Presentada en los festivales de Venecia y Toronto y dirigida por David Gordon Green, cuyo título más popular en España fue Superfumados, nos trae de nuevo como protagonista, solo unas semanas después de que lo viéramos en La sombra del actor, a un veterano Al Pacino de 74 años que se encuentra más en forma que nunca. Retrata la figura de A.J. Manglehorn, un ex convicto que 40 años atrás renunció a la mujer de sus sueños a cambio de dar un gran golpe. Ahora reside de manera humilde y discreta en una pequeña localidad, viendo pasar los días en soledad. Hasta que su pasado sale a la luz sorprendiendo a sus vecinos. Considerada como un mosaico de estados de ánimo, misterios, magia y melancolía, tiene como coprotagonista a una actriz ganadora también del Oscar, Holly Hunter.
A.J. Manglehorn no se ha recuperado de perder el amor de su vida. Fijado en su memoria, se siente más cerca de su amado gato que de la gente que le rodea y prefiere encontrar consuelo en su trabajo y rutina diaria. Todavía conserva tenues conexiones humanas, manteniendo contacto intermitente con su hijo (Chris Messina), teniendo el mérito de haber establecido una cautelosa amistad con una mujer bondadosa que trabaja en el banco local. Ahora este hombre solitario tiene la posibilidad de un nuevo amor, encontrándose en una encrucijada entre quedarse empantanado en el pasado y abrazar el presente. Tocado por la marca única del director David Gordon Green, Manglehorn ha sido catalogada como una película conmovedoramente humanista, el retrato de un hombre de una gran simpleza sentimental. La vida de A.J. Manglehorn está sumida en la soledad. En el exterior, en tanto cerrajero, se dedica a abrir las puertas de las personas que perdieron las llaves, así como a alimentar a su gato, Fanny, disfrutando de su hígado con cebollas en la cafetería cercana y semanalmente con charlas con la amigable cajera del banco. Su vida interior es cualquier cosa menos simple. Hombre con fondo misterioso de corazón roto, envía a diario cartas a su amor perdido desde hace 40 años. Cada día abre su buzón de correo -custodiado por una colmena de abejas- para ver si, por casualidad claro, le han contestado.
