorpresa reapareció en su ánimo. Avanzó unos metros, despacio, sin fijarse apenas por dónde caminaba, con los ojos puestos en su objetivo. La sorpresa aumentó, hasta hacerse asombro, cuando dejó el último matorral atrás.

Era un bosque, sí, pero un bosque formado por...

-¡Ahí va! -manifestó boquiabierto.

¿Qué otra cosa podía ser si no? Y por un hueco en la tupida valla arbolada que le rodeaba, entró en él.

Si aquello era el bosque, ¿cómo sería el zoológico? ¿Y cómo sería el resto de aquel mundo?

Paseó entre los árboles. Los pájaros que jugaban por sus ramas cantaban felices, libres. Unos representaban claramente una letra, casi era un juego intuir a cuál se parecían otros. Toda su fuerza se manifestaba en la personalidad de cada uno, si es que podía decirse que un árbol tenía «personalidad». Flotaba una mágica vida entre ellos, como si en aquel lugar se uniesen las dos formas más importantes de la esencia humana, la naturaleza y el saber. El tacto de los árboles era agradable, rugoso, como el de cualquier árbol, pero también cálido, muy cálido. Tocándolos, Virgilio tenía la impresión de sentir lo que había en su interior.

Al abrazar al que parecía una R, notaba un suave «rrrrrrrrrrrrrr» en su corazón, y al acariciar al que semejaba una M, se expandía por su espíritu un delicado «mmmmm» lleno de evanescentes sonoridades. Hubiera jurado que las letras, es decir, los árboles, estaban vivos.

Por eso les habló.

-¡Hola!

Los árboles en forma de H, de O, de L y de A agitaron sus ramas de manera apenas imperceptible. ¿El viento?

-¿Qué tal?-dijo Virgilio.

Y ahora los que movían las ramas fueron el B, el I, el E y el N.

Era demasiado. ¡Le estaban contestando!

-¿Dónde estoy?

Le costó «leer» la frase entera porque se movieron muchos, aunque sincronizadamente, uno tras otro.

E-N-E-L-B-O-S-Q-U-E-D-E-L-A-S-L-E-T-R-A-S.

-¡Ya sé que esto es el Bosque de las Letras! -manifestó Virgilio- ¡Yo lo que quería saber es dónde estamos, el bosque y yo!

No hubo respuesta. No supo ni siquiera si los árboles le observaban a él o se observaban entre sí, caso de que lo hicieran. Aun en su inmovilidad, la vida que había en ellos se intuía, era una percepción de lo más real.

Virgilio se acercó a un árbol en forma de V, aunque se parecía poco a la inicial de su nombre. No se diferenciaba mucho de la U, por ejemplo. La V era la letra que más le gustaba, tanto por ser la suya como por representar el símbolo de la victoria cuando se levanta la mano con los dedos índice y corazón extendidos. Victoria y Paz.

-Hola, V -le dijo.

Al posar la mano sobre él, sintió que el árbol se estremecía.

En alguna parte había leído que, cuando abrazas a un árbol, te llenas de su energía. No es que se la robes, eso no. Sólo te inundas de ella, porque el árbol está en contacto con la tierra y además es un ser vivo, el rey de la naturaleza.

Virgilio nunca se había abrazado a un árbol. Así que lo hizo. Abrazó al árbol V con todas sus fuerzas. Y supo que era verdad, porque fue como si recibiera la más energética de las corrientes. La notó saltando por los músculos de su cuerpo igual que si fuera una carrera de vallas, navegando por su sangre, estallando en su mente y en su corazón, haciéndole cosquillas en el estómago, erizándole el vello. Jamás se había sentido de aquella forma.

Al separarse del árbol, de su rama más alta cayó una gota de resina, suavemente, despacio, casi como si flotara.

Virgilio puso la palma de su mano abierta y la recogió sin dejarla llegar al suelo. No era una lágrima. Era un regalo.

-Gracias -le susurró el árbol V.

Una delicada brisa apareció de repente para agitar las ramas de todos los árboles del bosque. Virgilio cerró la mano, dejando que la gota de resina se la impregnara, no era pegajosa, sino más bien suave, como una crema que penetró en su piel.que un sueño, fue una pesadilla.

Extraído del libro «El fabuloso mundo de las letras»

Autor: Jordi Sierra i Fabra

Ilustraciones: Iván Castro Valenzuela

Colección Barco de Vapor

Editorial SM

1.- El fragmento que acabas de leer ha sido extraído de una novela cuyo protagonista, Virgilio, detesta leer pero, tras la lectura de un libro, cambia el odio por el ansia de leer. ¿Te ha ocurrido a ti alguna vez algo similar con la lectura o con otra actividad?

2.- Un palíndromo es una palabra o frase que puede leerse por los dos lados y en ambos casos dice lo mismo, le enseña el alcalde de El Mundo de las Letras a Virgilio. Por ejemplo: «Ese bello sol le bese» o «Sé verle del revés». ¿Te atreves a inventarte un palíndromo?

3.- Escribe un cuento cuyos protagonistas sean las letras del abecedario que cobran vida en un bosque encantado y envíalo, acompañado de un dibujo, al Concurso Literario del Grupo Leo. Apartado de Correos 3.008, 03080 Alicante. Indica tu nombre, apellidos, curso, colegio y número de teléfono particular.

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