Reflexiona sobre el odio, la venganza, el arrepentimiento o la locura que generaron años de violencia y supone el reencuentro con el director vasco Imanol Uribe después de Miel de naranjas y La carta esférica. Profundamente interesado en el tema del terrorismo en Euskadi y de la violencia de ETA, ya dirigió varios títulos relacionados con el mismo en su opera prima, el documental El Proceso de Burgos (1979), en La muerte de Mikel (1984) y Días contados (1994). Esta cinta, precisamente, tenía que haberse rodado en 1995, cuando Uribe cerró el ciclo de Días contados y comenzó a trabajar en un proyecto titulado en principio La casa del padre y que estaba localizado en la Costa Brava.
Desgraciadamente y como sucede muy a menudo en el cine, la cinta ingresó muy pronto en el cajón de las películas aplazadas sine die porque su director consideró que no se daban ni las condiciones ni las circunstancias para abordar en aquel momento un tema de esta naturaleza.
