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Aliaga, el «motor» de verdegás

Ernesto Aliaga García. Verdegás ( 1951). Casado. Dos hijas. Empresario. Coleccionista de coches. Expiloto de motocross en los años 70

Las espaldas de este hombre han soportado el peso de millones de kilos de cemento. Empezó a trabajar con su padre, Ernesto, a los 14 años, después de un calvario de fracasos en la escuela. Dos años a la intemperie cargando y bajando sacos de 50 kilos en el camión de la empresa familiar. Cuando Ernesto Aliaga García cumplió los 16 años, el negocio se trasladó a un local situado en la avenida de Novelda. Ya trabajó bajo techo. Como sus hermanos, Gilberto y Javier. Aliaga es un tipo entrañable entre los parroquianos de la pedanía alicantina de Verdegás, donde llegó hace más de 66 años, donde reside y en el lugar que cree que morirá. El mismo año que nació, su padre, trabajador incansable, envió al carajo a dos viejas mulas y al carro que arrastraban y compró a plazos un camión Chevrolet.

Nació en casa, en una planta baja. Asistió a la escuela de la partida hasta los 10 años. Intentó en vano el Bachillerato en el colegio Juan XXIII, en Alicante. Demasiadas risas y nada de estudio. Después de hacer novillos durante una semana junto a un compañero de fechorías apellidado Espinosa, su padre lo acercó un verano a las sacas y a los ladrillos. Hasta cuatro camiones descargaba el muchacho en cada jornada.

Su primera motocicleta fue una «Derbi 74 Sport». Luego llegaron máquinas más sofisticadas para dar saltos y surcar la tierra árida de la comarca. A los 18 años se apuntó como voluntario a la mili. Sirvió a la Patria en el cuartel de San Fernando.

Regresó a la empresa Aliaga. Con más perfil de vendedor. Ernesto alternó el trabajo de almacén con el de visitante. Su pasión por las motos acabó en el motocross. Pronto se hizo famoso entre los aficionados sobre una Bultaco MK6, primero, y la MK12 en sus mejores momentos. Empezó rodando sobre bancales de San Vicente del Raspeig, de Petrer, de Aspe, de Elda, etcétera, en campeonatos de hojalata y con más ansias que talento. Pero dio el salto y disputó varios campeonatos de España en los años setenta, con rivales como Ignacio Bultó, Jorge Capapey, Alberto Ribó, Toni Elías, Domingo Gris y tantos otros. Ernesto Aliaga tenía como patrocinador a Fernando García Mira, delegado en Alicante de la marca del motociclo. Le apodaron «El Lobo».

Abandonó las carreras poco después de contraer matrimonio con Sofía en la propia parroquia de Verdegás. La pareja tiene dos hijas, Sofi y Fani. Los tres hermanos Aliaga decidieron ampliar el negocio y se establecieron además en una nave en Rabasa.

Estamos en los primeros meses de los ochenta. La partida rural de Verdegás estaba maltrecha: malas condiciones de servicios, abastecimiento y comunicaciones. Para acceder al núcleo urbano sólo existía un camino de tierra.

El entonces alcalde de Alicante, el socialista José Luis Lassaletta, se fijó en Aliaga y lo nombró alcalde pedáneo. Asumió el reto y dedicó ocho años a atender las demandas de los vecinos y a mejorar sus condiciones de vida.

Pasadas tres décadas dedica el tiempo libre a coleccionar coches antiguos, que celosamente guarda, cuida y muestra a visitantes y curiosos en una nave de las afueras de la pedanía. Viejas joyas que aún ruedan: Bentley, Buick, Cadillacs, Chrysler, Ford, Corvetee, Packard y hasta un camión de bomberos centenario. Todo motor.

Cada uno de los hermanos tiene su propio negocio. Ernesto está satisfecho. Reconoce que la crisis económica pasó y que soplan nuevos vientos para los materiales de la construcción. Sigue en activo. Atento a un negocio, que ahora gerencia la mayor de sus hijas. Pendiente de sus viejos pero flamantes vehículos. Su madre, Josefina, aún vive. Pero cada día se acuesta y se levanta con una obsesión: dejar de fumar. Lo ha intentado de mil maneras con tantos fracasos. Buen tipo.

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