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Revolución de juguete

Las novedades que respetan la diversidad reciben aplausos en las ferias internacionales

Revolución de juguete

Ellas cocineras, maquilladoras, cuidadoras de bebés o princesas de fantasía. Ellos vaqueros, conductores, constructores o héroes atemporales. Si una pequeña quiere una plataforma de cohetes espaciales donde salen dos niños jugando en la caja o un chico se siente atraído por una cocina de plástico chicle deberá tener unos padres que estén por encima de las señales torpes pero inequívocas que envían esos productos a la sociedad o una seguridad en sí mismo excepcional para su edad. Este es el menú mayoritario de cada Nochebuena y Día de Reyes.

Los juguetes deberían servir para cualquier cosa, pero se siguen envolviendo como réplicas de la vida adulta, como un entrenamiento que hay que dotar del simbolismo adecuado. Y aunque hay evidencias estadísticas, y en forma de juguetes libres de sesgos, de que hay muchos padres hartos de que les indiquen a sus hijos con qué deben y con qué no divertirse, los tópicos siguen muy vivos a finales de 2017. «Yo te garantizo que si vamos a cualquier tienda las líneas son todas rosas y azules», asegura María Costa, directora del departamento de Consumidor Infantil y Ocio del Centro Tecnológico del Juguete, Aiju, con sede en el municipio alicantino de Ibi.

Tímidamente, categorías tradicionales como las muñecas, las figuras de acción o los juegos de imitación se rebelan contra la obligación de reproducir a escala un mundo rígido en el que las tareas de cuidado y moda son asunto de mujeres mientras que el deporte, la tecnología o la acción es sólo cosa de chicos. Contra el absurdo de pintarles un mundo de raza blanca, de profesiones de prestigio, cuerpos perfectos y rasgos siempre bellos.

¿Cómo se explica que según el estudio de Aiju Juego, Juguetes y Diversidad, hecho en 2016 con una muestra de una de las sociedades más abiertas de Europa, que el 76% de las familias considere que la publicidad de juguetes es sexista? ¿Y que este mismo porcentaje piense que no reflejan adecuadamente la diversidad que hay en la calle? Los expertos observan que padres, fabricantes y distribuidores se señalan mutuamente como responsables de bloquear un cambio que hace tiempo ha llegado a la sociedad.

Contra el rosa y el azul

María José Martínez no necesita que nadie le cuente el peso que tiene el imaginario de los padres sobre la espontaneidad y la libertad del imperio infantil. Como responsable de la ludoteca del Centro Tecnológico del Juguete, testea anualmente 158 productos. Lo hace en un espacio donde siempre es Día de Reyes: decenas de niños contra decenas de casitas, aviones, piezas para construir, disfraces o muñecos de los que entre un 20 o un 30% son novedades en pruebas. El espacio veta la entrada a los padres. «El niño está condicionado por el adulto. Cuando está delante, cambia», asegura.

El caso «más habitual» del efecto juego sin vigilancia es el del niño de Primaria «que se disfraza de princesa». Es algo que les divierte aunque saben que significa «femenino» y «cosas de nenas», por lo que evitan ese artículo si están sus padres e incluso cuando hay niños de su mismo centro. «También hay muchas niñas que van directas a jugar con motos y futbolines, pero es menos frecuente y al final está mejor visto», apunta la experta en puericultura. «No significa nada, es sólo un juego».

Los niños ven, copian y aprenden y no es casual que hayamos heredado los dos tipos de juego, de acción o domésticos, por los roles dominantes en generaciones anteriores. Por eso hoy día tampoco resulta extraño para Martínez ver a varones cuidar a muñecos bebé o usar las réplicas de equipos de limpieza o cocina que siguen teniendo éxito en Navidad. «Es el rol del papá lo que imitan. Al normalizarse que el hombre haga las tareas en casa, se normaliza también el juego», asegura. «Reproducen lo que ocurre en la sociedad y permiten comprender el entorno a través de símbolos. Por eso es tan difícil que haya un cambio en los juguetes sin un cambio social», adelanta Costa.

Con el informe en la mano, declara que los padres más jóvenes son quienes están empezando a abrir las ventanas para que entre aire fresco. Demandan a los fabricantes, que van a poner objetos de enorme valor representativo en manos de sus hijos, que transmitan los valores de su siglo. No en vano, el 35% de las familias asegura haber comprado muñecas para sus hijos varones y otro 33% ha hecho lo propio con figuras de acción y superhéroes para sus hijas, según el estudio publicado por Aiju el año pasado junto con su guía de productos recomendados.

Costa lleva tres años comprobando que las empresas han oído las reclamaciones de cambio en este paradójico sector. Pero es el inicio.

Primero a escala internacional. La pasada edición de la Feria de Nuremberg, donde se citan los principales miembros del Comité Internacional de Industrias del Juguete (ICIT), estuvo protagonizada por la temática «girl power». «La influencia de celebridades como Emma Watson y lemas tipo «Strong is the new pretty» -ser fuerte es el nuevo ser guapa- ha tenido mucho impacto. Lo hemos visto en la línea «You can be anything» de Barbie - donde la famosa muñeca viste ropa de todos los oficios, desde bailarina hasta presidente-, en los modelos femeninos de acción no estereotipados de los personajes de PJ Mask o Ladybug y en muchos otros juguetes para niñas con astronautas o karatecas. Hay también juegos científicos o muñecas para programar dirigidos específicamente a niñas», enumera de memoria la también coordinadora de la guía Aiju.

