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Retratos urbanos

El churrero de la Plaza de Argel

Su padre montó un tenderete para hacer porras en el barrio más obrero y joven del Alicante de los años sesenta

José Luis Amat Giner Alicante ( 1957). Casado Un hijo y una hija. Cinco nietos Churrero en Virgen del Remedio

Lleva casi cincuenta años con las manos en la masa de harina. Elabora desde chiquillo churros y porras con aceite hirviendo. Luis Albert Giner regenta desde hace 25 años la churrería de la Plaza de Argel, en la barriada de Virgen del Remedio, aunque empezó como aprendiz de su padre con pantalones cortos, en lo que entonces era un descampado en la zona norte de Alicante.

Nació en 1957 en la vivienda familiar de la calle Sevilla. Atestigua que tuvo una infancia feliz. No le agradaban los estudios. Aprendió las primeras lecciones de aritmética y escritura en la academia de Don Varó. Pasó dos años con más penas que gloria en aulas el colegio La Paz, mientras ayudaba a su progenitor en una churrería sin motor que cada día instalaban y desmontaban donde años más tarde se urbanizó la Plaza de Argel, actualmente un espacio multicultural cuidado.

El padre no tuvo más remedio que meterse entre harinas tras la quiebra y el posterior cierre de la empresa de aluminio en la que operaba como grabador y modelista. Estamos en 1967. José Luis, Luis para la parroquia, con apenas diez años, ayudaba a su padre en la freidora ambulante en festivos y en días de labor. Siempre atento a su maestro.

A los 14 años dejó la escuela y trabajó como empleado en un supermercado, en una panadería del Mercado Central y como mancebo de farmacia; repartió refrescos de Coca-Cola por Alicante y acabó en la obra como encofrador. Se casó con Mari Carmen antes de incorporarse a filas en Girona para cumplir el servicio militar, como mandaba la vieja patria. Vivía con su mujer y su hijo en la Colonia Requena. Licenciado de su periplo en el Ejército, decidió trabajar con su padre en la vieja, aunque próspera, churrería portátil. En la intemperie de un rincón de la plazoleta siguió hasta 1993. Alquiló un piso en una esquina de la calle Valle Inclán, con vistas a la Plaza de Argel, y se empeñó con nueve millones de las antiguas pesetas en la reforma del local. Se acabó aquello de guardar cada tarde el tenderete en el patio de un bloque de pisos y montarlo al día siguiente.

Luis sigue al pie de negocio, junto a su yerno, Ángel Cobos, con la colaboración de su hija Cintia; Mari Carmen hace unos años que dejó la churrería.

Abre todos los días desde las seis de la mañana hasta la una de la tarde. Ofrece a su clientela churros, porras, madalenas y tostadas; cafés, chocolate a la taza, refrescos y cerveza. Poco más. Consume unos cinco kilos de harina en cada jornada, cifra que se multiplica por tres en domingos y festivos. Pero prefiere no revelar la fórmula que utiliza en la amasadora y en la churrera: agua, harina de trigo, azúcar, aceite y sal.

La población del barrio que lleva el nombre de la patrona de Alicante ha cambiado. Construido a principios de los años sesenta, sus primeros pobladores eran trabajadores procedentes de otras provincias. El vecindario llegó a superar los 20.000 habitantes. Luis afirma que «esta zona ha cambiado muchísimo. Creo que la mayor parte de los vecinos son inmigrantes, casi todos jóvenes y con niños, mientras que los españoles son personas de la tercera edad».

Medio siglo con los palos de avellano de rodar entre sus manos para ganarse la vida. Los churros que elabora son francamente buenos. A medio camino entre las porras madrileñas bien elaboradas y los tejeringos andaluces. Crujientes, medio huecos, delicados y fritos en un aceite limpio, transparente. Para «mojar» lo ideal es una taza de chocolate muy caliente y ligeramente espeso.

Sólo sirve desayunos, refrescos y alguna copita hasta poco más allá del mediodía. Pasen y vean.

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