Mezcla el miedo psicológico y la belleza gótica situando el terror a la altura del más oscuro cuento de hadas y supone el regreso del cineasta mexicano al género que él mismo ayudó a definir creando un romance que recuerda a los mayores triunfos de este tipo de cine. Para eso Guillermo del Toro se apoya en imágenes espectaculares, personajes fuertes y diversos, valiéndose de interpretaciones que pretenden estar llenas de emoción, así como en una historia que intenta mantener la tensión hasta el final. Dos años después de Pacific Rim y tras haberse forjado un prestigio internacional con títulos de la categoría de su opera prima Cronos, de Mimic, El espinazo del diablo y, sobre todo El laberinto del fauno y las dos entregas de Hellboy, el espectador se siente sumergido en un universo fantástico tan personal como insólito y de una concepción estética notoria.
Una joven escritora norteamericana, Edith Cushing, se enamora de un apuesto inglés, Thomas Sharp, que ha llegado a la ciudad en busca de financiación para futuros negocios. Cuando el padre de la joven muere en extrañas circunstancias, Thomas convence a Edith para que le acompañe a su lujosa mansión familiar, Allerdalle Hall, una enorme propiedad de estilo gótico escondida en los montes de Inglaterra y plagada de misterios y peligros. La verdad oculta en ese escenario se encuentra entre el deseo y las sombras, el misterio y la locura.
«Esta película es mi tentativa -declaró Del Toro- para regresar a los clásicos. Durante un periodo de la Era Dorada del cine se produjeron películas como El castillo de Dragonwyck, Alma rebelde y Grandes esperanzas, que en los años 50, 60 y 70 acabaron cayendo en el olvido. De hecho, han transcurrido unos treinta años desde que se realizó un romance gótico a esta escala, y me enorgullece reabrir esta puerta.
«La cumbre escarlata está diseñada para ser espléndida y preciosa, no solo como azúcar para la mirada, sino también como proteína para la mirada. La película cuenta la historia de los personajes a través del entorno y los decorados, que reflejan sus sentimientos y pensamientos más profundos. Asimismo, el maravilloso vestuario ayuda a los elementos temáticos que pueblan la cinta a cobrar vida. Por su belleza pictórica, esta película es, de todas las que he creado, una de mis favoritas».
Durante el proceso de escritura, Del Toro y su colaborador habitual Matthew Robbins se inspiraron en novelas como Cumbres borrascosas, de Anne Brontë; Grandes esperanzas, de Charles Dickens; Rebecca, de Daphne du Maurier, y El castillo de Dragonwick, de Anya Seton, a cual más escalofriante. El director dijo que «en un romance gótico siempre hay una espléndida historia de amor, elementos sobrenaturales, escenas que ponen los pelos de punta... y si lo combinamos todo, obtenemos una película realmente preciosa».
Para Del Toro, una historia de este tipo puede contener fantasmas y castillos medio en ruinas, así como «los adornos de una película de terror», pero el corazón será una historia de amor clásica con un «personaje central de aspecto virginal que descubre un secreto, un tesoro, un pasado oscuro, y que emerge transformado por la experiencia». A pesar de las tenebrosas connotaciones de la historia, la naciente relación amorosa entre Thomas y Edith posee una cualidad lírica. Y si el amor es un tipo de locura, entonces todos los personajes de la historia son presa de dicha locura.
Según del Toro, la película es 3el cuento de hadas más oscuro», y ya se sabe que en la receta clásica siempre hay un personaje que llega a la madurez. «Está en Alicia en el país de las maravillas, en La reina de las nieves, en los cuentos de Oscar Wilde o de Hans Christian Andersen», explicó el director. La historia es el recorrido hacia la independencia. A través del rito de iniciación, el personaje realiza «un viaje por la oscuridad... a través de un espacio geográfico, a través del mar, hacia el mundo subterráneo».
