Me llamo barro... es el título de la exposición de Lourdes Murillo (Badajoz, 1964) que presenta en El Campello, una colección guiada por la poesía y vivencias de Miguel Hernández. «No se trata de ilustrar los versos sino de recrear semblanzas de ellos», apunta la artista, que añade que su intención es «reflejar la memoria desde lo físico, la evidencia del objeto la hace presente. Son fragmentos humildes de la vida rescatados del olvido».

Murillo considera que con los materiales también se puede pintar: alfileres de cabeza negra a saber de qué luto, agujas de coser sacas de lana, rastros de números, argollas oxidadas, llaves que no abren puertas, papelillos de fumar que nunca ardieron, sobres que anhelan un matasellos, retratos deshilvanados, hiladillos, cartas de caligrafía hiriente, madejas de hilo, cáñamo? Se trata de aunar el mundo del campo con el de la costura. Pequeñas cosas cotidianas sacadas de contexto y apenas manipuladas. Piezas que poseen la certeza del desgaste del tiempo acumulado que son las últimas obras que salen de su antiguo estudio, una casa familiar de finales del XIX.