Transporter Legacy pretende ser un thriller de alto voltaje lleno de giros inesperados y efectos tecnológicos sorprendentes que se ufana de llevar la exitosa saga Transporter a un nivel todavía más explosivo. Aunque el título sugiera que estamos ante un nuevo renacer de la serie Transporter, que comenzó su andadura en 2002 y que parecía haber puesto fin a la misma en 2008 tras el rodaje de la tercera entrega, la realidad indica que lo que se nos ofrece es algo muy distinto que, eso sí, utiliza el mismo reclamo y está avalado por idéntico productor, el hiperactivo Luc Besson. Pero también ha cambiado al director y, lo que es más importante para el público, al protagonista, que ahora es el poco conocido Ed Skrein, un inglés al que solo se ha visto en Sword of vengeance y Tiger House, sustituto del popular Jason Statham. La violencia y la acción siguen estando a flor de piel y son en gran medida sus señas de identidad, pero hasta el nuevo director, un Camille Delamarre que rueda aquí su segundo largometraje, tras La fotaleza en 2014, declaró que ésta es una historia totalmente distinta. Skrein, lidiará con mujeres con sed de venganza, peleas callejeras espectaculares y persecuciones que, en su opinión, cortan el aliento. Es más, aseguró estar encantado con el viaje de su personaje por las oscuras callejuelas del sur de Francia. «Soy un pacifista, pero si el guión dice que tengo que meterme en una bronca y salir victorioso, me lo paso bomba».
En los bajos fondos de la Costa Azul es bien sabido que no se puede contratar mejor piloto que Frank Martin, un tipo de pocas palabras y apariencia tranquila que transporta lo que se le pida, siempre que el presupuesto le cuadre y siempre que se cumplan tres reglas muy sencillas: no se dan nombres, no se hacen preguntas y no se renegocia. Pero su estricto código de conducta se irá al traste por culpa de una bella mujer fatal llamada Anna y su encargo: pilotar el coche en el que huirán de un banco tras un ingenioso atraco.
