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La asamblea de los sensibles

Eran los tímidos, frágiles e indecisos del mundo hasta que un grupo de investigadores ha explicado qué les pasa

Miquel A. Pérez, vocal de Apase, durante un descanso en el huerto de palmeras de la biblioteca Pere Ibarra de Elche, donde trabaja. antonio amorós

Amaya siempre se ha sentido un bicho raro. Última de ocho hermanos, se la encontraban jugando sola en una habitación. No se la oía. De adolescente dibujaba y escuchaba música pop o rock gótico. En el 88 montó un grupo con una amiga, donde tocaba el teclado. Nunca fue muy sociable y prefería las compañías escasas, aunque la gente en realidad nunca fue un misterio para ella. «Con verles las caras ya sabía si les pasaba algo».

«Pensaba que era una intuición», explica sentada en el parque de la pedanía alicantina de Bacarot. «Tenía un amigo que salía con un chica. Yo le decía que estaba colado por ella pero me lo negaba siempre, decía que no le importaba, que sólo era sexo. A los dos años me reconoció que en realidad siempre había estado enamorado de ella», cuenta a modo de ejemplo. Habla rápido, sin perder el hilo, sin quitar el ojo de sus dos hijos pequeños mientras juegan. «Antes de saber que era PAS -Persona Altamente Sensible- me consideraba rara. No que tuviera una enfermedad o un trastorno, simplemente que era diferente. Me sorprendí mucho cuando leí sobre el rasgo porque no me esperaba que hubiera gente igual que yo», cuenta con tono neutro.

Amaya Zafra, limpiadora alicantina de 47 años, acepta con alguna reserva el gran titular que los divulgadores de la alta sensibilidad lanzan cada vez que tienen oportunidad de hablar sobre su causa: que es una característica de la personalidad que tiene el 20% de la población que no distingue entre hombres y mujeres. «Yo no sé si hay tantos», apunta.

Las personas con alta sensibilidad son difíciles de detectar. No son hinchas del Atleti que gritan con orgullo su condición. De hecho, la mayoría de ellos ni siquiera sabe que, según varios investigadores, forman parte de un grupo pequeño marcado por una característica genética que determina su peculiar manera de estar en el mundo.

Tener «el rasgo»

Lo llaman «el rasgo»: Sensibilidad de Procesamiento Sensitivo (SPS). Se ha descrito como una configuración del sistema nervioso que multiplica tanto la entrada de información que captan los sentidos como la energía y el tiempo que dedica el cerebro a tratar esos datos.

Según la literatura científica, las PAS reciben las luces, olores y sonidos de manera más intensa y registran rápidamente todos los detalles o movimientos en el entorno. Con cada paquete de información nueva, su cerebro genera una respuesta emocional involuntaria que inunda el pensamiento que conduce a la toma de decisiones. Un poeta que hace dudar al juez cuando está a punto de dictar sentencia. «Cuando leí lo que era no tuve ninguna duda de que yo era uno de ellos. Sobre todo en lo de darle vueltas a la cabeza. Simplemente no paro. Y me ha hecho sufrir mucho en la vida», asegura Amaya desde el parque.

La inmensa mayoría de ellos vive la vida como una experiencia abrumadora, mientras que sus amigos, familias, compañeros o parejas la transitan con alegría, ligereza o decisión. A menudo son definidos como personas extrañas, desconcertantes o tímidas. Como Amaya, el 70% de las PAS caminan por la vida con los ojos muy abiertos y la boca muy cerrada, tratando de comprender qué pasa a su alrededor. La minoría restante son más abiertos o muestran un comportamiento indefinido entre la introversión y la extraversión.

Todos ellos han escuchado frases como «te lo tomas todo a la tremenda» o «no seas tan quejica». Muchos tienen un umbral del dolor más bajo que la población normal, son propensos a somatizar estados de ánimo y, hasta hace muy poco, sus reacciones más intensas eran arrinconadas por la sociedad y por la clínica cerca del cajón del neuroticismo, el autismo o los trastornos mentales como la depresión.

Para un individuo que tiene «el rasgo», la madurez pasa por aceptar que siempre se van a sentir fuera de lugar pese a su deseo de ser reconocido por los demás. Por domar el peso que las sensaciones de hambre, estrés, frío o cansancio tienen sobre su estado de ánimo. Pero también por sintonizar adecuadamente esa percepción ampliada que hasta entonces han vivido como un castigo: los divulgadores coinciden en que todo lo sublime de la vida, como las artes, el conocimiento, la amistad o el amor no tiene secretos para una persona con alta sensibilidad.