En la comarca de La Foia, donde se concentran las empresas del sector juguetero alicantino, algunos directivos han tomado nota. Desde que hace tres años la cadena valenciana Toy Planet recibiera una ovación en todo el país por ilustrar los juguetes de su catálogo indistintamente con niñas y niños, cada temporada hay más interés entre los fabricantes españoles y de la Comunidad Valenciana, donde se concentra el 50% del sector, por ofrecer juguetes con menor carga de estereotipos.

Por ejemplo, el fabricante alicantino Famosa, ha introducido una línea en sus Pinypon de «Sirenas y Piratas», donde encontramos corsarios de rasgos masculinos y femeninos -aunque en Google Imágenes no se ven sirenos o tritones-. Berjuan, empresa familiar de Onil especializada en muñecas con y sin mecanismos, presenta también muñecos bebé para niños en su catálogo. Y Fábrica Juguetes, de Ibi, publicita sus cocinas, horno y supermercados de juguete con una gama de colores neutra y sin dirigirla un sexo determinado.

La brecha

Sin embargo, acepte el reto de Costa y dé una vuelta por la tienda juguetes más cercana para comprobar cómo la espontaneidad y la libertad de los pequeños para elegir sigue regulada por semáforos de colores rosa y celeste que regulan el tránsito de los pasillos. A un lado, armas y coches. A otro, bebés y vestidos. En una zona gris se encuentran los juguetes colectivos, que se pueden permiten diluir la identidad de género.

¿Falla entonces la estadística, mienten los encuestados? Yuranis Hernández, directora de Lamagik, una fábrica de muñecas que coloca el 90% de sus bebés pelones y muñequitas en el extranjero, es crítica con clientes, distribuidores y fabricantes españoles. «El comprador es un poco hipócrita. Es cierto que hay que ofrecer juguete clásico y que tienes que adaptarte al mercado, pero entre que el dinero es reducido, que muchas veces son los abuelos quienes regalan y que la gente tiene miedo al qué dirán, a los distribuidores y a la industria les sigue mereciendo la pena ir a lo fácil», asegura en una entrevista por teléfono.

La responsable de Consumidor Infantil de Aiju se muestra parcialmente de acuerdo. «Nunca veo lo que ofrecen los showrooms y los escaparates de las ferias en los lineales. Es claro que una empresa no tiene función educativa, pero hasta que Carrefour y El Corte lnglés no compren este tipo de productos no se generalizarán», sostiene. De la misma manera que las pasarelas de moda parecen estar año tras año adelantando una revolución estética que nunca llega a la gente normal, en el sector del juguete parece haber una producción destinada a la galería muy distinta a la que alcanza las jugueterías. Siguen la lógica de las firmas de diseño que buscan epatar a los expertos con novedades para poder seguir vendiendo camisetas blancas al comprador normal. «Es una metáfora perfecta para describir lo que ocurre en nuestro sector», afirma Costa.

Para conocer el punto de vista de otros fabricantes, este diario trató de entrevistar al presidente de la patronal juguetera, la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ), sin éxito. Asimismo, varios fabricantes de dentro y fuera de la provincia rehusaron participar en este reportaje.

«El cambio en cuanto estereotipos de género es incipiente, iniciado por algunos pocos, pero no está generalizado. Y si en este ámbito es minoritario, la normalización en etnia, cultura o discapacidad son casi inexistentes», lamenta la directora de Pedagogía de Aiju.

Etnia y condición

Los niños sujetan su Action Man y su Barbie sin encontrar a nadie así en el mundo real. Pese a la ola nacionalista, xenófoba y reaccionaria que recorre el mundo, el país tiene la mayor diversidad en convivencia de su historia sin que la mayoría de los padres la vea reconocida en los juguetes. El informe del instituto refleja que para el 88% de las familias de otras culturas residentes en España, existen pocos o muy pocos productos en los que se sientan identificados niños de diferentes razas o culturas.

Casi todos los muñecos que fabrica Lamagik, empresa que dirige Hernández, desafían el canon. Si bien no rompen el molde donde hacen los bebés caucásicos para niños blancos, tampoco lo tratan de manera especial. Exploran el mercado con recién nacidos «que no son guapos sino graciosos», elfos con expresividad exagerada, muñecos con ropa de trabajo de profesiones «poco valoradas y representadas» o muñecas con rasgos eslavos o subsaharianos. Sospecha que la mayoría de las empresas entienden la diversidad como una simple cuota étnica para mostrar en el catálogo que además se afronta sin riesgos: «la mayoría coge el molde de muñeca de siempre y le cambia el color», asegura. No funciona. «Nos devolvieron un envío de muñecas desde Japón porque las habíamos hecho con rasgos chinos. Los muñecos sirven para que el niño se identifique, y se dan cuenta de lo que no les representa», apunta Hernández.

Costa cree por su parte que la gran abandonada por las casas de juguetes es la discapacidad. «Una pena, porque es una manera ideal para mejorar la tolerancia, el diálogo y el compromiso».

Aunque la fábrica de la Navidad alicantina va con retraso en este campo, a los pasillos de las tiendas empiezan a llegar juguetes de patente extranjera pioneros en este campo, como los personajes Lego en silla de ruedas. Gracias a internet también se pueden ampliar las posibilidades y encargar muñecas personalizables -con manchas de nacimiento, por ejemplo- como las que produce la británica Makies.

Se puede decir que la revolución de los juguetes ha empezado, pero, como todas, necesita mucho más apoyo popular para poder triunfar.

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