ire la foto. Una tarrina, botellas de agua. Son envases de un solo uso varados en la playa del barrio alicantino de San Gabriel. Están hechos de poliestireno sólido (PS) y polietileno tereftalato (PET), dos de los tipos de plástico más comunes en nuestra sociedad. Son completamente reciclables: si hubiesen llegado a un contenedor apropiado hoy podrían ser parte de la botella que tiene en su mesa o del envase de la mantequilla que lleva su tostada. Lo más probable es que fueran los restos del domingo de unos inconscientes, que hubieran sido tragados por las olas y devueltos a tierra por la misma marea.

Lejos de la costa de este país -con un elevado nivel educativo por otra parte-, un continente de plástico, metal y restos textiles se extiende bajo el fondo marino del Pacífico. Sobre él flota una isla de basura que tiene tres veces el tamaño de Francia. «Los océanos están colmatados. Lo que flota es el 15% de la cantidad de desechos que hay en el mar», cuenta Julio Barea, responsable de campaña de Residuos en Greenpeace España.

Añade elementos microscópicos a esta geografía espantosa. «Ya se han encontrado restos de microplásticos en el fitoplacton. Es el inicio de toda la cadena trófica. Al final de ella estamos nosotros». Son los gránulos exfoliantes de la crema que se van por el lavabo con el agua, las fibras de poliéster desgajadas de la camiseta de running en la lavadora que burlan filtros de depuradora y llegan al mar. Barea no piensa ya en la cantidad de residuos que nunca llegan a su contenedor oficial, sino en todos los que, a falta de uno asignado por el hombre, encuentran acomodo atascando un organismo o degradando un paraje.

El plástico no es el único contaminante, pero su ubicuidad y su volumen (cada año se producen 25 millones de toneladas de residuos de este material sólo en Europa) lo han colocado en el centro de todas las políticas medioambientales de los últimos años y de las que se aprobarán en el futuro próximo. «Reciclar ya no es la solución, tenemos que pensar ya en reducir y en reutilizar», apunta el ecologista. Buscamos las cifras y el contexto a la batalla contra el plástico, reactivada hace unos días por la Conselleria de Medio Ambiente: obligará a los fabricantes a convertirlos en material compostable o limitará su uso en apenas dos años.

Basuras: situación actual

En España, los residuos urbanos, es decir, la basura de casas, oficinas y comercios, van a dos tipos de contenedores desde hace 20 años: de recogida selectiva (azul para papel y cartón, verde para envases de vidrio y amarillo para envases, donde se incluyen recipientes de plásticos y de otros materiales) y de recogida mezclada, el clásico container gris.

El objetivo de los primeros es reducir el volumen de basura «gris». Para ello, la ley asigna a algunos fabricantes la misión de recuperar los restos de sus productos. Así nacían los Sistemas Integrados de Gestión (SIG), entidades participadas por los fabricantes de un determinado sector -envases, neumáticos, bombillas o móviles- que se encargan de que haya suficientes contenedores de colores en las calles y de llevar su contenido a plantas de reciclaje. A cambio, cobran al comprador una pequeña tasa -inferior a un céntimo por producto en el caso de los envases- . Allí empieza el trabajo de una importante industria que da nueva vida a los desechos, el reciclaje.

Dos décadas después, el resultado es el que se ve en el gráfico. Según datos de 2015 elaborados por el Ministerio de Medio Ambiente, España es un país que genera 21 millones de toneladas de basura urbana. Algo más de tres millones llega a la recogida selectiva y otra pequeña parte (0,9 millones de toneladas) se retira mediante campañas específicas de organismos y empresas. Pero el grueso de la basura sigue depositándose, y por tanto moviéndose, desde los contenedores grises: el primer destino de 17 millones de toneladas de basura orgánica, plásticos de todo tipo, vidrio e incluso madera y metal son los vertederos comunes.

Pero no son siempre el definitivo. El sistema ha logrado que los mecanismos de recuperación de los basureros normales hagan un trabajo aceptable, a la vista de los datos. Consiguen rescatar casi cinco millones de toneladas compostables, reciclables o incinerables de un enterramiento estéril y contaminante.

También rompe con la leyenda urbana de que la separación no sirve porque al final todo va al mismo sitio. En realidad, casi todo lo que entra en un container distinto al gris llega a un destino «verde» -aunque las incineradoras que usan basura como combustible para generar energía no tienen el visto bueno de los ecologistas-. Sólo una pequeña cantidad de lo que entra en contenedores azules o amarillos, unas 300.000 toneladas, se rechaza y envía al vertedero común.

Así, según estos datos -los únicos disponibles que muestran el ciclo completo de las basuras urbanas-, España ya da una segunda vida al 43% de sus desechos municipales, pero sigue enterrando la mayoría de ellos, el 57%.

La Conselleria de Medio Ambiente facilita información similar pero del año 2016. La Comunidad Valenciana tuvo un 59% de vertido indiscriminado en basureros, un volumen reciclado del 13% y un 26% de residuos compostados. El director general de Cambio Climático y Calidad Ambiental de este organismo, Joan Piquer, asegura que en 2017 la autonomía «bajará otros dos puntos» el porcentaje de vertedero.

