Es un thriller de suspense, que intenta reflejar el mundo de hoy y es, también, el retrato de la pérdida de la inocencia. Para la directora, la catalana Mar Targarona, en nuestro mundo ya no hay buenos ni malos, sino personas con debilidades, con ambiciones y egoísmos que las han convertido en los que son. Secuestro es su segunda película, tras Muere mi vida que fue en 1996 su ópera prima. Desde entonces, Targarona ha ejercido de productora y ha dirigido miniseries de televisión.
Patricia de Lucas es una prestigiosa abogada, que ve cómo su vida se convierte en una pesadilla cuando su hijo Víctor desaparece del colegio sin dejar ningún rastro. Horas más tarde, el niño reaparece magullado y perlado en sudor confesando que un hombre le ha intentado secuestrar, pero que ha logrado escapar. La policía se moviliza y tras una rueda de identificación con Víctor logran dar con el aparente responsable. Sin embargo, las pruebas no son suficientes, y el presunto secuestrador queda en libertad. Es entonces cuando Patricia, asustada y temiendo por su hijo, decide hacer lo que no ha hecho nunca: tomarse la justicia por su cuenta. Pero la situación se le escapará de las manos y las consecuencias de sus actos serán imprevisibles?
La película, según declaró la realizadora, parte de una serie de reflexiones a las que es difícil dar respuesta: «¿Podemos culpar -señaló- a una brillante abogada que después de años de ser abogada de oficio, defendiendo a criminales de poca monta, violadores o rateros, sabiendo que son culpables, decide defender al mismo tipo de clientes, pero ganando mucho dinero? ¿Cuáles son las fronteras éticas de nuestro sistema?».
Por otra parte, la cinta se hace las eternas preguntas de si el fin justifica los medios, qué podemos esperar de los demás y si puede el amor maternal saltarse todos los códigos de conducta para defender al hijo en peligro.
