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Vivir: ¿Una maravillosa odisea?

Pintando la vida

Me propongo hacerlo repartida en cuatro estaciones. Hay una preciosa obra con ese título de Giuseppe Arcimboldo y otra de Vivaldi. Pero hoy no toca hablar de música, sino de pintura.

Sabe que la infancia es una fase en la que está presente el crecer, entonces todo se hace más grande. En ella predomina el juego, pues el tiempo de reflexión no ha llegado aún, somos inmaduros. Se busca el placer y el disfrute, los niños son grandes receptores de cariño, y a la vez pueden darlo. Realmente la sonrisa de un niño es algo muy bello. Entonces todo nos parece fácil, y se nos dirige en todo. Es una fase en la que somos baratos, se nos compra con todo, y muchas cosas nos hacen felices.

Entonces el cielo está nítido, por ello predomina el color azul claro.

Luego pasamos a ser jóvenes, persiste el crecimiento, y también el descubrir. Todo es como nuevo, y lo material no es aún lo importante. La mayoría de los jóvenes son ricos en amigos, el juego continúa siendo importante y en ocasiones se inicia una vida deportiva. En una fase de esa juventud, la adolescencia, descubrimos el sexo y lo que ello conlleva. Empezamos a ilusionarnos con el futuro y a conocer lo que podrá ser y lo que no podrá ser. Aprendemos, a veces con dificultad, que el esfuerzo suele ser preciso en la vida, y lo que son los valores. La adolescencia mezcla ingenuidad, sorpresa y satisfacción. Con frecuencia asumimos riesgos, a veces innecesarios. Pero plenitud puede ser un adjetivo que la caracterice. Todo puede ser divertido, queremos probar lo nuevo, nos gusta movernos, es fácil ilusionarnos, empezamos a aprender lo que cuestan las cosas. En esa fase de nuestra vida predomina la pasión, somos osados, tanto que incluso a veces buscamos el peligro. Cuando eres joven dejas de crecer, pero sólo en el cuerpo pues sigues haciéndolo en tus sensaciones y ambiciones. Descubres el sexo.

En esta fase el día brilla, el sol ha salido y predominan los tonos amarillos.

Avanzamos hacia la madurez, que es un momento de realizaciones, de alcanzar alguna de nuestras metas; aprendemos que el azar existe en la vida. También consolidamos valores. Para muchos es época de grandes responsabilidades, y no sólo laborales. Puede que nos hallamos casado e incluso que tengamos hijos. Debemos volvernos maestros, y a la vez guardianes, para proteger a nuestra familia y entorno o directores de nuestros hijos, y a veces proveedores. Hemos desarrollado la mayoría de nuestras capacidades, y la vida nos exige que las apliquemos. La sensatez se impone. Lo que no significa que la apliquemos. Muchas cosas nos parecen importantes, decisivas. Es tiempo de asentarse, de estabilidad. Empieza a costarnos cambiar, y conocemos mejor el valor de las cosas. Es el momento de ordenar nuestras preferencias y valores.También aprendemos que el azar, lo que llamamos suerte, y que puede ser en las dos direcciones (la buena y la mala), impregna nuestras vidas. No todo es previsible, ni programable.

Es momento de plenitud, y para pintarle debo utilizar el rojo, que es un color potente, o el verde que dicen significa la esperanza.

A continuación llega la senectud, un periodo en el que predomina la reflexión; los recuerdos nos acompañan y con frecuencia miramos hacia atrás. Otras veces hacia dentro, nos conocemos mejor, aceptamos nuestras limitaciones y reconocemos nuestros errores. Es el momento en que nuestra sabiduría, es decir, las experiencias que nos quedan después de haber vivido, es mayor. Es una fase de acumulo, y no sólo de saberes o experiencias, de amigos y puede que de bienes materiales. Pero con ella nuestros órganos pierden capacidad, llegan incluso a atrofiarse, perdemos pelo, visión y a veces memoria. Seguramente somos ricos en aceptación. Dicen que para llegar a ser un buen anciano se precisan muchos años de preparación. También que todos queremos llegar a viejos pero que cuando estamos cerca lo tememos.

En este período se relativiza todo; muchas cosas pierden la importancia que les habíamos atribuido. Preferimos los pocos cambios, y disminuyen nuestros movimientos. Nos hacemos más conservadores, y a veces nos reafirmamos en nuestros valores previos. De jóvenes aprendemos, pero de viejos sabemos. Por ejemplo, que no todo lo que puede hacerse, debe hacerse. Para muchos es el declinar del sexo, y también entender que la felicidad suele ser algo temporal. Dicen que en las sociedades sabias debes acudir al rico para conseguir dinero, y al anciano para los buenos consejos.

Algunos, por lo general inteligentes, asumen que están en una nueva fase y pueden iniciar nuevos proyectos. Otras veces las limitaciones nos superan.

Puede que a esta fase algunos la dibujen de oscuro, la pinten de negro. Yo me quedo con un color azul intenso o a lo sumo violeta.

En la vida ya no hay más fases, ignoramos si algo sigue después. Puede que para muchos esa ignorancia haya condicionado toda su vida. Se han apoyado en la fe para transitar por los caminos que la definen. Eso, aunque nuestro gran Machado explicó que caminos no hay, que se hace camino al an

No sé qué le parece el cuadro. Creo que ha quedado demasiado solemne, muy serio. He olvidado poner los toques de color chistoso, pues la realidad es que las anécdotas, las bromas, impregnan nuestras vidas; están presentes en todas las fases y nos la alegran. Por ejemplo, que es un insensato el que siendo joven no pone su corazón a la izquierda, ni el que siendo anciano no pone su cartera en la derecha.

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