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1898. Los últimos de Filipinas

El final del imperio español

El final del imperio español

La célebre primera versión, convertida en todo un clásico del cine patriota y un auténtico canto al heroísmo de las tropas españolas, se erigió en uno de los títulos más populares de los años cuarenta. Ahora esa película, Los últimos de Filipinas que dirigió Antonio Román en 1945, recibe el honor, poco habitual en nuestro cine, del remake. Una nueva versión, en suma, que nos llega de la mano de un director, Salvador Calvo, que debuta con esta cinta en la pantalla grande después de varios años dedicados a las series y las tv movies.

Nos movemos en el mismo contexto histórico, en un año, 1898, decisivo para la historia de España porque representa el fin de las colonias de ultramar. Como prolegómenos del desastre, España se puso en guerra con Estados Unidos y la perdió, lo que supuso el fin de las últimas colonias. Ya no podría volverse a repetir la frase de que «en España nunca se pone el sol».

El objetivo era no perder todas las colonias. Perdidas ya Cuba y Puerto Rico, ahora se trataba de defender Filipinas. Baler es una aldea situada en plena selva sin ningún tipo de conexión con Manila, la capital. En esta zona se está desarrollando, bajo el mando de un tal Luna Novicio, un movimiento de resistencia que pelea por la rendición de los «castilia», que es como llamaban a los españoles.

En la noche del 4 al 5 de octubre de 1897 el destacamento español (50 hombres) fue asaltado. Tan sólo 13 quedaron con vida. Los jefazos de Manila decidieron que no había que rendirse y enviaron a otro grupo de 50 hombres. Pasadas unas semanas llega un jinete, un correo español, que les cuenta que ha venido por tierra porque la flota americana ha destrozado a la armada española. «No sé lo que ha ocurrido en Manila pero aquí vamos a pelear hasta el último hombre». A partir de aquel momento los tagalos ofrecen múltiples ocasiones para que los españoles depongan las armas pero éstos, a pesar de que no tienen comida ni van a tener más suministros, se niegan y se refugian en la iglesia de Baler.

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