Aborda cuestiones como el pueblo de origen, la herencia, la casa familiar que hay que vender, los reencuentros y las disputas y los antiguos amores, un género recurrente en el cine francés que el veterano director galo Jean-Paul Rappeneau renueva jovialmente en una película que supone su vuelta a la actividad profesional trece años después de haber dirigido Bon voyage y convertido ya en cineasta octogenario. Aunque siempre ha espaciado sus películas, con intervalos de alrededor de cinco años entre una y otra, aquí ha doblado ese periodo porque, según sus propias palabras, durante este tiempo ha habido una película que no he llegado a hacer, una película que le llevó mucho tiempo escribir y preparar, pero se canceló dos meses antes de empezar a rodar por falta de presupuesto.

«Es la primera vez que me pasa, así que pasé por una etapa de depresión. Comprendí que la industria del cine ha cambiado, que las películas que me encantaría hacer costarían mucho dinero hoy en día y, por eso, empecé a buscar temas más sencillos. Me acordé de una historia que solía contar a menudo, pero contaba solo la primera parte. Es la historia de un hombre que viaja al sur de Francia con una mujer que podría ser su prometida, o alguien nuevo en su vida. Los dos van a la Riviera francesa y por el camino se dan cuenta de que no están muy lejos del lugar donde crecieron. Entonces, él le dice a la mujer: 'Vamos allí, te llevaré a la casa donde vivía'. Van y encuentra la casa, pero todo ha cambiado y ahora vive en ella una joven», explica el director. La película ha sido acogida con elogios por la crítica.