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La Tiza Musical

Napoleón y la música

¿Cuánto sabes de la relación entre el arte musical y el antiguo emperador francés?

Napoleón y la música

La República era, sin duda, muy cruel. Pero todo el mundo confiaba en que acabaría pasando, y que tarde o temprano recuperaríamos nuestros derechos sin renunciar a sus conquistas. Bajo el Imperio, desaparecimos; lo perdimos todo, pues todo pertenecía a Bonaparte: «Ordené, vencí, hablé; mis águilas, mi corona, mi sangre, mi familia, mis motivos».

(François René de Chateaubriand)

Un año antes de Mayo del 68, los Beatles introdujeron como fanfarria introductoria en «All you need is love» los primeros acordes de «La Marsellesa», aportando así a la canción ese matiz de canto partisano, puesto del lado de los buenos ciudadanos. Napoleón Bonaparte prohibió dicho himno al proclamar el Imperio, a pesar de haberlo entonado siendo un joven general revolucionario.

Bonaparte reconocía a los grandes compositores aunque no simpatizasen con él. Durante el Sitio de Viena de 1809, mientras se sucedían los combates en las afueras de la ciudad, colocó una guardia especial en la casa de Joseph Haydn, anciano de 77 años, quien falleció durante el asedio. Haydn era más del Antiguo Régimen, tradicionalismo que lo había alejado del más brillante y napoleónico de sus alumnos: Beethoven.

Éste, efectivamente, fue el músico de la epopeya napoleónica y del entusiasmo que pudo infundir. Cuando reutilizó el tema del «Finale» de su ballet «Las criaturas de Prometeo» en la Tercera sinfonía, retomaba un motivo de la propaganda bonapartista presentado por primera vez en el poema Prometeo del italiano Vicenzo Monti.

Parece que concibió la sinfonía pensando en su establecimiento en París, como tarjeta de presentación. El entusiasmo por una nueva sociedad y un nuevo público que emana su música es comparable, hasta cierto punto, al provocado por el Concierto para piano nº 9, «Jeunehomme», de Mozart. Su dedicatoria a Bonaparte tachada marcó la distancia política que el músico había tomado con respecto al tirano, el cual había pervertido la causa de la Ilustración al revestirse de un poder demasiado personal. Precisamente, la música de Beethoven viene a corregir este abuso, planteado por Chateaubriand. Por primera y última vez, habla en nombre de todos, y para todos.

«La batalla de Vitoria» de Beethoven y la «Obertura 1812» de Chaikovski describen muy gráficamente sendas derrotas napoleónicas. La primera conmemora la de 1813, en Vitoria, de la mano del general Wellington. El enfrentamiento entre los dos ejércitos es descrito con la melodía francesa «Malbrough s´en va-t-en guerre» y la inglesa «Rule, Britannia!»; también se oye el «God save the King». Se estrenó en un concierto benéfico a favor de los heridos de guerra durante el Congreso de Viena.

La «Obertura 1812» fue un encargo de Rubinstein a Chaikovski para la Exposición de las Artes y la Industria. «La orquesta hará mucho ruido», dijo, «pero como la he escrito sin gran entusiasmo, probablemente no valdrá mucho...» El compositor también comentó que debía ejecutarse en el atrio de la iglesia de Cristo Redentor, construida para conmemorar la retirada del ejército napoleónico. Aparte de una orquesta considerable, debían repicar campanas y oírse cañonazos. Sin embargo, la obra se estrenó en una sala de conciertos, y sin cañonazos.

Pero volvamos a una época más cercana, 1974, a la canción «Waterloo», con la que el grupo ABBA ganó el festival de Eurovisión, y al verso que alude al destino inexorable del emperador tras su última batalla: «At Waterloo Napoleon did surrender».

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