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Misión imposible: Nación secreta

Acción y espectáculo sin rasgos de crisis

La popular saga de películas protagonizadas por Tom Cruise alcanza su quinta entrega

Acción y espectáculo sin rasgos de crisis

Es el nuevo regreso de uno de los iconos del cine de acción de las últimas décadas, el agente secreto Ethan Hunt, incorporado de nuevo y por quinta vez por un actor que ha cimentado buena parte de su prestigio en esta serie, Tom Cruise. Lo que en principio se planteó como una versión poco fiel a la serie homónima de televisión, producida por Bruce Geller y con Peter Greaves en el papel de James Phelps, que triunfó en todo el mundo a finales de los sesenta y comienzos de los setenta, es hoy ya y por derecho propio una garantía inequívoca de acción sin tregua llevada a sus últimas consecuencias. Ahora nos topamos con un punto de partida desolador, ya que con la FMI disuelta y Ethan Hunt abandonado a su suerte, el equipo tiene que enfrentarse contra el Sindicato, una red de agentes especiales altamente preparados. Estos grupos concienzudamente entrenados están empeñados en crear un nuevo orden mundial mediante una serie de ataques terroristas cada vez más graves. Ethan reúne a su equipo y une sus fuerzas con la agente británica renegada Ilsa Faust, quien puede que sea o no miembro de esta nación secreta, mientras el grupo se va enfrentando a su misión más imposible hasta la fecha.

Lo más curioso de esta saga es que no ha perdido capacidad de convocatoria ni la más mínima intensidad desde que surgió en 1996 la primera entrega, especialmente cuidada tanto en el plano técnico, con un realizador de la talla de Brian De Palma al frente, como en el del reparto, con figuras del calibre, junto a Tom Cruise, de Jon Voight, Emmanuelle Beart. Kristin Scott Thomas, Vanessa Redgrave y Jean Reno. Fue en ella donde se forjaron las bases del relato que serviría de elemento motriz a la historia. Phelps, incorporado por Voight, era el hombre encargado de reunir a los miembros de un grupo de espías decididos a enfrentarse a una misión ciertamente imposible. Lo demás, incluido el ambiente en el que se mueven lo personajes -que no es de guerra fría-, modificaba por completo el modelo televisivo. Ahora los miembros de este grupo han de impedir que un exagente soviético saque al mercado un disquette que contiene los nombres de los espías occidentales.

La capacidad de reacción de los productores no se puso en entredicho y en 2000 apareció la segunda parte, que tenía como factor clave la presencia en la dirección de un maestro de Honk Kong de las artes marciales y del cine vibrante y con un ritmo frenético, John Woo. Con él al mando, el producto no perdía ni un ápice de ritmo y de frenesí. La trama seguía unas pautas, sin duda, convencionales, pero fulminaban el aburrimiento o los tiempos muertos. Seguíamos empeñados en la lucha de un grupo de espías decididos a impedir que saliera a la luz el consabido disquette con los nombres de los espías occidentales. Para ello era fundamental actuar en una fiesta diplomática en Praga.

Ya en plena órbita, seis años más tarde arribó Misión imposible 3, cuya nota de distinción más elocuente era que estaba dirigida por un novato J.J. Abrams. Había algunas dudas respecto a la suerte que correría la saga en sus manos, pero en ningún caso puede hablarse de decepción o de tropiezo. Abrams no sólo estuvo correcto, aunque sin demasiada creatividad, sino que supo controlar un casting magnífico al que se incorporaba el malogrado Seymour Philip Hoffman junto a Ving Rhames y Laurence Fishburne. El argumento, eso sí, no exigió, por supuesto, un reto a la imaginación de los guionistas. Había, no obstante, una ligera novedad y es que Ethan Hunt renunciaba a sus actitudes individualistas y volvía a actuar con sus compañeros de IMF para llevar a cabo la que era su misión más peligrosa y terrible, puesto que en ella estaba implicada la persona a la que más quiere, su esposa Julia.

La cuarta y penúltima entrega, Misión imposible: Protocolo fantasma, tampoco generó motivos para la crisis o la decepción, a pesar del riesgo que en teoría corría una cinta dirigida por un realizador, Brad Bird, que solo había firmado largometrajes de animación, en ningún caso con personajes reales. Pese a ello, la película era de las más espectaculares de la serie, con una escena espléndida rodada en la torre Burj Khalifa de Dubai, el edificio más alto del mundo, con lo que los fans de la serie no se sintieron defraudados. Los escenarios naturales, por otra parte, de Moscú, Praga, Dubai y la India aportaban ese vigor visual que tanto refuerzan este tipo de productos.

Y con estos antecedentes se llega, justamente al cumplirse el vigésimo aniversario de su nacimiento, a la quinta parte, Misión imposible: Nación secreta, que reitera lo que es un hecho, que ningún director repite y que los productores, con Cruise a la cabeza, apuestan por la renovación. El que toma la batuta aquí es Christopher McQuarrie, que había dirigido dos títulos previamente, Secuestro infernal y Jack Reacher, esta última, por cierto con Cruise de protagonista. Con escenarios, sobre todo, marroquíes, Ethan Hunt debe unirse a sus colegas para eliminar el Sindicato, la organización criminal más peligrosa y empeñada en destruir al IMF.

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