n Estaba cerca de las fiestas de Pascua y he viajado de Alicante a Estepona y he disfrutado de múltiples circunstancias que les comento.

Somos increíblemente hábiles para denostar a nuestros vecinos. No sé quién dijo la primera vez lo de «alicantino, borracho y fino», sospecho de alguien en alguna población vecina. O eso otro de «Carcaixent, buen pueblo y mala gent».

Me ha sorprendido dónde vive la gente, unos en Marbella pero otros en Alcantarilla, Hondón, Mula, Jabalí, o Sangre negra, perdón, Sangonera, cuyo nombre al parecer le viene porque hubo una guerra, con guerreros heridos, que sangraron sobre un riachuelo, y el agua bajaba negra.

He pasado por Loja, de la que dicen que «la que no es puta es coja, y la que no anda renqueando», eso después de pasar por Antequera de la que dicen: que «ni mujer ni montera». Y También por Archidona, y me vino a la memoria la historieta de su célebre cipote, del que hablaba Cela. ¿Recuerda de qué iba?, ya se lo he comentado. Narraba la historia de un muchachote que en la oscuridad de un cine era masturbado por su pareja, eyaculó con potencia y llenó de esperma a muchos de sus vecinos.

También he tenido la ocasión de ir a Bena Jhavi, un bello pueblo de nombre fuertemente árabe, pero en el que asienta la urbanización probablemente más rica o lujosa de España. He estado cerca de Marchena, de la que dicen que «ni el agua es buena».

He llegado a Estepona, cuyos habitantes son los que esteponeros, pero también se llaman «culitos mojaos». He oído comentar a la gente varias versiones sobre el particular, y son las que sucintamente a continuación enumero. La versión más antigua, popular y extendida, dice que el mote proviene de que allí a las brevas, para que maduren más temprano y así puedan tener un mejor precio en el mercado, se les unta el culito con un algodón impregnado de aceite.

Otra cuenta que hace muchísimos años existía en la playa un poblado de humildes chozas habitadas por pescadores. Sus moradores, por higiene, hacían sus necesidades en la orilla de la playa, para que al subir el agua de las olas arrastraran los excrementos mar adentro. Por lo que en algunas ocasiones el agua llegaba a mojarles el trasero.

Otro me dijo que los llamaban «culitos mojaos» debido a que los carreros que transportaban en sus vehículos la arena para las obras al ir sentados sobre ella, suelta o en sacos, se les humedecía esa zona.

Y la última versión es la que refiere que cuando los residentes de los entrañables pueblos vecinos de la serranía, al llegar al puerto de Peñas Blancas, se quedaban extasiados al contemplar en la distancia, allá abajo, aquella blanca pequeñita y diminuta villa de Estepona, que parecía de juguete, y que por simple ilusión óptica, daba la impresión de que sus cimientos estuviesen sumergidos en las azules y límpidas aguas de nuestro Mediterráneo, y que eso hacía posible que se les mojasen las posaderas a los esteponeros. Sabe que dicen en andaluz que «el de Jerez, ez como ez».

Somos un país de fuertes tradiciones, muy especialmente en las fechas de procesionar pasos con imágenes, al verlos muchos lloran de emoción, otros lo hacen si las lluvias han impedido que puedan salir. Estaba recordando de una tradición que no sé si conoce, es la de los lunes de aguas. Nació en el siglo XVI, en Salamanca. Allí la guardia real expulsaba de la ciudad a las meretrices, lo hacía para que los salmantinos no cayeran en pecado durante cuaresma, concretamente el miércoles de ceniza. Al acabar la semana los estudiantes iban a buscarlas y cruzando el río Tormes las devolvían a la ciudad, y lo celebraban comiendo un hornazo, que era una especie de empanada con carne; y de esa manera compensaban los ayunos mantenidos durante la cuaresma.

En el camino me acordé de la bamba, que era un bollo dulce con crema en su interior, pero que luego fue una especie de zapatillas, también un baile, y una canción que decía que para bailar la bamba se necesita un poco de gracia y otra cosita allí arriba y allí arriba.

También aprendí que la palabra gilipollas deriva de un tal Gil que tenía dos hijas jovencitas, que eran «pollitas» y cuando andaban decían ahí viene Gil con sus pollas, pues cuando yo era joven a una muchacha que empezaba con la regla se le decía: ¡ya es una pollita! O ¡la pollita se ha estrenado!

No me he acercado a Grazalema, que es el lugar de España donde más llueve, y ¡sorpréndase! No está en Galicia, sino en Cádiz.

Coincidirá conmigo en que todo cambia, el mundo lo hace sin parar, ya sabe que los cajeros y las trasferencias online se han impuesto, así sobran muchas sucursales de bancos, algunas de las cuales ya se han cerrado y despedido a sus trabajadores. Pero vaya preparándose porque se le acaba eso de ir a comprar al supermercado, se imponen las ventas online. Una importante cadena de sede en Valencia se ha fijado en que ese sea uno de sus objetivos prioritarios. Ya sabe que ahora le llevan a su casa no sólo pizzas, sino la comida que desee tomar. Se acaban los vendedores, pero nacen y crecen los distribuidores.

Por cierto, hay que ver lo que importa la actitud de cada uno. En una gran empresa de distribución sus empleados se quejan porque para moverse por el almacén para buscar los objetos que deben entregar tiene que caminar como media 25 kilómetros cada día, lo viven como una penalización. Es curioso porque eso mismo es lo que andan muchos de los que quieren hacer el camino de No sé sí sabe que, en Madrid, el paseo de la Castellana debe cerrar el tráfico para que puedan pasar por él cientos de ovejas, pues es una cañada real, forma parte de la cañada leonesa oriental por la que desde Extremadura a León los pastores llevaban sus ganados para que encontrarán alimento, sobre todo eran ovejas de la raza merina, muy bien valorada por la lana que, una vez esquiladas podían dar.

Confío haberle entretenido, y haberle comentado algunos hechos banales.