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Julieta

La culpa y el dolor, según Almodóvar

La vigésima película de Pedro Almodóvar está protagonizada por Emma Suárez y Adriana Ugarte

Pedro Almodóvar en un momento del rodaje de «Julieta»

Es una historia de dolor, y de la superación de ese dolor que nunca es absoluta. El dolor por una ausencia, que no es una tragedia propia, sino la de alguien con quien ha convivido la protagonista. Así define el realizador Pedro Almodóvar Julieta, su última película, que llega ahora a las pantallas. Lo hace después de tres años de inactividad y tras el indudable traspié de Los amantes pasajeros y la acogida poco calurosa de La piel que habito. En todo caso, un regreso del cineasta manchego al drama y al cine abiertamente de mujeres que se titulaba en principio Silencio pero que se convirtió en Julieta al saber Almodóvar que la última cinta de Scorsese se denominaeía The silence y coincidirá con ella en su explotación comercial y en hipotéticos festivales.

Con la habitual parquedad de datos que suele acompañar cada nueva película de Almodóvar, con secretismo que resulta obsesivo, es difícil profundizar en el universo de Julieta y en sus personajes. Lo único que se ha filtrado del argumento es una reducidisima sinopsis. En ella se deja constancia de que, por casualidad o no, la vida de Julieta en los años ochenta fue una gran época, la mejor. Pero en la actualidad, su existencia es una catástrofe sin solución, una lucha por sobrevivir al borde de la locura. Solo un milagro la salvará. Y los milagros a veces ocurren.

Rodada en escenarios que nos llevan desde las Rías Altas gallegas, a la Sierra de Huelva y desde Madrid a los Pirineos aragoneses, una vez más la mujer, en efecto, se erige en motor de la trama. Ahora se llama Julieta, interpretada por dos actrices, Emma Suárez y Adriana Ugarte, luchando por sobrevivir al borde de la locura, y rodeada de un coro de secundarias esenciales en la historia. Así, Inma Cuesta es la amiga fiel e infiel; Rossy de Palma, la sirvienta arisca y competitiva; Nathalie Poza, la intransigencia y la superioridad moral; Pilar Castro, una casual compañera de viaje, liberal estilo gauche caviar; Michelle Jenner, la amiga de la infancia, editora de complementos de una revista de moda; Darío Grandinetti, el amante adulto, y Susi Sánchez, la madre y abuela ausente y omnipresente. Daniel Grao es el hombre, un pescador gallego, y Joaquín Notario el padre de Julieta. Y la joven Blanca Parés, hija del pescador y Julieta. Lo que nos muestran los fotogramas son treinta años de la vida de la protagonista, desde el año 85 del siglo pasado hasta el actual 2015. Todo ello a partir de cuestiones tan afines al realizador como el complejo de culpa y de ese misterio insondable que nos hace abandonar a las personas que amamos, borrándolas de nuestra vida como si nunca hubieran significado nada. Lo que sí es cierto buena parte de sus admiradores aseguran que su cine, que ha ganado mucho en medios, ha perdido frescura con los años.

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