Ver a Vladimir Vasiliev sobre el escenario bailando Spartacus, de Jachaturián, marcó el camino que iba a seguir en la vida. Estudió con Víctor Ullate, bailó en numerosas compañías y, al final, como casi siempre, tuvo que salir de España y en 2006 se convirtió en el bailarín estrella del Ballet de la Ópera Nacional de Burdeos. Ahora Igor Yebra está volcado con su escuela y con seguir difundiendo la danza. Desde hoy hasta el domingo lo hará en el Auditorio de Teulada Moraira. Y el próximo mes de agosto, en el ADDA de Alicante.

Viene a impartir un taller y lo va a hacer con las esculturas de Quico Torres y con el chef Manuel Alonso.

Para mí un bailiarín tendría que ser un artista completo y tendría que conocer un poco todas las artes porque se comunica a través de la música y tiene que integrarla, al mismo tiempo tiene que transmitir historias como un poeta y dibujar figuras igual que un pintor en un lienzo y las esculpimos en nuestro cuerpo. Ahí estan todas las artes en una sola. Y creo que no exagero, es un compendio de todas las artes. No entiendo un bailarin que no siente una inquietud por el resto de las artes.Tampoco entiendo a un músico o un escultor al que no le gusten las otras artes. Y también quiero hablar de la alimentación que no dejamos de ser deportistas de élite y siempre tenemos que vigilar eso. Los bailarines tienen que comer bien, aunque hay mucho tabú en ese campo.

¿Un mal día anímico pero con buena preparación física da mejores resultados que una mente fuerte y un físico menos en forma?

Depende de lo que vayas a interpretar, pero es cierto que en la evolución del día a día, cuando realmente uno supera sus límites es en los malos momentos, si superas eso progresas y adquieres nuevos conocimientos. Siempre es mejor estar bien, pero entonces no evolucionaríamos.

Hace diez años abrió en Bilbao su escuela y también imparte muchos talleres. ¿Por qué esa vertiente pedagógica, para que haya mejores profesionales, seguro, pero también para que haya más público y más profesional también?

Me interesa más el lado social que el lado profesional. En la escuela hemos sacado algunos bailarines profesionales, pero no es eso lo que me mueve. Vivimos desgraciadamente en un país en el que la danza no está considerada. Pero algo que me ha dado tanto ha llegado el momento en que le quiero devolver lo que ha hecho por mí de forma real. Yo creo que tenemos la obligación, los que hemos conseguido recibir, de dar y me gustaría intentar que haya un cambio social, que la gente se dé cuenta, igual que en cualquier tipo de arte, de que es algo fundamental para la evolución del ser humano, el alma, los sentimientos, el conocimiento...

No es igual en otros países, que hacen una apuesta educativa por el arte.

En otros países es diferente. Pero es una culpa de todos. Nuestra, porque somos muy egoístas y prima mucho la individualidad. Y también porque por parte de los que están gestionando ha habido gente que lo ha intentado, pero la mayoría estaban en esos puestos como podían estar en otros. Los que estamos en el otro lado pues nos lo han ofrecido y nos hemos echado para atrás. Es un fallo de ambas partes. Hay que dialogar y sacar esto adelante, porque vamos por muy mal camino.

Además el domingo estrena Solo project. ¿En qué consiste?

Voy a hacer un solo inspirado y trabajado sobre una de sus esculturas de Quico y queremos que la gente intervenga y que nos proponga cosas, un movimiento, una música, porque ademas Quico va a traer obra suya para que la gente pueda verlas y tocarlas. Igual ese intercambio me conduce a mí hacia otro lado. Las cosas se hacen a través del diálogo y el intercambio de ideas.

La danza es desagradecida porque un bailarín le entrega su vida, con ocho o diez horas diarias de ensayos y preparación, y luego te abandona cuando eres aún muy joven. ¿Es así?

Lo puedes ver así o de otras maneras. Es cierto que es muy duro porque te abandona cuando puedes hacer miles de cosas todavía, pero yo lo veo de otra forma. Stravinski pensaba en la danza como el arte supremo. Y para mí también lo es porque nace y muere en el mismo instante en que se produce y eso es de una belleza impactante. Pero es también una gran tragedia, la naturaleza nos da este tipo de regalos maravillosos y al mismo tiempo crueles.

Por eso hace un par de años decidió que una retirada a tiempo es una victoria.

El ritmo lo sigo llevando. Más que nada es un cambio de registro, de escenarios. El ballet clásico necesita una fuerza en el cuerpo que te va abandonando y hay que ser inteligente y verlo. He tenido la fortuna de que he podido llevarlo adelante más tiempo de lo normal. Pero no es una decisión casi ni que tomas tú, la va tomando tu cuerpo y tu mente. Eso no quiere decir que dejo de bailar, es darle otro sentido al campo interpretativo.

¿Entonces es cierto que va a virar su trayectoria hacia la interpretación y va a ser actor?

Pues hay proyectos interesantes pero aún no pueden salir a la luz.

En España no hay compañía de ballet clásico aunque muchos de los grandes ballets del mundo tienen a españoles como bailarines principales, como ha sido su caso en el Ballet de la Ópera Nacional de Burdeos desde 2006.

Es la gran incongruencia y el gran sinsentido de este país. Tenemos un talento increíble. Somos como los países donde existen los diamantes, pero son otros los que los venden y se aprovechan de ellos. Eso demuestra lo que somos y dónde estamos. También es una cuestión de tradiciones y aquí la tradición ha sido la danza española. Pero poco a poco hemos cambiado mucho. Es verdad que hay un gran número de bailarines triunfando en ballets de otros países. Lo que me da pena es que ha habido generaciones que nos han abierto las puertas y están prácticamente olvidados, como Andratx Argüelles o Trinidad Sevillano.

Para cambiar eso habría que cambiar el sistema educativo primero porque en España es muy difícil compaginar estudios de baile o música con los establecidos.

Para cambiar el sistema educativo hay que hacer antes un cambio social. Y a partir de ahí cuando haya una demanda fuerte e importante se podrá hacer eso que es necesario e imprescindible y que es un cambio en las políticas culturales y educativas. A mí me respetan y me siento respetado por haber conseguido lo que he conseguido, pero yo eso no lo quiero. Yo quiero que se respete mi profesión, no unos nombres y apellidos.

Horario

Domingo 29

13:30 horas

Entrada libre