Frente a una infusión de cantahueso en una terraza de Elche, Miquel A. Pérez, asiente: «Muchos artistas, autores o inventores de la historia eran personas con alta sensibilidad. Ninguno de ellos sabía por qué era así», asegura este funcionario de la biblioteca municipal Pere Ibarra y vocal de la Asociación de Personas con Alta Sensibilidad de España. «Hemos tenido mucha suerte de poder vivir sabiendo lo que es y cómo trabajarlo», cuenta, calentándose las manos con la taza.

Aron

Una tarde de 2013, Pérez se topó con un artículo en la red que hablaba sobre los descubrimientos en materia de personalidad de Elaine Aron, una estadounidense que había acuñado el término Highly Sensitive Person (HSP) a mediados de los 90. Ella y su marido iniciaron una línea de investigación que se ha abierto a otras universidades americanas y europeas. Entre sus hallazgos respecto a la alta sensibilidad, los medios destacan siempre que se encuentra en humanos y en otras 100 especies animales, lo que fundamenta la hipótesis de que la evolución ha preservado este rasgo porque es útil para la supervivencia de la especie.

Intrigada por su propia forma de ser, Aron recurrió a un terapeuta para averiguar por qué era así. Sólo pudo decirle que era una persona «muy sensible». Así que decidió convertir un diagnóstico frustrante en una serendipia: ampliaría sus estudios hasta doctorarse en Psicología Clínica para investigar sobre esta característica, la sensibilidad, cuyos efectos tan claramente percibía en sí misma y en otras personas.

Los primeros resultados y teorías fueron publicados en el libro The Highly Sensitive Person en 1996, pero no ha sido hasta esta década cuando el concepto ha roto las fronteras del círculo de lectores, investigadores o divulgadores más fieles. En el año 2015, el Wall Street Journal sostenía en un reportaje que el mundo PAS estaba viviendo su gran momento con los primeros congresos científicos en EE UU dedicados exclusivamente a tratar el rasgo popularizado por los Aron.

Dentro del núcleo de primeros seguidores estaba Karina Zegers Dbeijl, holandesa y licenciada en Filología Hispánica residente en Mallorca. El contacto con el trabajo de Aron le lleva a redirigir su carrera hacia el coaching especializado en personas con alta sensibilidad. Está considerada la introductora del concepto en España. Ha escrito dos libros, mantiene un blog y preside la organización que fundó en 2012 para dar visibilidad al rasgo, la Asociación de Personas Altamente Sensibles de España, Apase. A día de hoy hay diez grupos regionales pertenecientes a su red en toda España, entre los que se encuentra la comunidad alicantina, concentrada en Elche.

Unas 30 personas forman parte activa de este grupo que acaba de cumplir un año. Otras setenta son miembros que sólo leen lo que los demás publican en redes sociales, que prefieren el contacto por mensaje privado -«no voy a las quedadas ni muerta, me bloqueo con más de dos desconocidos a la vez», asegura Amaya- y observan cómo evoluciona el grupo mientras se informan sobre la alta sensibilidad que sospechan tener. «Están casi todos aterrizando, descubriendo el rasgo. Para muchos no es una tarea nada fácil: hay quien descubre que es una PAS pero prefiere no saber nada de ello y seguir con su vida. Avanzamos, pero muy poco a poco», apunta Pérez. Bienvenidos a una asociación de «tímidos».

El descubrimiento

«Creo que soy PAS», «leí en qué consistía y me reconocí en todo», «me siento menos bicho raro» y por supuesto «ojalá no fuera así». Todos los foros y muros de la red relacionados con las siglas PAS o HSP están llenos desahogos, confesiones, gritos de júbilo y maldiciones. Los autores son personas que, atraídas por el contenido de artículos y posts, se han animado a hacer el test «oficial» de Apase -existen muchos otros sistemas de medición de rasgos de la personalidad-, una traducción de las 22 preguntas en las que Aron ha condensado las señales de que una persona posee la hipersensibilidad nerviosa a la que ha dedicado su vida. «Me afecta el comportamiento de los demás», «tengo la sensación de ser consciente de cosas muy sutiles en mi entorno», «tengo una vida interior rica y compleja» o «me conmueven profundamente las artes o la música» son algunas de las afirmaciones que, si se refrendan, pueden conducir a un resultado positivo en el test -gratuito y disponible en la web de la asociación-. «Hay grados del rasgo, pero con una puntuación de 15 ó 16 uno puede empezar a pensar que es PAS», explica por teléfono Zegers.

