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El señor Rutin pierde el «sí»

Pensó que eso podría aportar situaciones nuevas e interesantes a su existencia cotidiana

El señor Rutin pierde el «sí»

Al señor Rutin siempre le había gustado jugar con las palabras, hacer juegos con ellas, contar chistes a los gemelos; incluso de joven había escrito una pieza teatral que se titulaba «El hombre que se comía las palabras». Quizás fue el recuerdo de aquella obra de teatro lo que inspiró el nuevo cambio en su vida. En su papel de instrucciones apuntó: «A partir de ahora nunca diré la palabra «sí». Además tampoco podré utilizar sustitutos, como por ejemplo «afirmativo», o «hay», ni nada de eso. No podré decir sí con un movimiento de cabeza». Eso podría aportar situaciones nuevas e interesantes a su existencia cotidiana, se dijo.

Dicho y hecho. Al día siguiente se levantó muy temprano. Se duchó. Desayunó solo en la cocina y, cuando ya tenía casi preparado el desayuno para Saskia y los gemelos, los llamó con un toque de acordeón. «Ahora podré hacer la prueba», pensó.

Sirvió el café a su mujer. Puso la bandeja de tostadas en el centro de la mesa y dio un vaso de leche con chocolate a cada gemelo. Después se sentó a la cabecera de la mesa.

-Estás muy callado, Petrus -le dijo Saskia-. ¿No has dormido bien?

-He dormido bien -dijo él.

Saskia miró extrañada.

-¿Es que te has convertido en un loro?

-No, no, en absoluto.

-Papá, ¿has puesto el equipo de gimnasia dentro de mi mochila? -le preguntó Thor.

-Lo he puesto dentro de la mochila -respondió el señor Rutin.

Thor lo miró y después le dio un codazo a su hermano.

-Magnar, pregúntale algo a papá, lo que sea. A ver de qué manera responde -le dijo.

-Papá, nosotros vivimos en Visby, ¿verdad?

-Vivimos en Visby.

-¿Lo ves? Es muy extraño.

Y los dos gemelos se partían de risa. La que no se reía era Saskia, que miraba a su marido con cara preocupada.

-¿Estás seguro de que te encuentras bien, Petrus?

-No sufras, estoy bien.

Y por dentro, el señor Rutin pensaba que aquel cambio le estaba proporcionando nuevas experiencias. Aquello sí que funcionaba, se dijo.

A media mañana, ya en la recepción del hotel, entró un matrimonio mayor que venía de Götegog.

Buenos días, tenemos una habitación reservada a nombre de Larson. Nos la podría confimar, ¿por favor?

Consultó en el ordenador y encontró la reserva.

-Aquí tiene su reserva. Habitación 34. El botones le ayudará con sus maletas.

Había sido fácil .No había tenido que utilizar el «sí».

A la hora de comer, cuando el camarero le preguntó si quería albóndigas con salsa, el señor Rutin se mordió la lengua. Por poco se le escapa un «sí». Hubiera sido un desastre. Pudo parar a tiempo y dijo:

-No, no, prefiero el salmón ahumado y un vaso de vino blanco.

En realidad le hubiera apetecido otro menú.

¿Por qué hubiera sido un desastre que hubiera pronunciado «sí»?

En la nota de instrucciones de su cambio de vida, el señor Rutin había dejado escrita una condición: «Si se me escapa un «si» tendré que pagar una prenda. Meteré tres billetes de mil coronas en un botellín. Lo taparé con un corcho y lo arrojaré el mar Báltico». No era ninguna gracia equivocarse.

A la noche, en vez de hablar con Saskia prefirió hacer crucigramas.

-¿Quieres una taza de chocolate caliente? -le preguntó su mujer.

-No, gracias -dijo a pesar de lo que le gustaba-. Tengo el estómago mal.

A los diez minutos, Saskia le volvió a preguntar:

-¿Estás bien, Petrus?

-S... Estoy bien -«uf, un poco y pierdo tres mil coronas», pensó.

Ya en la cama bostezaba, y Saskia le dijo:

-Estás muerto de sueño, ¿verdad?

-No,no... Bostezo de hambre.

-¿No has cenado bien?

-He cenado bien.

-¡Ya vale! ¡Petrus, no respondas como un loro!

-Soy tu lorito. Pero no vengo de las Antillas. Soy un lorito sueco, qué curioso, ¿verdad?

Saskia se extrañaba del comportamiento de su marido. Le dio un beso y lo miró de reojo.

Ya en la cama, el señor Rutin repasó cómo había ido el día. Había estado a punto de perder. No podía despistarse. A pesar de todo su vida no había cambiado tanto.

Tenía que introducir una nueva medida y más atrevida. Entonces se levantó, se sentó en su escritorio y escribió:

«A partir de mañana suprimiré de mi vocabulario la palabra «no».Tampoco podré decir «negativo» o negar con la cabeza. La prenda es la de siempre: tres mil coronas a una botella que tendré que arrojar al mar Báltico.

Después de anotar aquella iniciativa se durmió y soñó aquella noche que decía «sí» tres veces y perdía nueve mil coronas. Más que un sueño, fue una pesadilla.

Extraído del libro «La nueva vida del señor Rutin»

Autor: David Nel·lo

Ilustraciones: Laura Pérez

Editorial Edebé

1.- ¿En qué obra de teatro se inspiró Rutin para realizar un cambio en su vida?

2.- ¿Cuál fue la primera experiencia a la que se sometió? ¿Qué impresión daba a los demás?

3.- Escribe un cuento de una persona que para cambiar de vida hace algo distinto y mándalo, acompañado de un dibujo, al Concurso Literario del Grupo Leo. Apartado de Correos 3.008, 03080 Alicante. Indica tu nombre, apellidos, curso, colegio y número de teléfono particular.

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