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Ángel, entre los fogones y EL rugby

Llegó a Alicante hace 35 años como empleado de un hipermercado que duró abierto menos de dos años

Ángel María Sarasola Fraile San Sebastián ( 1948). Casado Una hija (Anusca). Un hijo (Igor) Cocinero jubilado Aficionado al rugby

Nacido en el seno de una familia de comerciantes del barrio de Herrera, en San Sebastián, Ángel María Sarasola Fraile estudió hasta los catorce años con los hermanos Jesuitas de la capital donostiarra. Sus padres decidieron que lo mejor para su chicarrón era que hiciese bachiller en un centro de reconocido prestigio. Ángel fue a parar con sus huesos como interno al Colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo, regentado por frailes Capuchinos y situado en la localidad navarra de Lecároz, enclavada en el valle del Baztán y a 60 kilómetros de distancia del domicilio de los Sarasola-Fraile.

Con más rugby que libros, Ángel María superó la reválida. Con 16 años regresó a casa. Se enfundó una bata y ayudó a su padre a despachar el variopinto género que en aquella tienda se vendía: legumbres a granel, jabones, colonia, juguetes, herramientas, ropa e incluso pólvora.

Tozudo y fortachón, siguió jugando al rugby con una pelota ovalada al final de cada jornada laboral en la Ciudad Deportiva de Anoeta, antiguo estadio de fútbol de la Real Sociedad. Una maldita lesión en un tobillo le obligó a cambiar el césped por los despachos del Atlético de San Sebastián, el club de sus amores. Su dolencia le dejó exento de la mili.

Ángel María seguía al frente del bazar familiar. Casado con Conchi Salazar, tenía pensado un plan para abrir un negocio de restauración en Novelda, junto a un amigo. Pero aquello quedó en el aire. Poco más tarde, en 1982, se encontró con un anuncio en el que ofrecía trabajo en el hipermercado Mamut, que se levantó entre Alicante y Elche, donde en la actualidad se encuentra la Institución Ferial Alicantina (IFA). Ángel tenía 34 años, algunos más que Conchi. La pareja tenía dos bebés: Anusca e Igor, de dos y un año, respectivamente.

Fue destinado a la sección de bebidas. Se alojaron en un pisito de la avenida de Alcoy. Pero el gran supermercado apenas resistió 18 meses como negocio. Cerró sus puertas y todo el personal pasó por los pasillos del fracaso.

Ángel pronto encontró trabajo: primero en la cocina de La Cantera y, algo más tarde, en los fogones del Club de Tenis de Elche; Conchi se empleó en La Piel del Oso llevando la partida de pescado.

Faena y ganas. Anteriormente, Ángel tan sólo había cocinado para amigotes en sociedades gastronómicas vascas.

El matrimonio decidió independizarse. A mediados de los años ochenta Ángel y Conchi abrieron un pequeño restaurante en la calle Labradores, en el Casco Antiguo de Alicante, que bautizaron como «Borda Berri», cocina vasca de calidad y bebidas llegadas de aquellas viñas.

Se granjearon el respeto de la clientela en unos años. Pero el Barrio alicantino atravesaba sus peores momentos: mucha droga e inseguridad en las calles. La pareja decidió dejar la esquinita y refugiarse en un local situado en la calle Jazmín. Estamos en 1990. Carnes y pescados y una amplia carta de aperitivos caseros para una parroquia asidua al lugar. Ángel siguió en el rugby como preparados, directivo y vicepresidente de la territorial valenciana.

Ángel María, de 69 años, ya está jubilado. Conchi sigue al frente del negocio recorriendo la sala y la cocina. Anusca (40 años), la hija, es como su madre: un diablillo en la escena. Y en la cocina manda Igor (39 años), grandote como el padre pero con el rostro de su madre

Ahí sigue el restaurante «Egun» con los Sarasola desde hace 27 primaveras. Ángel se recupera de una intervención en su columna vertebral que está sostenida por acero. «Le puse 'Egun' en vasco al negocio como día a recordar». Ángel tiene dos citas obligadas en Donosti: la tamborrada y las regatas de traineras.

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