Acaba de sacar a su perra de paseo y tiene un rato antes del primer cliente de la tarde. Empieza la entrevista repitiendo lo que lleva diez años explicando en encuentros y conferencias por todo el país: «Ser altamente sensible es un rasgo, es algo light. Ni es una enfermedad, ni un trastorno, ni una condición. Es como tener los ojos azules; una característica genética que no se puede cambiar. El problema no es ser PAS, es pretender no serlo».

La presidenta de Apase es una divulgadora certificada por la propia doctora Aron de la «Sensibilidad de Procesamiento Sensitivo». No se aparta ni un milímetro de sus postulados, entre los que se encuentra el «Modelo DOES» de referencia o evaluación del rasgo.

«El test es una manera de empezar, una puerta de entrada. Una PAS tiene que verse reflejada en los cuatro pilares del modelo a la vez, sino estamos hablando de otra cosa», cuenta Zegers. Explica que la primera letra se refiere al «procesamiento profundo» de la información o «depth of processing», la segunda remite a la sobreestimulación u «overstimulation»; la tercera refleja la «reactividad emocional y la empatía» y la cuarta responde por la «sensibilidad a lo sutil». «Las PAS manejamos unas diez veces más información, nos saturamos en entornos muy ajetreados, tenemos conciencia de lo que nos pasa y lo que les pasa a los demás y percibimos enseguida cosas como si hay mal rollo en un ambiente o si un niño no está bien. Detectamos qué se está moviendo, qué se quiere materializar. Los cazatendencias, artistas y creadores tienen que ser PAS», cuenta apasionada por primera vez en la entrevista.

Pero, ¿un test de 22 preguntas y una autoevaluación basta para aceptar que una persona ve, siente y piensa de forma distinta al 80% de la población?

La red ha disparado la conspiranoia y la pseudociencia hasta resucitar las dudas sobre la mismísima rotundidad de la Tierra. Las teorías new age y la charlatanería alcanzan dimensiones cuánticas. Millones de personas arrasadas por la falta de estímulos y oportunidades se agarran al clavo ardiendo del misticismo y la magia para tratar de reconstruir, desde ahí, su dañada autoestima. Para renovar sus esperanzas de ser especiales. ¿Son las PAS parte de esta confusión?

Resonancia magnética

Salvador Martínez abre el enlace desde su correo. «El cerebro altamente sensible: un estudio con Resonancia Magnética Funcional de la sensibilidad de procesamiento sensitivo y respuesta a las emociones de otros». Es el primer trabajo que aplica esta técnica al rasgo y fue publicado en 2014 por el matrimonio Aron y su colaboradora Bianca Acevedo.

Repasa el artículo murmurando en inglés hasta detenerse en la primera figura. Unas manchas de color sobre secciones cerebrales. Hace clic, examina el pie de foto y sonríe. «Bueno, esto son las correlatas a su reacción al ver las fotos que les han enseñado de sus parejas y de desconocidos. En estas personas hay una activación mayor en regiones relacionadas con la conciencia, la empatía, el diseño de la conducta o la proyección sobre los otros. Hay más cantidad de sangre circulando por esas zonas que en los demás», explica en su despacho el director del Instituto de Neurociencias de Alicante. Los «activados» son sujetos que han puntuado PAS en un test de Aron; los «demás» son personas que han dado negativo.

«Se puede ser sensible a un rango de cosas en el entorno y en este caso tenemos gente que tiene la parte emocional muy exaltada. Hablamos de una hipersensibilidad central, de ser muy receptivo a un rango de cosas en el ambiente», apunta Martínez, especializado en Neurociencia desde una licenciatura en Medicina.

La conozca o no, no usa la jerga. Prefiere hablar del tema del estudio de forma general.

Vuelve a sonreír cuando lee cómo los autores justifican por qué la alta sensibilidad sigue presente en la naturaleza. El equipo de Aron dice que ofrece a su portador «una mayor conciencia de las oportunidades de comida, alianzas y emparejamiento» y más conocimiento sobre amenazas como «competidores o pérdida de posición en el grupo». Creen que a los individuos -sean humanos, primates o pájaros- que «eligen» estar alerta, esforzarse sobre todo en las ocasiones con altas garantías de éxito y analizar al detalle les compensa el enorme coste energético que tiene no pasar nada por alto. Si no sirviera de nada, las criaturas de olfato fino y nervios templados ya se habrían extinguido.

«Tiene cierto sentido. La gente reflexiva hace predicciones y puede diseñar un comportamiento según cada situación, porque tiene más datos. El resto de individuos funcionan más por prueba y error», concede Martínez.