Alicante también ha mejorado desde 2015, año en que PSPV-Compromís tomaron posesión de la Generalitat, siempre según la información que facilita la administración bicolor. De enterrar el 70% aquel año electoral pasó a tirar sin más tratamiento el 63% en 2016. Piquer cree que «con el plan de inversiones para las plantas de Xixona, Elche, Campello y Benidorm» la provincia «llegará a tiempo a 2020». Es el año en el que los miembros de la Unión Europea se han propuesto recuperar el 50% de todas sus basuras urbanas. «Estamos en horizonte de cumplimiento», afirma el alto cargo de la Conselleria.

Pero esto no es ni siquiera media meta. Las autoridades europeas quieren que en 2035 sólo el 35% de las basuras domésticas y comerciales vayan a tierra, con la vista puesta en un futuro donde los basureros sean una infraestructura marginal que sólo se quede con el 10% de los desechos.La idea es que prácticamente todo lo que salga de fábrica vuelva al punto de inicio en un perfecto círculo virtuoso.

Plásticos

Pero, al despertar, la mancha de plástico marino seguía ahí, metrópoli de un imperio donde no se pone el sol. Las ingentes cantidades de material flexible que no llega al circuito o que viaja de los vertederos al medio ambiente son sus colonias esparcidas por todo el mundo.

Piquer ve la confluencia de dos hechos para que esto ocurra en España. Por un lado, «la recogida selectiva» de los SIG «no consigue atraer todo lo que tiene asignado», y, de otro, «hay una enorme cantidad de plástico que no tiene un punto verde propio». Maquinillas de afeitar, bolígrafos, sillas de terraza, cubos de fregar, maceteros, cápsulas de café, vajillas desechables, juguetes... Muchos productores no tienen un sistema de responsabilidad ampliada tipo SIG que les obligue a ponerle fácil al ciudadano el vertido y a gestionar el transporte de sus productos -de usar y tirar en muchos casos- hasta plantas de reciclaje. «El problema es que no llegan a su sitio y no es culpa de una parte sino de todos los actores, empresas, administración y ciudadanos. Si estos plásticos de un solo uso se llevaran a algún sitio, diría que se podría reciclar el 60% de ellos con los materiales de los que están hechos ahora», apunta Eva Verdejo, responsable de Sostenibilidad y Valorización Industrial del instituto tecnológico Aimplas.

Es en este contexto en el que se plantea el Plan Integral de Residuos de la Comunidad «PIR», que ha puesto en guardia a la poderosa industria de transformación de plástico valenciana. Quiere que los fabricantes que no tengan SIG trabajen con plásticos reciclables o compostables o que creen sus propios sistemas de recogida selectiva. Baleares ha sido la primera comunidad en poner esta condición para 2020.

Poco más se sabe del PIR valenciano que los titulares que la consellera Elena Cebrián lanzó en un desayuno hace una semanas. Es sólo un borrador y debe someterse a discusión pública. Pero los fabricantes ya han activado las contramedidas. «No culpes al plástico» es la campaña para mitigar la furia ciudadana que promueve AVEP (Asociación Valenciana de Empresarios del Plástico). La patronal agrupa a unas 900 industrias que emplean a 16.000 trabajadores y que generan el 5% del PIB autonómico, según su secretaria general, Cristina Monge.

«El borrador nos parece irresponsable. Nadie pone en duda el uso del plástico, sino el residuo. Creo que hay que optimizar el reciclaje, que es donde se rompe la cadena», apunta la directiva de la patronal. Aunque matiza que «está todo por ver en detalle y negociar», destaca lo «sorprendente» de que la Conselleria opte por «poner su atención en la comercialización» en lugar de concentrar las medidas «en los ámbitos donde sí tiene competencias». Añade que Baleares no tiene industria en este sector, mientras que la Comunidad agrupa el segundo núcleo de transformación de plástico más potente del país.

Conciliadora, la técnico de Aimplas cree que la industria y también los ciudadanos deben asumir el coste del plástico compostable y anima a la administración a trabajar por una recogida que no deje apenas materiales de este tipo en el contenedor gris. Además, también cree que se puede reducir la entrada en el mercado de productos propios de cuando el mundo se podía permitir el «usar y tirar»

Reacción política

El ambiente es propicio para la Conselleria. La Comisión Europea aprobó en enero su Estrategia de Plásticos, de la que extraerá en mayo las normas nuevas sobre productos de un solo uso de este material. En España, el Ministerio de Medio Ambiente se prepara para invertir una lluvia de 839 millones para promover el ecodiseño -fabricación con materiales y técnicas que permiten dar una segunda vida a los componentes- y «fomentar la I+D, las materias primas secundarias, la concienciación y el empleo», según fuentes del organismo. El paquete va dentro de la recién aprobada Estrategia de Economía Circular, que también contempla medidas para reducir el consumo de plásticos de usar y tirar y la prohibición de usar microplásticos en cosméticos.

Los activistas piden acciones radicales, las facciones ecologistas en política tratan de hacer avances sensibles y los lobbies del plástico protegen sus intereses, entre los que, aseguran, también está la sostenibilidad ambiental. El estado mental está creado. Está por ver si se ha reaccionado a tiempo de acabar con el imperio del plástico.