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Semana y media

El ridículo ya era histórico

Sólo el vil metal puede explicar convincentemente que Feijóo haya desenvainado la navaja cabritera de los agravios territoriales contra Puig...

El ridículo ya era histórico

29 lunesLA LEGÍTIMA

Sólo el vil metal puede explicar convincentemente que Feijóo haya desenvainado la navaja cabritera de los agravios territoriales contra Puig. Con la excepción de Urkullu, son los políticos menos sanguíneos de la fauna autonómica y atufa a puesta en escena que una rareza flemática como Feijóo acuse de codicioso a Puig, con su aspecto de señor despistado que siempre olvida en casa la billetera. Feijóo sabe que incluso los expertos menos proclives a fantasear sobre balanzas fiscales admiten la infrafinanciación de la Comunidad Valenciana, una anomalía irritante que sobrevive a los cambios de tendencia en la administración central. Ocurre que somos una región pudiente, «solidaria» en argot constitucional, pero sin el magnetismo económico que ejerce la capitalidad madrileña ni el comportamiento de niño malcriado a quien se soborna con chucherías como en los casos vasco y catalán; tampoco elegimos a tantos diputados como Andalucía, ni padecemos la paupérrima densidad demográfica de Castilla-León, receptora forzosa de fondos para escuelas, hospitales o carreteras, ni podemos trampear con la insularidad y otros imponderables. Sufrimos la condena del eterno aspirante cuya decadencia es tan improbable como su ascenso en el escalafón del Título VIII.

30 martesEL PLENO DEL PÁNICO

El recurso del Gobierno contra la propuesta de investidura de Puigdemont ha acreditado la pericia del Tribunal Constitucional para dar un salto en la oscuridad, quedar suspendido sobre el vacío y dar otro salto. Ha resuelto sin resolver, quitando la razón al Gobierno por silencio hispánico («ya veremos»), pero neutralizando la investidura al fijar unas condiciones de imposible cumplimiento: Puigdemont sólo puede ser candidato presencial y, en tal caso, debidamente autorizado por el juez. Sujeto a estas coordenadas, pertenece al ámbito de la psiquiatría que alguien creyese que el presidente del parlamento estaba dispuesto a ser detenido en lugar de Puigdemont. Le ha bastado una mirada de reojo al albergue vallado donde pernocta Junqueras para aplazar el pleno con un desplante equívoco: «No propondré a otro candidato que no sea Puigdemont». No es tozudez ni desacato, sino una invitación al fugado para que desista y busque piso en Bruselas. Porque, si Puigdemont persiste, el 155 se prolongará con la perspectiva inmediata de nuevas elecciones. «Tribunal Constitucional locuta, causa finita».

31 miércolesEL MÓVIL MATÓ A LA ESTRELLA DE LA REPÚBLICA

«Esto se ha terminado. Los nuestros nos han sacrificado». Es el mensaje que ayer envió Puigdemont a un compañero de exilio y fue capturado en la pantalla de su teléfono por una cámara de televisión. Puigdemont alude al aplazamiento del pleno de investidura. Prosigue el expresidente: «Estamos viviendo los últimos días de la Cataluña republicana. El plan de Moncloa triunfa, solo espero que gracias a esto puedan salir todos de la cárcel porque si no el ridículo es histórico». Puigdemont parte de tres premisas inestables: que la república catalana ha existido en algún momento, que Moncloa tenía un plan y que el Tribunal Supremo liberará a cuatro presuntos golpistas en cuanto alguien logre formar gobierno. Pero Puigdemont ni siquiera atina con su conclusión verbenera: el ridículo ya era histórico; ahora, además, es humillante y no se sutura con la desaparición de un protagonista accidental. La nómina de monosabios del «procés» con escaño es amplia e, inevitablemente tras el holocausto digital de Puigdemont, uno de ellos presidirá la Generalitat. Supongo que el Gobierno tiene «otro» plan.

1 juevesDENOMINACIÓN DE ORIGEN

En cierta película olvidable, el protagonista se va a vivir a España porque «allí cenan a medianoche», un trasunto de la pregunta de Hemingway: ¿Cuándo duermen los españoles? Aún no había descubierto la siesta (Churchill adoptó la costumbre tras cubrir la Guerra de Cuba como corresponsal) ni la pintoresca indolencia con que ralentizamos la rutina. El suplemento dominical de «The Times» ha catalogado recientemente estas peculiaridades en un reportaje condescendiente que en realidad describe la idiosincrasia anglosajona antes que la nuestra. El estereotipo más llamativo, por confuso, se ilustra así: «Ser español implica entrar en un bar, besar a completos desconocidos y gritar ‘oiga’ al camarero». Pero donde el periodista percibe falta de decoro, cortesía y discreción, yo sólo veo la simpática familiaridad que corre paralela a un carácter hospitalario. En un bar español, los clientes achispados vociferan chistes y confidencias; en un «pub» inglés, se tambalean somnolientos. Todo esto son brochazos superficiales que no se adentran en los rasgos genuinos que cabalmente diseccionan a un país. Wellington, un inglés que nos conoció bien, fue más incisivo: «España es el único lugar del mundo donde dos y dos no suman cuatro». En un bar, en un consejo de administración o en un parlamento.

2 viernesEL PRECIO DE LA HISTORIA

En una coincidencia chispeante, el miércoles sugerí que Puigdemont debería buscar piso en Bruselas, ayer cité al Duque de Wellington y esta mañana he leído que el expresidente ha alquilado un chalet en Waterloo, el escenario de la victoria de Wellington sobre Napoleón. Lamentablemente, la esposa de Puigdemont no se llama Elena (la de Artur Mas, sí), con lo que no puedo prolongar el juego con Santa Elena, la isla sudafricana a la que fue desterrado Napoleón y que se ajusta más adecuadamente a una alegoría del chalet como lugar de exilio. En cuanto al vencedor, es interesante mencionar que su triunfo sólo fue posible gracias al milagroso auxilio del ejército prusiano, que alcanzó el campo de batalla cuando las tropas de Wellington comenzaban a flaquear. Blücher, el comandante prusiano, propuso bautizar la victoria como «La Belle Aliance» (La Bella Alianza), por el nombre extrañamente idóneo de una aldea próxima, pero Wellington impuso la similitud fonética con el inglés y se apropió de la posteridad. Dejo a su imaginación que Rajoy suplique en inglés y el Tribunal Constitucional redacte en alemán.

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