La misión

Las PAS en España están viviendo su momento ahora. Su mayor logro hasta la fecha es el congreso internacional sobre la alta sensibilidad que apadrinará en mayo la propia Aron en la Universidad de Valencia.

En las redes sociales se suceden los enlaces a documentales en televisión, reportajes en prensa, charlas de coachs en pueblos y capitales de provincia y «contenido PAS» publicado por perfiles profesionales y personales que, en ocasiones, mezcla la ciencia del rasgo con el mundo extrasensorial, la espiritualidad y otras visiones alternativas del conocimiento.

«Respetamos las creencias de todos, las PAS suele ser gente muy espiritual, pero es algo que tiene que estar fuera de las actividades principales del grupo». Pérez es muy consciente del mensaje que no quiere transmitir. «Esto es como Podemos; es cierto que dentro hay anarquistas, comunistas y todo tipo de ideologías similares, pero el objetivo principal es llegar al Congreso y ser un partido político real», aporta como metáfora Andrés Alcaraz, cabeza visible de Apase en Murcia.

Las estadísticas con las que Aron trabajó sus primeros años aseguran que el dato de que el 20% de la población tiene el rasgo es sólido: sus seguidores llevan dos años buscando espacios públicos donde localizar a esa quinta parte de sus conciudadanos que seguramente lleva toda la vida preguntándose qué les pasa.

«Hay una gran cantidad de PAS en el armario. Ser sensible es algo que está bien visto en artistas y permitido en mujeres, pero a los hombres les penaliza mucho», sostiene Zegers. «En mis sesiones o conferencias, el 80% son mujeres. Pero la mayoría de quienes me escriben por correo son hombres que se han leído mis libros», añade.

Alcaraz es otro desde que descubrió que tiene el rasgo. Hasta los 46 años era un hombre reservado que rumiaba sus recuerdos: una infancia lejos del hogar familiar, una juventud definida por episodios de bullying - entonces se llamaba «cosas de críos»- y la consiguiente cautela hacia el mundo y la gente. Pasó por el servicio militar sobrepasado por la lógica de orden y mando; por la arbitrariedad de «perder un permiso de fin de semana si el sargento veía mi cara mal afeitada o mis botas mal atadas».

«En la mili me refugiaba en la capilla de la base. Era el único sitio donde había silencio, poca luz y no sentía estrés. Con 18 años no sabía que mi mente necesitaba un lugar donde descansar de tanta información», recuerda por teléfono este vigilante de seguridad de 50 años. Hoy, que ya se declara extrovertido, ha reunido a 500 personas entorno a su grupo y consagrado su tiempo libre a divulgar que la alta sensibilidad existe. Y que puede ser maravillosa.

«Están sobre todo en la educación, en la música o en la sanidad; pero también hay gente con alta sensibilidad en las cárceles, en el Ejército, en administraciones o en departamentos de informática de empresas. Normalmente tratan de trabajar solos, a su ritmo. No es extraño por eso mismo que se hagan autónomos. Si un día quieren cerrar, lo hacen sin dar explicaciones a nadie», resume la coach y divulgadora.

La estrategia de Apase y su red local consiste en acercarse cada vez más a la ciencia y, al a vez, crear conciencia de «clase de persona» entre los PAS. Para que los miembros de esta minoría tomen el poder, pero de sus propias vidas. «Somos pocos, tenemos que responsabilizarnos y adaptarnos a esta sociedad que nos necesita tanto como nosotros a ellos», afirma la especialista mallorquina.

Zegers respira hondo y decide contar por qué cree que su rasgo ha sobrevivido: «La alta sensibilidad tiene que ver con los valores. Somos quien vigila. Casi todos quieren más dinero, más ropa, más coches. Pero son PAS son los que se lanzan al Mediterráneo a rescatar a los refugiados que nadie quiere ver, quien se indigna con la falta de civismo, de convivencia. Somos la conciencia del mundo».

En el fondo, esto es a lo que dedica sus pensamientos Andrés en sus noches de guardia solitarias. Lo que preocupa a Miquel mientras anima a los estudiantes, parados y jubilados a volver mañana a la sala de lectura. A lo que ha dedicado miles de horas de trabajo silencioso Amaya.

Sentada en el parque infantil de Bacarot, piensa en el día que denunció una injusticia contra una compañera de trabajo, en la solución al problema de matemáticas que se le ocurrió de pequeña y nadie en su casa entendía. Repasa sus emociones, percepciones e ideas para detectar errores y anticiparse mejor la próxima vez. No ya para mejorar su vida, sino la de sus hijos que juegan mientras ella siente, piensa y vigila.

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