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Quieto y duro como una roca

Un mimo con disfraz de pirata que viaja por el país sin pausa. Perdió una pierna en un siniestro cuando conducía una moto hace cuatro décadas. A muchos recuerda al «Cojo Manteca», un icono de los años ochenta en Madrid.

Quieto y duro como una roca

Lleva tres décadas a la intemperie. Viaja de un lugar a otro sin prisas, con su mochila a cuestas, montado en tren o autobús. Lejos quedaron largas caminatas entre ciudades para establecer su quieta figura de mimo, a modo de pirata, pero sin pata de palo. De feria en feria; de fiesta en fiesta; de portal en portal. Ha recorrido casi todo el país a la pata coja.

Narciso Taulats Capdevila pasa largas temporadas en Alicante, preferentemente en invierno y primavera. Su jornada empieza a las ocho de la mañana. Habitualmente se apoya en una pared de la calle Calderón de la Barca, o en una esquina de San Vicente del Raspeig. Sostiene las muletas con su brazo izquierdo, deja la mochila en el suelo y espera que alguna propina caiga sobre el plato. Pasa el día viendo pasar a gente de aquí hacia allá. A la caída del sol, el mimo callejero toma un par de cervezas y busca un rincón con techumbre donde pasar la noche.

«La calle te lo enseña todo, sobre todo a sobrevivir, y yo soy fuerte. Sé defenderme», afirma este catalán de 61 años que la suerte le cambió lejos de casa. Nacido en Cornellà (Barcelona) en el seno de una familia numerosa de clase trabajadora, Narciso no tuvo más remedio que incorporarse al servicio militar como recluta de la Marina a medidos de 1977. Estuvo en las bases de Cádiz, San Fernando, Ferrol y Cartagena, donde se estableció y encontró una novia que poco más tarde sería la madre de sus tres hijos. Ella falleció hace unos años.

El marinero se compró una moto marca «Sanglas» y recorría las arterias de la ciudad cartagenera. Pero un día negro se estampó en un camión. Herido muy grave, los cirujanos del Hospital Militar no tuvieron más remedio que amputar la pierna izquierda para salvar su vida. Narciso permaneció ingresado durante cuatro meses. Salió apoyado en las dos muletas que le acompañan desde hace cuarenta años. Volver a empezar. A mantener el equilibrio de un cuerpo asimétrico. Narciso trabajó en Cornellà de panadero, cocinero, mecánico fue voluntario en Cruz Roja y camarero. En Cartagena, casado, padre de un hijo y minusválido, no recibió pensión alguna. Siguió como pudo: con poco pudo subsistir en la pobreza mientras que la familia crecía.

No sabe por qué, un buen día se plantó en una esquina con la cara pintada de blanco mientras soñaba con monedas. No le fue mal aquella mañana de hace 35 abriles. Ahí sigue. Fijo. Noble y pobre, como el primer día: como una estatua ante el trasiego del público.

Jamás ha pisado albergue alguno. Siempre encuentra un espacio para preservarse de la lluvia, del frío y de la oscuridad y los misterios de la noche. Vive de las propinas. Sigue sin pensión alguna. Y sólo se acuesta en una cama cuando ronda por Murcia y visita a sus tres hijos.

Es una estampa humana y triste. Muchas veces le han confundido con el «Cojo Manteca», un personaje elevado al rango de icono mediático en los años ochenta en España a raíz de imágenes que le mostraban destrozando mobiliario urbano en una manifestación de estudiantes el 23 de enero de 1987 en de Madrid con una de sus muletas. A Jon Manteca, diez años más joven que él, también le faltaba una pierna. Murió en Orihuela hace doce Narciso nunca ha delinquido. No tiene amigos. Sus ídolos musicales son El Fary, Antonio Molina y Manolo Escobar. Su récord: fue caminar sun descaso durante un mes desde Barcelona a Santiago de Compostela. Puede estar quieto, sin moverse ni despegar su único pie del suelo durante ocho o más horas, como una roca.

Sí se fija en las personas.

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