Vive seis meses en Costa Rica y el medio año restante en España: de enero a junio en una finca frondosa de grandes tecas en la localidad de Sierpe de Osa, a orillas del Pacífico; verano y navidades en Alicante. Como toca. Así lleva 20 años. Llegó a Centroamérica siguiendo los pasos de su primo Valentín Pertusa, oriolano como él, una vez alcanzada una temprana prejubilación.

Rafael García-Pertusa Giménez nació en Orihuela el 3 de octubre de 1947. Fue a la escuela con las monjas de la ciudad hasta que la familia trasladó su residencia al número 6 de la plaza de los Luceros, en Alicante, cuando él tenía 9 años. Su padre, también llamado Rafael, fue alcalde de Orihuela a mediados de los años cuarenta. Tiene tres hermanas. Una de ellas, Oti, fue concejala en el Consistorio alicantino.

Estudió en Maristas y, más tarde, para completar su formación, ingresó como interno en el colegio La Concepción, en Ontinyent, donde mantuvo el tipo durante tres cursos, ante la atenta mirada de exigentes hermanos franciscanos.

Finalizado su peregrinaje por aulas más o menos amables, Rafael García-Pertusa aprobó una oposición de auxiliar administrativo en Correos. Tenía 17 años y se encargó de estampar sobre papeles cuños de certificación hasta que logró una plaza de oficial en el desaparecido Banco Occidental, donde llegó a ser responsable comercial y de relaciones institucionales. Acabó en el Banco de Alicante su periplo laboral, aunque ya integrado en el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria.

Siendo veinteañero entró en política. Fue uno de los sargentos de Unión de Centro Democrático (UCD), siempre enclavado en el sector socialdemócrata en el que se encontraban, entre otros, Luis Berenguer Fuster, José Luis Gomis Gavilán, Manuel Rosser y José Ramón Gisbert.

«El Garfio», como le llaman afectuosamente amigos, conocidos y adversarios políticos, entró como concejal en el Ayuntamiento de Alicante tras la primeras elecciones municipales democráticas celebradas el 3 de abril de 1979. Fue teniente de alcalde de la corporación presidida por el socialista José Luis Lassaletta Cano.

Pero la UCD se desmoronaba. Los grupetos se desgajaban de la marca liderada por Adolfo Suárez. «El Garfio» y los suyos siguieron la senda de Francisco Fernández Ordóñez y crearon el Partido de Acción Democrática (PAD), que un año más tarde acordó integrarse en el PSOE.

A García-Pertusa siempre le resultó plácido meterse en los entresijos de los partidos políticos. Casi en la sombra. Sin hacer ruido. Así que llegó a la formación socialista como Pedro por su casa y metió las narices en todos los tinglados y estrategias de una organización política entonces acostumbrada a victorias holgadas.

Fue director general de Administración Territorial con el president Joan Lerma por designación del conseller de Administración Pública, y expresidente del Tribunal de Defensa de la Competencia Luis Berenguer Fuster.

No recuerda desde cuándo le apodan «El Garfio». Cree que desde la adolescencia y durante sus encuentros con amigos en la plaza de Calvo Sotelo a mediados de los años sesenta. Puede que el mote le venga por su habilidad en el juego de «las tellas» para derribar un canuto. O puede que por el gancho que, según comenta su parroquia, tenía con las chicas.

Medio año rodeado de un frondoso paisaje de tecas. Y otro en Alicante, con los suyos. Todavía le queda alguna tertulia vespertina junto a amigotes de siempre como Carlos Dupuy, Mariano Soriano, José María Reyes, Juanjo Argüello o Ximo Molina.

Con setenta años recién cumplidos es un enamorado de la fotografía. Siempre anda cámara en ristre en busca de cualquier persona, animal o cosa para parar el tiempo. Y, sobre todo, disfrutar.