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«À punt», punto y seguido

«À punt», punto y seguido

El noticiario de TV3 incluye un breve reportaje sobre un concurso infantil de villancicos engalanado con «esteladas» que se celebró anoche mientras el rey pronunciaba un inexistente discurso navideño. Aunque un coro de querubines es más tonificante que el teleprónter de la Zarzuela, tal vez los incautos esperaban que el 155 alterase algunas prioridades. Sin embargo, en TV3 ha sucedido lo que Atahualpa Yupanqui cantaba del peñascal desolado: «Dios por aquí no pasó». Neutralizar un golpe de estado sin desactivar la maquinaria propagandística de los rebeldes es una sutileza propia de Rajoy, quien en este y otros temas sigue los preceptos del taoísmo: «No hagas nada, que todo se hará». Tanta pachorra tiende a soslayar los problemas de fondo en beneficio de polémicas tangenciales como la comparación entre el menú de Nochebuena de Junqueras y el de los antidisturbios desplegados en Barcelona. El primero cenó merluza y los segundos croquetas de bacalao. Zoido ha ordenado una investigación sobre las croquetas mientras los redactores de TV3 se atiborran impunemente de «esteladas» por cuenta de Montoro.

Cuando desperté, el bogavante seguía allí. Esta mañana he vuelto al supermercado para reponer existencias tras cumplimentar el trámite del cajero automático, un islote empotrado en la fachada bajo el que se acumula una montaña de resguardos. Increíblemente, todavía le quedaban billetes. El primer reto del consumidor convencional es la liquidez; el segundo, conservarla tras recorrer con su carrito el templo de las quince tonalidades de suavizante, los yogures desnatados de sabores extraterrestres y el suficiente embutido envasado al vacío como para hacer dudar de que en España haya sobrevivido un marrano. Por algún motivo pendiente de diagnóstico navideño, cuando voy a pagar suelo coincidir con alguien que sujeta un bogavante congelado. A pesar de que el bicho evidentemente expiró hace mucho tiempo, las pinzas siguen amarradas con cinta adhesiva y me digo que quizás se trate de un señuelo psicológico, a la usanza de esos restaurantes que ofrecen «potaje de la abuela» aunque en la cocina nadie la haya visto jamás. El tipo del bogavante me pide que lo vigile un momento porque ha olvidado comprar polvorones de moscatel. Dicen que todo este asunto comenzó en un establo de Belén.

27 miércoles

La televisión ha emitido hoy «Ocho apellidos catalanes», la secuela con sardana de «Ocho apellidos vascos». Antes de las elecciones del pasado jueves, la película podía pasar por una parodia de estereotipos palurdos; tras ellas, ha adquirido rango de tratado sociológico clarividente. Si echan un vistazo al mapa de los resultados, advertirán una franja costera anaranjada rodeada por una mancha más extensa que alterna el azul y el rojo. Esta clave cromática representa el triunfo de Ciudadanos en la Cataluña urbana y el de los independentistas en la rural. La primera está subrepresentada respecto de la segunda y una mayoría de votos no se traduce forzosamente en una mayoría de escaños. En Cataluña había precedentes (Jordi Pujol obtuvo mayoría de escaños frente al más votado Pasqual Maragall en 1999), pero ahora las implicaciones son obviamente más trascendentales y pongamos que hablo de «Tabarnia» (por Tarragona y Barcelona), la Cataluña que eventualmente seguiría formando parte de España rechazando integrarse en la República catalana con el vengativo lema «Tabarnia is not Catalonia». La ocurrencia se debe a unos internautas que se balancean entre el cachondeo y el hartazgo y ha irritado justificadamente al cártel independentista al colocarlo frente al espejo del absurdo.

28 jueves

No es un buen augurio que una televisión bautizada «À Punt» no encuentre la oportunidad para estar «a punto», pero al menos los contribuyentes debemos agradecer la incidencia. He leído una entrevista algo críptica a Empar Marco, la directora general de la nueva televisión pública valenciana. No es fácil desbrozar el pensamiento de la directora y las retransmisiones taurinas son un buen ejemplo: «No habrá toros, pero sí programas sobre fiestas populares en los pueblos». Como muchos festejos incluyen espectáculos taurinos y la directora añade que «fiestas y tradiciones estarán todas», «todas» sólo puede significar «pocas» o, en términos progresistas, «va a ser difícil». Tras las acostumbradas garantías de neutralidad política, una hipótesis tan verosímil como la de que Elvis Presley siga vivo, la directora general intenta explicar los criterios de contratación y admito que no he entendido una palabra. Un alma malévola sospecharía que el enchufismo del difunto Canal 9 tendrá una continuidad inevitable con la mera sustitución de sus beneficiarios. Esto casa con la tradición española desde «el turno pacífico» de Cánovas y Sagasta. Punto y seguido.

Con un horizonte de cisma social irreversible a medio plazo y otro gobierno independentista que aritméticamente sólo es posible con los votos de diecinueve imputados electos, enternece por así decirlo que PP y Ciudadanos intercambien puyas sobre la investidura de Arrimadas. En este caso, la aritmética es más rotunda y trae a colación una máxima mariana: presentarse para perder es tiempo perdido. Rajoy perseveró en ella, con grave riesgo de bloqueo institucional, y Arrimadas la ha hecho suya ahora. Lo asombroso son las recriminaciones de algunos portavoces del PP por una maniobra cuyo copyright

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