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Ave César

Humor y drama en el Hollywood de los mitos

Los cuatro veces oscarizados Joel y Ethan Coen escriben y dirigen esta película

Scarlett Johannson, estrella de la sincronizada.

Es una comedia que recrea los últimos años de la edad de oro de Hollywood que han escrito y dirigido los ganadores del Óscar en cuatro ocasiones Ethan y Joel Coen y que ha contado con un reparto plagado de estrellas encabezado por los oscarizados George Clooney, Frances McDormand y Tilda Swinton, junto a Josh Brolin, Ralph Fiennes, Scarlett Johansson y Channing Tatum.

Todo acontece cuando la mayor estrella cinematográfica mundial desaparece en pleno rodaje y sus secuestradores exigen un enorme rescate para entregarle sano y salvo. En semejante trance, hará falta el poder de los grandes nombres de Hollywood para resolver el misterio de su desaparición. Naturalmente, los hermanos Coen han construido una historia cómica que abre el telón y descubre el inesperado humor y el drama que se esconden entre las bambalinas de Hollywood.

Eddie Mannix es el solucionador de problemas de un gran estudio de Hollywood. Pero se topa con la mayor crisis de su carrera; uno de los actores más rentables del estudio, Baird Whitlock (Clooney), ha sido secuestrado en pleno rodaje de la última epopeya de romanos titulada ¡Ave, César!. El trabajo del siglo ha sido reivindicado por un misterioso grupo que se hace llamar «El futuro». Si el estudio no les entrega 100.000 dólares, puede despedirse de su gran estrella.

La cinta ha sido considerada como un homenaje a la era dorada de Hollywood, una carta de amor a los grandes estudios de entonces salpicada con un toque de ironía. Es, desde luego, un canto a la factoría de sueños, al tiempo que abre el telón para revelar el poco halagador funcionamiento de la industria del cine en su apogeo. La comedia transcurre en los años cincuenta, un periodo en el que la espléndida fachada de la industria cinematográfica empezaba a agrietarse. Los grandes estudios se habían visto obligados a vender una de sus grandes bazas, las salas de cine, y se enfrentaban a la llegada de un nuevo rival, la televisión. Tampoco eran ajenos a los cambios políticos y sociales posteriores a la II Guerra Mundial, entre los que podemos incluir la histeria producida por el «peligro rojo» y la Guerra Fría.

Hollywood respondió a las amenazas, reales o imaginarias, ofreciendo al público enormes producciones escapistas, como las epopeyas bíblicas, con miles de figurantes en pantallas panorámicas, atrevidos musicales en tecnicolor, auténticos espectáculos acuáticos al estilo de Busby Berkeley, así como un sinfín de películas del Lejano Oeste y sofisticados dramas de salón. La maquinaria, perfectamente engrasada, funcionaba como un feudo propiamente dicho, con los jefes de los estudios controlando cualquier aspecto de la vida profesional y privada de los actores. No importaba el coste, ante todo había que mantener la ilusión del glamur.

«Hoy en día -declaró Scarlett Johansson- estamos acostumbrados a saberlo todo de las estrellas y las celebridades, a escarbar en los oscuros pozos de sus vidas privadas. Pero entonces, el público quería creer que las estrellas eran tan ideales como la imagen que se daba de ellas. Los estudios hacían todo lo posible para proteger a sus 'posesiones'. Los actores eran una propiedad: firmaban contratos que les ataban para toda la vida a un solo estudio, que podía 'prestarlos' a otro estudio. El sistema tenía su lado bueno y malo. Por una parte, los estudios cuidaban de sus actores; por otra, podía llegar a ser sofocante».

El personaje de Mannix es una fusión entre el auténtico Eddie Mannix y Howard Strickling, los famosos fixers de MGM. En la película, Mannix se pasa el día apagando incendios: desde algún desliz sexual, hasta convencer a líderes religiosos para que aprueben el último gran espectáculo bíblico. «Su trabajo consistía en rescatar a un actor en plena borrachera en San Diego y pagar a todos a los que había ofendido, o convencer a alguien gay para que se casara», explicó Ethan Coen.

Pasaban los años y siempre que algún periodista le preguntaba qué proyectos tenía en mente, salía a relucir ¡Ave, César!. Joel Coen confirmó el tema. «Es verdad. Al final, con tanta gente preguntándonos por la película, decidimos sentarnos y empezar a escribir el guión. Además, el tiempo apremiaba. Si esperábamos más, todos los actores que queríamos estarían demasiado viejos para los papeles», añadió.

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